Nada es crucial, de Pablo Gutiérrez
Ya saben ustedes que tengo un especial cariño por esta editorial, me gustan sus libros, me gusta como están editados, su diseño, y me gusta, ante todo, como arriesgan en sus elecciones.
Y dicho esto, ahora tengo que decirles que este libro de Pablo Gutiérrez también me ha gustado porque, pudiendo ver en este joven escritor influencias de otros autores más clásicos de la literatura española, nos sorprende con una narrativa propia y novedosa con la que nos obliga, a base de golpes bien dados, a centrarnos en una historia común de los años ochenta capaz de dejarnos K.O. en pleno Siglo XXI.
Yo, como Lecu, el protagonista del libro, y como seguro que muchos de ustedes, hemos vivido nuestra infancia y juventud en zonas urbanas en plena construcción. Las ciudades, en este caso Ciudad Mediana, tenían esos descampados en los que niños y jóvenes debían construirse y evolucionar como lo hacían esos mismos terrenos, hoy tragados por la especulación y ya desaparecidos.
El autor nos narra en tercera persona, pero tanto la voz de Lecu como la de Magui nos llegan tan cercanas que es como si ellos mismos se diseccionasen para nosotros. Mientras lees ves a los personajes presentes como si ellos mismos te contasen su historia y notas la evolución y el paso del tiempo.
La buena de Magui…, me ha caído bien esta chica, nacida lejos de esa ciudad, en un pequeño pueblo, y casi puedo entender su transformación, porque, aunque yo he sido una niña y una joven urbanita, siempre pensé que el control que un barrio de ciudad ejercía sobre nosotros, no podía diferir mucho de esa forma de vida rural de la que venían casi todos nuestros padres.
Verán, como les decía, yo sí he vivido en Ciudad Mediana, allí leí mis primeros libros y escribí mis primeros poemas, y recuerdo esos descampados en los que quedaban algunas ruinas de viviendas aisladas o esqueletos de fábricas, donde hacíamos sangrar nuestras rodillas trepando por ellas, esos lugares en los que unos fumábamos nuestros primeros cigarrillos y otros utilizaban sus últimas jeringuillas.
Eran tiempos duros, y no son muchos los libros que se han escrito sobre ello aunque si han sido muchos los restos culturales que nos han quedado sobre todo a través de la música y el cine, recuerdo que era cuando nacieron las madres temblorosas y los padres en paro, esos tiempos en los que los curas de barrio abordaban a los jóvenes para acercarlos a las parroquias y alejarlos de la calle.
Caballo, SIDA, metadona, pico, sobredosis, palabras que entraban a formar parte de nuestro nuevo vocabulario. Convivencias, encuentros de jóvenes cristianos, Movimiento Junior, Juventud Obrera Cristina, Cáritas, Proyecto Hombre…, otras palabras que también se incorporaban de la mano de los movimientos Cristianos. Eran tiempos de cambio y transformación social, y esos tiempos siempre son difíciles, y muchos son los que quedaron por el camino.
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(Fotografía de MIGUEL GENER)
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Es posible que estemos entrando en otro momento de cambio en la historia, y que debamos añadir nuevas palabras, y yo solo espero que no sean tan dolorosas como aquellas de los ochenta.Susana Hernández
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Susana querida! Felicitaciones por tu hermosa reseña; te cuento que yo crecí en un barrio pobre del oeste del Gran Buenos Aires, donde también veía a chicos descalzos y pobres y donde pasaban personas con armas en la mano ante mi miedo; tantas historias hay ahí, no? y que bueno que este autor se dedique a ese tema, me tienta leer el libro. De paso visitaré la página de la editorial para ver otros títulos, que al menos este tiene una tapa/portada genial.
Saludos y nos leemos!
Muchas gracias por tu comentario Roberto!
Muchos de los que hemos crecido en las “ciudades medianas” hemos conocido esos descampados, jeringuillas y chicos como Lecu, (en mi caso no había pistolas)…
En relación con la portada, a mí también mi ha gustado mucho, pero por lo general Lengua de trapo, la Editorial cuida mucho todo el diseño de sus libros.
Un fuerte abrazo!