Un asesinato musical

Un asesinato musical, de Batya Gur

un-asesinato-musicalEstán los thrillers, están los thrillers inteligentes y, luego, están los thrillers de Batya Gur (1947-2005). La separación no es baladí: esta escritora no se parece a ningún otro autor de ese género que yo haya leído. Y no es que sus desenlaces sean de los que dejan a uno atónito, pensando que no lo había visto venir; pero ya hay muchísimas novelas así, y muy pocas como las seis que componen la serie protagonizada por el inspector israelí de origen marroquí Michael Ohayon, ese historiador del arte reconvertido en policía, contradictorio, inteligente y sensible, cualidades, al menos las dos últimas, completamente pertinentes para describir a la propia Batya Gur. A tal autora, tal obra; por eso me congratulo de que Siruela la haya reeditado en su excelente colección de novela policiaca, proporcionando así al lector en español una nueva oportunidad de descubrir a esta autora no tan conocida como merece.

Un asesinato musical es la cuarta novela de la serie protagonizada por Ohayon y es, más que cualquier otra historia anterior, una novela sobre el propio Ohayon; en ese sentido, se puede decir que es más una novela con una trama policial que una novela eminentemente policiaca. Batya Gur hace gala, más que nunca antes, de su agudeza y su sensibilidad -así como su compasión- para el retrato psicológico. A diferencia de la mayoría de las novelas sobre crímenes, en las obras de Gur llegamos a conocer a los personajes tanto como en cualquier otro género, si no más, hasta el punto de que, cuando llega el desenlace y se desenmascara al asesino, no nos importa tanto quién es ni si hemos llegado a adivinar su identidad y por tanto no hay elemento sorpresa, como que sus actos cuadren con la imagen que de él nos hemos hecho gracias a la información que nos ha proporcionado la escritora. Y cuando sucede que en una novela policiaca el desenlace es perfectamente lógico y verosímil y no hay ases sacados de la manga ni trucos de última hora, queda una sensación de satisfacción, de haber disfrutado de una obra cuidada, redonda, sin fisuras ni notas discordantes.

Un asesinato musical difiere un poco de obras como El asesinato del sábado por la mañana o Asesinato en el kibbutz en que no se nos introduce tanto -aunque también- en un mundo cerrado, una especie de clan con sus propias normas y límites, donde el crimen es a la vez consecuencia y herida mortal de la cerrazón de ese mundo. En esta ocasión, el círculo elegido por Batya Gur para ambientar su historia es el de la música clásica. Michael Ohayon traba amistad con Nita van Gelden, chelista, madre soltera de un bebé, y miembro de una familia de músicos famosos formada por su padre y sus dos hermanos, Theo y Gabriel. Se van desarrollando paralelamente dos tramas: la historia intimista y personal de Ohayon, que además lucha por quedarse con un bebé que ha sido abandonado cerca de su puerta, y la del crimen que se comete en el seno de la familia Van Gelden. Entre el inicio y el desenlace comparecerán personajes secundarios, algunos de ellos habituales en la serie, como los policías que acompañan a Ohayon -el socarrón Danny Balilty y los leales Eli y Tzilla, por ejemplo- y otros accidentales, como los Van Gelden, su extraño amigo Herzl; Izzy Mashiah, pareja de uno de los hermanos, y Ruth, asistente social. Cada uno de ellos se nos hará conocido gracias a retratos tal vez no exhaustivos, pero sí intensos, ricos y vigorosos.

En las novelas de Batya Gur, todos los personajes son importantes para la autora, no sólo los principales, y eso se nota en el espacio que ella dedica a cada uno, en cómo abre para nosotros sus almas y sus vidas. A veces, por esa abertura podemos ver un amplio panorama -caso de Michael Ohayon, en cuya personalidad contradictoria y sensible, solitaria pero anhelante de afecto humano, y en cuyo amor por el saber seguramente se reflejan rasgos de su creadora- y, otras, tan sólo un vislumbre que nos deja con ganas de más -en este caso, en el personaje de Ruth, o en el de la atractiva y eficiente policía Dalit, por no hablar de la atormentada chelista Nita van Gelden-; pero, en cualquier caso, identificamos a esos personajes como personas de carne y hueso, nunca meros estereotipos.

A pesar de un arranque que se toma su tiempo, y de una proliferación de tonos intimistas y melancólicos, Un asesinato musical es también una amenísima lectura policiaca que reserva agradables sorpresas de la mano de una autora de erudición nada desdeñable, que comparte con nosotros interesantes teorías acerca de diversos estilos musicales y del significado de obras cumbre de la época clásica.

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