Purga

Purga, de Sofi Oksanen

Purga

Desde el momento en que Aliide encuentra a Zara desmayada en su jardín comienza a desvelarse una vieja historia de rivalidades y traiciones familiares que obliga a las dos mujeres a enfrentarse a su pasado.

Opina Rodrigo Fresán que “cuando empezamos a leer, nuestra relación con los libros pasa por la identificación con el personaje.  (…)  Con el correr de los años, el lector deja de identificarse con los héroes de la ficción para identificarse con la realidad del escritor. El cómo se cuenta una historia acaba imponiéndose por encima de la historia misma.  No estoy seguro, entonces, de que los lectores evolucionen.  Pienso que, tal vez, acaban perdiendo algo por el camino, lo más importante: la posibilidad de ser uno con el héroe, de combatir y vencer a su lado”.

Como soy de los que suelen fijarse más en cómo está escrito un libro que en la historia en sí, no estoy seguro de que lo más importante al leer un libro sea la identificación con el protagonista, aunque sí es cierto que apartarse de él para sentarse junto al escritor tiene algo de pérdida.  En todo caso, estoy convencido de que cuando se tiene una buena historia que contar, basta con contarla, sin artificios ni trucos, como haría un cocinero que disponiendo de los mejores ingredientes no puede sino preparar un guiso sencillo y sabroso, sin necesidad de añadirle especias que enmascaren su sabor original.

Y eso es lo que hace Sofi Oksanen con Purga; una historia tan potente no necesita condimento, basta con ponerla al fuego y darle su tiempo, como hace Aliide con sus confituras y sus conservas.

Porque Aliide dispone de las frutas y verduras de su huerto y de mucho tiempo, pero su vida no es tan idílica como parece: una casita junto al bosque, perdida en la zona más rural de Estonia, es un lugar muy tranquilo para vivir, pero una anciana solitaria y desvalida como ella no debe confiarse.  El año 1992, recién recuperada la independencia de la pequeña república báltica, promete un futuro apacible y próspero, pero Allide, que ha sobrevivido a épocas terribles, sabe que nunca faltarán las amenazas.  Por eso no es de extrañar que cuando encuentra a Zara inconsciente en su jardín su primera reacción sea de desconfianza, más aún cuando la historia que le cuenta la joven rusa, desorientada y asustada, no es demasiado convincente.

Sin embargo, a pesar de tratarse de dos mujeres de épocas y mundos diferentes, casi antagónicos, tienen en común mucho más de lo que imaginan: ambas están solas e indefensas.  Zara tiene miedo, es evidente, tan evidente como que oculta algo.  Pero lo único que le diferencia de Aliide es que a ella se le nota, porque la anciana también está asustada, y también guarda un secreto.

Pero, a pesar de todo, Aliide acoge a Zara en su casa y entre ellas se crea un frágil vínculo; un delgado hilo que las une y al que ambas se aferran aunque esté siempre tenso, siempre a punto de romperse.

El duelo dramático entre Aliide y Zara es digno de una obra de teatro y de hecho es así como inicialmente lo concibió Oksanen.  Pero entre asalto y asalto, con las dos mujeres sentadas en silencio en la cocina, amasando con parsimonia el pan y los recuerdos y las culpas, sobre ellas se despliega una tupida red de secretos familiares y traiciones, de deseo y ambición más propia de un inquietante thriller.

Guiado por la mano suave pero firme de Oksanen, el lector va a recorrer esa red, adelante y atrás en el tiempo entre los años cuarenta y los noventa, descubriendo la historia de Aliide y su familia –la guerra, la ocupación soviética, las purgas, la caída del Muro– y contraponiéndola con la de Zara, su sueño de huir a Occidente y la pesadilla en la que se convirtió.  Una historia que quizá sólo alguien como Sofi Oksanen podía escribir ya que, aunque nació y se crió en la próspera Finlandia, cada año veraneaba en Estonia, en el koljós (una cooperativa agrícola soviética) donde vivía su abuela.  Allí, lejos de la Estonia a la que tenían acceso los occidentales, conoció perfectamente el mundo cerrado y asfixiante que describe magistralmente en Purga.

No cabe duda de que Oksanen tenía una buena historia entre manos; por eso no necesitó de mayores artificios para alumbrar una gran novela.  Pero no crean que se conformó con ponerla sobre el papel de un modo simple y ramplón, sino todo lo contrario.

En Purga, mediante capítulos cortos que se suceden con un ritmo subyugante, Oksanen deja que las historias de su coro de personajes fluyan, controlando a la perfección el ritmo narrativo: a veces lento, recreándose en el detalle, en los olores de la cocina, en el vuelo de una mosca que acecha la despensa, y de repente rápido, trasladando al lector a toda velocidad por el tiempo mientras que los acontecimientos que se presentían en el aire páginas atrás inevitablemente suceden, como eslabones de un destino fatal que encadena a todos los personajes.

