El secreto de If, de Ana Alonso y Javier Pelegrín

El secreto de IfEl Barco de Vapor marcó la vida lectora de los niños de mi generación. Fray Perico y su borrico o El pirata Garrapata son clásicos para los niños nacidos en los ochenta. Yo aún conservo en mi estantería El rey pequeño y gordito y Un solo de clarinete, por ejemplo. La colección de El Barco de Vapor me sigue transmitiendo ternura porque me recuerda a esa época en la que para nosotros no había más libros que los que se publicaban en ella y lo mayores que nos sentíamos cuando nos dejaban pasar de la serie naranja (a partir de ocho años) a la serie roja (a partir de diez).

En uno de mis arranques nostálgicos, he leído El secreto de If, de Ana Alonso y Javier Pelegrín, galardonada con el premio El Barco de Vapor 2008. Aunque el estilo de la portada ha cambiado desde mis tiempos, conserva el lomo rojo que indica que es una lectura recomendada para mayores de diez años.

El secreto de If nos cuenta el viaje de un misterioso caballero y un anciano de largos cabellos grises a If, el Reino Intermedio, un lugar donde humanos y seres mágicos conviven en armonía. Allí, la princesa del País de Kildar va a contraer matrimonio con el príncipe de If, un enlace inusual que puede tener consecuencias en el porvenir de los reinos.

A partir de esta premisa, Ana Alonso y Javier Pelegrín nos adentran en un mundo mágico muy atrayente, con brujas que cumplen deseos, monstruos custodiando torres secretas, el Mar de las Visiones, que muestra terribles espejismos a sus navegantes para conducirlos al desastre o la reina de las hadas, que defiende a los seres fantásticos. Aparte de la revisión de estos elementos típicos de las historias de aventuras y fantasía, El secreto de If hace un claro paralelismo con La vida es sueño, obra que casualmente leí hace poco. Esta similitud no está disfrazada, pues se cita una de las frases de Calderón de la Barca en la primera página y, al igual que ella, esta novela reflexiona sobre cuestiones filosóficas como el libre albedrío del ser humano. No sé si la lectura de El secreto de If llevará a los niños a interesarse por el teatro barroco, pero agradezco que se dé a conocer la existencia de estos clásicos a los más pequeños.

A pesar de todos estos puntos positivos, al estar acostumbrada a leer cuentos infantiles que tratan de igual a igual a los niños, me ha decepcionado que esta vez la narración repita incesantemente las claves para entender el conflicto. En la misma línea, las ilustraciones de Marcelo Pérez van acompañadas de anotaciones manuscritas en las que se puntualizaban cosas como: «la ve con cara de mujer» u «olor nauseabundo, suelo humeante y baboso». Lo que al principio me pareció un toque original, por la propia estética de boceto de las ilustraciones, luego incrementó mi sensación de que se subestima la comprensión e imaginación de los niños. No obstante, es una novela ideal para iniciarlos en el género de la fantasía y que, poco a poco, vayan pasando a historias de mayor enjundia.

Espero que dentro de veinte años alguien vea en su estantería atestada de libros El secreto de If, o cualquier otro título de El Barco de Vapor, y sonría. Eso significará que esta colección sigue cumpliendo su cometido de convertir a los niños en grandes lectores.

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