Lección de anatomía

Lección de anatomía, de Danilo Kiš

Esta extraña obra, elegantemente calificada por los responsables de la edición como “libro de redención”, es más bien un ajuste de cuentas del autor contra el mundillo literario en el que se desarrolló una campaña en su contra a cuenta de la publicación de su libro Una tumba para Borís Davidovich, a raíz de la cual se le acusó de plagio. Este ajuste de cuentas se personifica en el crítico y presidente de la asociación de escritores Dragan Jeremić, en el escritor Branimir Šćepanović y en un peroidista que responde al pseudónimo de Pigeon, pero en realidad es una denuncia de la falsedad de un mundo literario que por razones ajenas a las artísticas prestigia la mediocridad por encima del talento. Hasta ahí nada que oponer.

Pero resulta que es un combate desigual y por tanto poco elegante. Danilo Kiš se muestra en Lección de anatomía como un intelectual de talento y cultura inabarcables, mientras que sus oponentes son, o él los muestra así, diletantes que viven de la literatura sin más virtudes que las del pícaro para la impostura. Y ahí está el problema: por acertados que sean sus argumentos y brillantes los desarrollos de los mismos, por pertinentes los pescozones que los citados personajes se llevan a discreción y por lo irrefutable y demoledor del balance final, lo cierto es que produce cierta incomodidad leer cómo a Danilo Kiš no le basta con demostrar que tiene razón, sino que, arrastrado por la espiral en la que le han obligado a entrar, trata de reducir a cenizas a aquellos que previamente trataron de hacer lo propio con él. Y lo consigue, de forma que esta Lección de anatomía por momentos se nos asemeja más a una lección de boxeo, pero una entre un peso pesado y uno mosca. Y el autor, en cierta medida, es consciente de ello:

Uno se ve forzado a dar una lección de escuela secundaria (igual que esta pequeña crestomatía está entretejida en mis textos), evidentemente con la esperanza de que el lector que tenga hoy en las manos este libro pueda entender y justificar mi proceder, y al que, quizá, lo tenga en las manos en otros tiempos mejores, le pido perdón por nuestros pecados, por nuestra ignorancia, por nuestra actuación, y que acepte esta demonstratio como un documento de una época y de un clima literario determinado. Y que me perdone.

Es probable que sin haber vivido la polémica en cuestión, una campaña de acoso en medios oficiales que duró siete meses, no se pueda tener la empatía suficiente como para disfrutar de este aspecto del libro como se merece, aunque desde luego se aprende que no es buen negocio enfadar a un hombre de talento. Pero el propio Danilo Kiš diferencia en su texto entre los lectores y los simples leyentes, y llegado el momento de ejercer como lectores y elegir de entre los muchos libros escritos que hay en realidad en unas mismas páginas impresas, uno puede, y probablemente debe, hacer una lectura en positivo y no acercarse a este libro como el “libro de redención” que pretendió ser, sino como la magistral lección de teoría literaria que en realidad es, como la defensa del talento y del oficio de escribir (como dos facetas separadas e independientes, pero no menos imprescindibles) y como el retrato de la realidad literaria y social, retrato descorazonador, por cierto, de la Serbia, de la Yugoslavia de los setenta.

Danilo Kiš defiende muchas cosas, pero el leit motiv del libro es lo que el denomina poética documental, la justificación del uso de material documental en la literatura y de la legitimidad de no citar las fuentes siempre explícitamente, sino hacerlo dentro de las coordenadas de la ficción y dejando cierta parte del trabajo al lector, y para ello se vale no sólo de sus propios argumentos y, por así decirlo, su verdad en relación al libro Una tumba para Boría Davidovich, sino que introduce textos ajenos y numerosos ejemplos que respaldan su posición (de ahí lo de la crestomatía entretejida en sus textos). Pero diría, o quisiera pensarlo así, que su posición a este respecto, a día de hoy, está fuera de todo debate, pero aun así el interés de la Lección de anatomía se mantiene plenamente vigente como lección de teoría literaria y como defensa de la buena literatura.

Ajena a la polémica literaria concreta sobre Boris Davidovich y la poética documental, Danilo Kiš también dedica unas páginas (tituladas certeramente coup de grâce a Jeremić) a comentar un libro de pensamientos, aforismos y apotegmas que con posterioridad a ella publicó Jeremić, y lo hace con el propósito evidente de ridiculizar a la obra y a su autor. Y es reprochable el esfuerzo dedicado a esa labor no por falta de éxito ni porque el proceso no sea incisivo y por momentos divertido, sino por innecesario ya que el ridículo en este caso se logra sólo, emerge por sí mismo. Como norma general no me detendría a comentar algo así, ya digo que causa cierta incomodidad, pero que un presidente de la unión de escritores de un país cualquiera se haya dedicado a publicar banalidades del estilo de igual que en toda comunidad existen los que guían y los que siguen, en la amistad y en el amor uno de los amigos o amantes guía y el otro lo sigue. Guía el que menos ama. Pero ¿acaso es eso compensación suficiente para lo que uno pierde amando menos? (Pensamiento nº 336) debe ser puesto en evidencia, aunque sea como muestra del nivel y para orientarnos debidamente en la polémica, no sólo por justicia poética.

Otro aspecto interesante de esta Lección de anatomía es el político, por así decirlo, la reflexión que en sus primeros compases lleva a cabo Danilo Kiš sobre el nacionalismo es extremadamente interesante, así como la que se desprende en todo el libro del impacto en la cultura de un sistema político que premia la mediocridad y la obediencia por encima de cualquier consideración artística.

La parte final del libro, en la que Danilo Kiš utiliza con profusión el humor como arma de destrucción masiva, es un análisis crítico, eso que hoy día se ha dado en llamar, perdón por el barbarismo, fisking, de un relato de Branimir Šćepanović titulado La muerte del señor Goluža que resulta especialmente demoledor en tanto que crítica, pero que es especialmente valioso en tanto que defensa de la corrección en la escritura, de la coherencia argumental, de la pulcritud en la construcción de las frases, de la apropiada utilización de los signos de puntuación y, en fin, lisa y llanamente del deber de un escritor de escribir bien. Abundando en lo dicho anteriormente, la demostración que Danilo Kiš hace de lo dramáticamente mal escrito que está este relato es impagable como guía para escribir uno bien, pero vengo a destacar este aspecto por una razón diferente: si en relación al conjunto del libro y a la polémica concreta que, acerca de Una tumba para Borís Davidovich, enfrentó a Danilo Kiš con Jeremić, Šćepanović y Pigeon dije que el tiempo y la distancia no excitaban la necesaria empatía en el lector para comprender plenamente ese aspecto del texto, en este otro caso no se puede decir lo mismo: a la defensa de la corrección y del talento que tan apasionadamente hace Kiš en esta parte final ni el tiempo, ni el lugar ni la realidad sociopolítica diferentes le han hecho perder la menor vigencia, más al contrario, diría que hoy es mucho más necesaria que nunca.

Andrés Barrero
andres@librosyliteratura.es

 

Título: Lección de anatomía
Título original: Čas anatomije
Autor: Danilo Kiš
Traducción: Luisa Fernanda Garrido Ramos y Tihomir Pištelek
Editorial: Acantilado
Páginas: 384
Fecha edición: enero 2013
Fecha edición original: 1977
ISBN: 978-84-15689-25-6

 

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