Combinando sabiamente el lirismo y el realismo, sin recurrir a suspenses artificiosos, Oksanen domina tan a la perfección el paso del tiempo que en Purga el pasado y el presente no sólo se alternan; también se mezclan.  Parecen siempre el mismo tiempo circular que se repite una y otra vez, variando sólo el color de los uniformes: con los nazis podías terminar en un campo de exterminio; con la checa soviética, en Siberia.  Ahora llegan las mafias rusas: todo cambia para que todo siga igual.

“Aunque los rublos se habían convertido en coronas, aunque los vuelos militares que la sobrevolaban habían ido a menos y las mujeres de los oficiales no hablaban tan alto, aunque desde los altavoces de Pitkä Hermman sonaba sin cesar el himno de la independencia, siempre había una nueva bota de cuero curtido al cromo, siempre llegaba una bota nueva, igual o diferente, pero que siempre pisaba la garganta del mismo modo.  Las trincheras se habían cubierto de tierra y vegetación, los casquillos en los bosques se habían oscurecido, los refugios subterráneos se habían derrumbado, los caídos se habían descompuesto, pero ciertas cosas no cambian.”

No, hay cosas que no cambian.  Una vez sembrada la semilla del odio y de la violencia, nadie puede evitar que germine y de su fruto, envenenando a generación tras generación de jóvenes, condenándoles al infierno de la guerra, del nacionalismo, de las deportaciones o del éxodo a un Occidente que promete un futuro tan rutilante como engañoso.

Porque a pesar del título, las purgas no son las únicas desgracias que se abaten sobre la comunidad de Aliide.  Durante el mandato de Stalin, miles de estonios fueron purgados y deportados a Siberia, pero con la palabra que en finés podemos traducir como “purga”, Oksanen también quiso jugar con otros significados: “Cuando comencé con la obra de teatro y tuve que plantearme el título, pensé mucho sobre las reacciones traumáticas que la gente suele tener después de experimentar un acto de violencia, o de ser violada.  La gente siempre intenta limpiarse. Así que ese fue el primer significado: purificación”.

Y si esta es una historia sobre cómo sobrevivir a la represión y al terror en sus muchas formas, también lo es sobre los actos que cometemos para sobrevivir, sobre cómo nos marcan y cómo necesitamos limpiarnos de su huella y enterrarlos para poder seguir.

Recuerdos que luego deben dormir en el cuarto más oscuro y recóndito de la memoria, cerrados bajo llave para que nos dejen vivir.  Y todo eso estaría bien si no fuese porque el sueño de los recuerdos es ligero y porque siempre, tarde o temprano, aparece alguien y encuentra la llave del desván de la memoria.

¿Son tan diferentes las vidas de Aliide y Zara?  En realidad no; ambas ambicionaron más de lo que tenían, más de lo que les permitían tener, ambas quisieron controlar su destino y ambas, finalmente, pagaron un elevado precio por ello, como siempre les sucede a las mujeres.

Muchos méritos acumula esta historia subyugante de rivalidades, de traiciones y de mentiras, de pasiones y sueños que envenenan el espíritu, de guerras que no terminan con un armisticio.  Además, a título personal, añadiré que Sofi Oksanen ha conseguido que recupere esa posición de mis primeras lecturas y me sitúe junto a las protagonistas, que tema por ellas y aguce el oído por si se oyen pisadas en la grava del jardín de Aliide, que intente avisar a Zara del peligro que corre.  Y tiene doble mérito, porque ambas mujeres distan mucho de ser unas heroínas, pero quizá sea seo, sus flaquezas, sus pasiones, sus sueños, lo que hacen que sea tan fácil ponerse en su lugar.

 

Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es

 

7 comentarios en «Purga»

  1. A mí también me despertó una gran curiosidad cuando se publicó, y desde entonces lo tenía en espera en la estantería, sin decidirme, por la estúpida razón de que “no es de mi estilo”. Bueno, cuando un libro es bueno no entiende de estilos y lo disfruté mucho.

    Gracias por vuestros comentarios y espero que si lo leéis os guste tanto como a mí.

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  2. Felicitaciones, la reseña atrapa; yo creo que lo bueno es que podamos leer un libro como lectores (o sea, disfrutando la historia) y como escritores o proyectos de escritores (o sea, mirando cómo está escrito) Tal vez una manera de leer no deba tapar a la otra; saludos!

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  3. Estupenda reseña, Javier, ya veo que en esta novela fondo y forma se conjugan para el placer del lector. Yo también me fijo mucho en la manera en que está escrita una obra, pero si no logra un buen equilibrio con el contenido siempre acaba por decepcionarme. :/
    ¡Saludos!

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  4. Por supuesto, Roberto, uno puede fijarse más en la forma que en el contenido o al contrario, pero ambas facetas van unidas en los buenos libros. Gracias por tu comentario.

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