El diablo viste de Prada

El diablo viste de Prada, de Lauren Weisberger

el diablo viste de prada libroTú, que te encuentras al otro lado de la pantalla. Sí, tú, la persona que está leyendo estas líneas. ¿Cuántas veces te has quejado de tu jefe? ¿En cuántas ocasiones has pensado que ojalá se cayera por las escaleras y se quedara de baja por toda la eternidad? ¿Has llegado a casa pensando que el trabajo que realizas – aguantarle, básicamente – no estaba pagado con suficiente dinero? ¿Y aun así has seguido yendo a trabajar porque sabías la oportunidad que era estar en esa empresa? Todos – repetid conmigo, T-O-D-OS -, nos hemos visto inmersos en esa sensación de odiar tu trabajo pero saber que lo necesitas como agua de mayo, a pesar de que tu jefe es un auténtico tirano al que no soportaría ni su propia madre. Así fue, con esta idea de base, cómo empecé la lectura de El diablo viste de Prada. Sin ningún miramiento y pensando que mi jefe – no el de ahora, sino otro mucho más lejano – era un auténtico dictador que debía comer más fibra en su vida o, en su defecto, tener más sexo y joder menos al personal. ¿Quién dijo que en una reseña uno no puede contar cosas de su vida personal? Pues yo lo estoy haciendo y me quedo más ancho que largo. En cualquier caso, he venido aquí para hablar de un libro, de este al que le veis una portada que resume muy bien lo que nos ha venido a contar hace ya unos años Lauren Weisberger y que se convirtió en ese éxito de ventas que supuso darnos cuenta – de alguna forma, no sé muy bien todavía cuál es la conclusión – que allá, en un mundo donde todo parece glamour y noches de fiesta, se escondía otro mucho más terrible y oscuro como es el de los trabajos mal pagados y llenos de, por qué no decirlo, comedias ácidas donde sentirnos identificados.

Andrea es la secretaria de Miranda Priestley, la voz que dicta la moda de toda la ciudad. Todo el mundo la venera – y la teme a partes iguales – pero se va a encontrar con la horma de su zapato porque Andrea no se fía ni de las apariencias ni está dispuesta a pasar por el aro de la dictadura de la moda.

 

Hay algo que me sorprende de este libro y es que, en todas las librerías a las que acudo a veces para simplemente pasar el rato y mirar, esté catalogado como novela romántica cuando en su interior encontramos una historia de amor, es cierto, pero en realidad no deja de ser una crítica bastante ácida del mundo de la moda y de todo lo que le rodea. Lauren Weisberger crea a Andrea como un álter ego de lo que ella fue en su día y de cómo su vida cambió cuando conoció a una Miranda Priestley real, su jefa, a la que todo el mundo temía porque con un simple movimiento de dedo podía hacer que tu carrera saltara por los aires y nadie volviera a llamarte más. Hay que decir que me interesé por este libro a raíz de la adaptación al cine (que ya critiqué en nuestro especial De Cine y Literatura) y aún no tengo claro si fue un error o un acierto porque, si bien los personajes son los mismos, las situaciones son completamente distintas y es en estos casos cuando pienso que los libros y el cine pueden complementarse. ¿Qué nos ofrece el libro? Diversión, eso está claro. ¿Qué hay de nuevo en el libro y no en la película? Pues escenas y un final completamente distinto. La vida suele ser mucho más cabrona cuando se empeña en ello, y de eso sabe mucho la autora, que describe con esa gracia y esa ironía particular lo que implica trabajar en el mundo de la moda y que éste invada tu vida personal al completo.

El diablo viste de Prada fue uno de esos descubrimientos que, sin pretenderlo, aligeraron en cierta medida la carga de lecturas mucho más profundas. Soy un firme defensor de la literatura como simple entretenimiento. ¿Acaso hay que reflexionar una y otra vez sobre lo que nos ha querido decir un libro? No, no lo creo. Opino que hay ocasiones, y en eso creo que coincido con Lauren Weisberger – diciendo esto con toda la osadía de la que soy capaz -, que hay un momento en la vida, en la vida lectora me refiero, que lo único que pretendemos es pasarlo bien, disfrutar, encontrar un pequeño oasis en todo este mundo literario, y cerrar un libro con la sensación de que lo hemos pasado bien, que ya está, que nos hemos reído con lo que le sucede a la protagonista y podemos continuar nuestro camino hacia otro tipo de lecturas. Y sí, también soy un firme defensor de la ruptura de los cánones. ¿Que esta es una literatura para mujeres? Yo no lo soy, pero disfruto igual con ella. Será una cuestión de no cerrarse en banda y comprender que, en materia de literatura, todo vale y todo público es válido.

 

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