El crimen del conde Neville, de Amélie Nothomb

el crimen del conde NevilleLas expectativas altas son difíciles de cumplir. Eso me ha pasado a mí con Amélie Nothomb. Había oído decir que era una escritora lúcida y mordaz, y esos adjetivos habían bastado para que me entraran unas ganas tremendas de leer algo suyo. Además, me intrigaba que aparezca fotografiada en sus portadas, algo ya de por sí inusual en el mundo literario. ¿Tendrá que ver con que los elementos autobiográficos están muy presentes en sus obras o será una más de sus excentricidades? Ni idea. Cuando la vi asomando con un enorme sombrero y una regadera roja en la mano en la portada de El crimen del conde Neville, su último libro publicado por Anagrama, leí la sinopsis, a ver si encontraba la relación entre esa imagen y ese título. Y no, no la vi. Pero se mencionaba que la historia hacía un guiño a El crimen de Lord Arthur Saville, de Oscar Wilde, un autor que me encanta, y eso me dio el empuje definitivo para estrenarme por fin con esta escritora belga y comprobar si de verdad es tan peculiar en todos los aspectos de su narrativa.

Al conde Neville, protagonista de esta novela, una vidente le vaticina que matará a uno de sus invitados en su próxima fiesta. Obviamente, al hombre le sienta fatal esta predicción. ¿Cómo va a matar él a alguien? ¿Qué clase de anfitrión sería si hiciera algo así? Con este punto de partida, similar al de la historia que Oscar Wilde escribió en 1891, comienza esta tragicomedia, pero ambos autores no solo coinciden en eso, sino que además se asemejan en el estilo, caracterizado por una prosa ágil, unos diálogos irónicos y una buena colección de frases para la posteridad. Al igual que las obras del dramaturgo británico, El crimen del conde Neville parece una novela frívola a simple vista, puro divertimento, pero en cuanto el lector se fija un poco, se trasluce la profundidad psicológica de los personajes y la sátira permanente a la nobleza y su absurdo juego de las apariencias. Lo que más me ha llamado la atención es que la aristocracia que plasma Amélie Nothomb —y que conoce de primera mano, pues pertenece a ella— apenas dista de la que retrató Oscar Wilde, pese a los dos siglos que los separan, por lo que es aún más evidente que sufre ese anacronismo sobre el que ironiza la novela.

Los continuos giros y su corta extensión me han mantenido pegada a El crimen del conde Neville para descubrir si al final el protagonista lleva a cabo el asesinato que le trae de cabeza. Y me han gustado tanto el ingenio, las reflexiones y la perversidad de esta novela que, precisamente por eso, me han sabido a poco sus ciento trece páginas. Pero no es malo que mis altas expectativas  no se me hayan cumplido; en esta ocasión, solo significa que se han incrementado. Y me alegro de que me haya pasado eso con Amélie Nothomb. Leeré más historias suyas para profundizar en esas rarezas que le hacen destacarse en el panorama literario actual y así colmar las expectativas que me he creado en torno a ella. Sin olvidarme de que tengo que saber cuál es el motivo por el que sale retratada en las portadas de sus libros, que no pienso yo quedarme con esa intriga.

9 comentarios en «El crimen del conde Neville, de Amélie Nothomb»

    • Hola, Susana:
      Sí, Amélie Nothomb está llena de dobles lecturas, lo que da mucho juego en este tipo de grupos. Me encantaría ver un debate sobre las conversaciones del padre y la hija de este libro. Sería divertido.

      Saludos.

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  1. Tras tu reseña, procederé a la relectura de esta novelita que me ha parecido la más decepcionante de una autora que me encanta. Leeré a O. Wilde para ver si la intertextualidad me reconcilia con ella. Si no la habías leído antes, te recomiendo “Ácido sulfúrico”.
    Gracias por tus reseñas.

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    • Este libro es el primero que leo de esta autora y, aunque lo he disfrutado, he intuido que sería una obra menor dentro de su bibliografía. Tu comentario me lo confirma. Tengo pendiente ‘Ácido sulfúrico’; me apetece seguir descubriendo a Amélie Nothomb.

      Saludos.

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      • Pues yo te recomiendo “Estupor y temblores” (es una de sus obras cumbre) y la continuación “Ni de Eva ni de Adán”. Ambos libros relatan el mismo año de la vida de la autora, pero el primero se centra en el trabajo, y el segundo en su vida personal; están publicados con bastantes años de diferencia y el estilo es muy distinto, pero el contraste entre los dos libros es tan brutal que se enriquecen mutuamente.

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