Lento, de Andrés Barrero

LentoHay libros que te llaman solo por el título. Este ha sido el caso de Lento, de nuestro compañero Andrés Barrero. Hace unas semanas, cuando nos lo anunció, me mordió la curiosidad. “Lento”, pensé, qué buen título. Y, lo confesaré, también pensé que ojalá se me hubiera ocurrido a mí.

Y, claro, tras el título llega el tema, o los temas, que no le van a la zaga. Porque Lento habla de muchas cosas, de la relación de un hijo con su padre, de la inseguridad de uno y de la sabiduría campechana del otro, pero también de los niños robados, de esas familias a las que les han arrancado algo tan surrealista como un niño, y también de la familia, no como algo conflictivo, sino como un refugio, como aquel lugar en el que, como dice Barrero al final de la novela, “los problemas aún existen, pero dejan de importar”.

He disfrutado leyendo Lento porque es una novela amena, divertida, con ritmo y que te hace sentir bien. Por eso creo que es una novela feelgood. ¡O tal vez es que ahora lo veo todo feelgood! Este es un término en el que me ha iniciado hace poco la escritora Mónica Gutiérrez y que define esas novelas amables, que se leen con una sonrisa en los labios, hacen que nos olvidemos de nuestras preocupaciones y en las que el protagonista supera algún tipo de miedo o conflicto consigo mismo, pero en las que no suele haber problemas muy graves (muertes, enfermedades…) y sí bastante buen rollo. Y sí, Lento cumple con todo eso. En esta historia, el prota, que, por cierto, no tiene nombre, aprende de su padre, pero también ayuda al otro en un problema que, con lo que os he explicado ya podemos intuirlo, es el núcleo de la trama: la sospecha de que hubo un hermano robado.

Para mí, Lento no es exactamente una novela, sino que encaja dentro del género de la nouvelle o relato largo porque tiene una única trama. Además, su estructura es singular y eso tiene relación con algo de lo que todavía no os he hablado pero que es central para la historia, y sobre todo para la relación entre padre e hijo: la cocina. Porque la novela es también un libro de recetas y, leyéndolo, me he dado cuenta de que no tengo ni idea de cocina española (es que yo aprendí a cocinar fuera de casa, y claro…). Tollos con tomate, marmitako, arroz caldoso a la marinera, guiso de papas… Vamos, que la novela da hambre. Pero a lo que iba, Lento se divide en tres partes, la primera, Ingredientes, es una serie de conversaciones, domingo tras domingo, que tienen padre e hijo en la cocina y donde los dos, como quien no quiere la cosa, se van confesando sus problemas y preocupaciones. En la segunda, Preparación, el hijo y su mujer aprovechan una ausencia de los padres de él para investigar el asunto de los niños robados. Y la tercera, Emplatado, es el final, pero de esta no os voy a contar nada para no haceros spoilers.

Lo que más me ha gustado de Lento han sido los diálogos entre el hijo y el padre, las pullas, deliciosas, pero a veces supurando mala leche, el cariño, el humor y el amor por las pequeñas cosas de la vida que destila, sobre todo, el personaje del padre. Su sabiduría casera, culinaria. Creo que solo por eso, por leer frases como esta “la cocina es como vivir, por mucha ayuda que busques y por útil que esta sea, tus decisiones la tienes que tomar tú mismo” la novela ya vale la pena.

Aunque, por otro lado, si tenemos que retraerle algo a Barrero es que los diálogos entre el protagonista y María, su mujer, que monopolizan la parte central de la historia, no les llegan a las suelas de los zapatos a los del prota con su padre. Pero es que, claro, los otros son muy buenos.

En resumen, para los que leéis solo el final de las reseñas: Lento es una novela corta, entrañable y tierna, que trata a veces temas duros con sensibilidad y mucho humor, y que cuenta la historia de un hijo que, con su inseguridad, sabotea su propia felicidad y de un padre paciente, sabio y pullero que, a fuerza de buena comida y metáforas culinarias, le abre los ojos. Es una novela con la que te vas a reír y de la que vas a aprender un par de cosas que ya sabías (como que todo tiene su tiempo) pero de las que te habías olvidado.

Ah, y aprovecho para colar aquí un mensaje para su autor, que seguro que nos lee. Ya sé que en los agradecimientos dices que no es él, pero, Andrés, si el personaje de padre está, ni que sea remotamente, basado en el tuyo, quiero conocerlo.

Laura Gomara

3 comentarios en «Lento, de Andrés Barrero»

  1. Muchas gracias, Laura
    El personaje del Padre se parece mucho más que remotamente al mío así que ya sabes, en un momento dado organizamos una excursión a Huelva, le conoces y aprovechamos para que nos dé un poco de comer.
    Me alegra haberte hecho sentir bien, es curioso cómo suceden las cosas. A mi tu novela me ha hecho viajar a mi propia infancia de forma indirecta pero intensa, y eso también hace sentirse bien aunque no sea feelgood, como dices. Gracias también por eso. Aprovecho para recomendar la tuya, Vienen mal dadas, por si alguien aun no se ha enterado.
    A lo largo de Lento puede haber momentos duros, pero desde luego la idea era que se cerrara con una sonrisa.
    Un abrazo,

    Andrés

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    • Habrá que ir a Huelva, entonces… Gracias a ti! Me gustó mucho leerla, y todo lo que digo en la reseña es cierto, por supuesto. Vienen mal dadas te llevaba a tu infancia porque es en Barcelona, ¿verdad? Durante un momento te he imaginado pasándolo tan mal como los personajes -.-! Ya avisarás para la siguiente!

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