El ministerio de la felicidad suprema, de Arundhati Roy

El ministerio de la felicidad supremaLeí El dios de las pequeñas cosas hace tiempo. Se convirtió en mi libro preferido de aquel año y, aún hoy, lo considero uno de los que más han impactado en mi vida. Desde entonces, he querido leer más historias de Arundhati Roy, adentrarme de nuevo en su expresiva y cálida prosa, pero esta autora india no había escrito ninguna novela más. Por eso, cuando vi su nombre en la portada de El ministerio de la felicidad suprema, recién publicada por Anagrama, me lancé de cabeza. No me hizo falta saber de qué iba. Era el regreso a la narrativa de Arundhati Roy y con eso me bastaba.

Ya en la primera página encontré ese tono mágico que me enamoró en su primera novela. En ella, recrea una fábula de zorros voladores, buitres, murciélagos y gorriones. Sin embargo, de lo que habla, en realidad, es de la sociedad india en permanente conflicto. Pero aún estaba en la primera página y me faltaba mucho para entenderlo. Era solo el hilo inicial que me lanzaba Arundhati Roy para atraparme en su inmenso tapiz.

Al principio, pensé que El ministerio de la felicidad suprema contaba la historia de Anyum, una hijra (una mujer del tercer sexo, mitad mujer, mitad hombre) con acuciantes ganas de amar y ser madre. Pero, de repente, fue Tilo quien se apoderó del relato: una mujer en constante huida de sí misma y de los tres hombres que la amaron. Y yo, que estaba fascinada con el personaje de la adorable Anyum, tardé en acostumbrarme a los nuevos protagonistas, y vagué perdida por decenas de páginas, contemplando desde diferentes prismas la barbarie de la guerra sin fin de Cachemira. Pero, parafraseando a Kafka, la incisiva prosa de Arundhati Roy era como un hacha que rompía el mar helado dentro de mí, y eso me hacía seguir adelante. Se iban sumando personajes y escenas a esta historia de historias y, poco a poco, yo iba encontrando los hilos que unían a unos con otros. Solo al acabar sus más de quinientas páginas logré contemplar la obra en perspectiva y atisbar el sentido de ese tapiz de dolor y esperanza, si es que es posible comprender una ínfima parte de tanto desgarro.

Esta novela no puede entenderse sin conocer el activismo de Arundhati Roy en estos años. Su lucha contra la globalización o las guerras de Afganistán e Irak y su posicionamiento a favor de la independencia de Cachemira y de la abolición de las castas se plasman en las páginas de El ministerio de la felicidad suprema, donde los conflictos de los personajes son una forma más de ilustrar una sociedad hecha añicos. Quizá no sea tan memorable como El dios de las pequeñas cosas, al menos, para mí; pero Arundhati Roy vuelve a demostrar que es una excelente contadora de historias y que es capaz de transformar hasta el suceso más truculento en poesía. Solo por eso, su retorno a la narrativa ya es una gran noticia para la literatura. Espero que no tengamos que esperar otros veinte años para volver a disfrutar de ella.

4 comentarios en «El ministerio de la felicidad suprema, de Arundhati Roy»

  1. No es ni de lejos tan bueno como el anterior. Un tanto complejo para los no hindúes, con algún personaje formidable, pero un tanto excesivo. Y bastante filosofía simplona.

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    • Hola, Ana:
      Roy dejó el listón muy alto con ‘El dios de las pequeñas cosas’, quizá por eso, este nuevo libro es una pequeña decepción. Pero, como digo en la reseña, me encanta su prosa y esta compensa, para mí, las debilidades y excesos de la trama.

      Gracias por comentar.

      Un saludo.

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