Los tigres albinos

Los tigres albinos, de Hipólito G. Navarro

Los tigres albinos

Este no es un libro fácil de reseñar, me cuesta trabajo hablar de él porque mi relación con estos relatos van algo más allá de la admiración y cuando uno entra en el resbaladizo terreno de la veneración es fácil perder la objetividad y, dejándose llevar por el entusiasmo, caer en la hipérbole. Y esta colección de relatos no precisa de hipérboles, sino de lectores, porque hablan por sí mismos y lo hacen de una forma tan original, inteligente y divertida como muy difícilmente se puede encontrar en ningún otro escritor que yo conozca. Hipólito G. Navarro es un enamorado del cuento, un cuentista militante que apenas necesita palabras para contagiar su pasión por un género a cuyos pies caí rendido precisamente gracias a este increíble libro menguante.

¿Y porque es menguante el libro? La respuesta evidente es que lo es porque la longitud de los cuentos es decreciente hasta llegar al último, un microrrelato de 7 palabras que es el más genial, divertido y brillante homenaje posible al tan traído y llevado dinosaurio de Monterroso. Pero la verdadera respuesta, que tuve la suerte de conocer por boca del propio autor, tiene más que ver con otra realidad, con esa exigencia de muchas editoriales de “unidad” en los libros de relatos, pretensión a mi modo de ver insultante para los amantes del cuento porque cada uno es una obra completa en sí mismo y su mayor o menor heterogeneidad con el resto de los que componen el volumen no le aporta ni le resta nada necesariamente. Para alguien de la desbordante imaginación de Hipólito G. Navarro, incapaz de parecerse incluso a sí mismo según he leído en alguna parte, semejante exigencia es casi un imposible metafísico, de modo que tuvo que buscarse una estrategia (brillante, debo decir) para hacer su libro más atractivo a las editoriales.

Hipólito G. Navarro es un gran titulador, otras de sus obras tienen títulos tan sugerentes como “El cielo está López”, “Manías y melomanías, mismamente” o “El aburrimiento, Lester”, y dentro de este volumen hay cuentos con títulos tan geniales como “Los animales domésticos, luego existo”, “Base por altura partido por dos”, “Ecosistemas, biotopos, hábitats y desahucios”, “Jamón en escabeche”, “Orquídea de duodeno” y en fin, tantos y tantos relatos muchos de los cuales probablemente podrían ser considerados canónicos aunque, eso sí, de un género que comprendiera un único integrante. Los aficionados a los cuentos, sea a leerlos como especialmente a escribirlos, sabemos lo difícil y lo importante que es dar con un buen título, como sabemos además de la dificultad añadida de que el título, además de brillante no sea autónomo, que guarde relación con el cuento que introduce y sea un todo con él. Y en eso Hipólito G. Navarro es un consumado maestro.

No permiten estos cuentos la relajación, si el asombro es constante, la sorpresa acecha a la vuelta de cada página, en cada salto de línea. Uno nunca sabe muy bien lo que va a pasar, aunque el disfrute por lo que está pasando reste importancia a la incertidumbre: no ocurre como en esos cuadros de Hopper en los que tras la escena de aparente normalidad uno presiente que algo malo va a ocurrir o esta ocurriendo: aquí puede que ocurra algo malo o no, pero nunca se presiente. Uno podría quedarse a vivir en esa espera del desenlace de un cuento redondo, porque es uno de los lugares más habitables que haya parido la mente humana, esa mezcla de incertidumbre y disfrute, de alegría por lo que se va desentrañando y nostalgia por lo que va quedando atrás. Uno sabe que esos personajes y esas tramas no disponen de mucho tiempo efectivo para anidar en su memoria, pero la certeza de que lo están haciendo es tan gratificante que uno no teme el final de lo escrito, porque en este caso el papel no es sino la antesala de las futuras degustaciones ya más serenas, más pacientes. Siempre se pone el vino como ejemplo de sustancia que mejora con los años, cuando en realidad son los cuentos, la literatura en general, quienes poco a poco se agigantan en el recuerdo y se disfrutan cada vez más cuando cualquier detalle los trae caprichosamente de nuevo a la memoria. En su soporte en papel es un libro menguante, pero en su dimensión emocional es desmedidamente creciente.

Si tuviera que nombrar una característica que destacase por encima de las demás en estos Tigres Albinos, como en Hipólito G. Navarro en general, sería sin duda el sentido del humor. La originalidad en las tramas y en el uso del lenguaje también, qué duda cabe, pero por encima de todo estos son unos relatos muy divertidos. Pero no en el sentido en que lo son los también magníficos cuentos de, pongamos por caso, el añorado Roberto Fontanarrosa, el humor en Hipólito G. Navarro es una herramienta traicionera que sirve tanto para divertir como para camuflar el inevitable pellizco en el alma, la sorpresa, el susto o la emoción. Es más vehículo de sensibilidad que de risa, aunque la risa siempre esté ahí.

El autor es de Huelva, vive en Sevilla y, según sus propias palabras, es “biologo interruptus” y tengo para mí que las tres cosas, de una forma u otra, sea en los paisajes, las tramas o el lenguaje, están presentes en su obra. Su melomanía también, especialmente en lo que al jazz se refiere., y su amor por el cuento, su erudición en el tema, por supuesto. Es un libro para cualquiera que quiera disfrutar de un bocado de buena literatura, pero muy especialmente es un libro para amantes del cuento, una colección de relatos de cabecera todos ellos, en definitiva, perdónenme la hipérbole que al final, cómo no, tenía que llegar, una biblia en toda regla.

Andrés Barrero
andresbarrero@vodafone.es

5 comentarios en «Los tigres albinos»

  1. No hay mayor satisfacción cuando se escribe una reseña que saber que alguien lee el libro gracias a ella. Ojalá te guste y nos cuentes después tus impresiones.
    Muchas gracias

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  2. ¡Me encantan los cuentos y el humor, tomo nota, creo que no conocía este autor! Descubrí hace no mucho los microrelatos de Ana María Shua, y de Mario Benedetti, pequeños en extensión pero llenos de sorpresas y de un fino humor; disfrutaré seguro con los de Hipólito G. Navarro. Gracias, un saludo, S.

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  3. Increíble Hipólito,eso de biologus interruptor me lo tienes que explicar, igual nos vemos en el zoo ,por lo del hipo..campo…abrazos azules…

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