Valeria al desnudo

Valeria al desnudo, de Elísabet Benavent

Valeria al desnudoQuerida Elísabet Benavent:

Las líneas que siguen están escritas desde el corazón. Mi carta servirá, además, como puente entre dos mundos, el real y el imaginario, para que comprendas sólo una cosa, una pequeña cosa que en el fondo es demasiado grande: cómo me has hecho sentir. Son pocas las veces en las que desnudamos los sentimientos y eso, en este caso, es necesario. No comprendería hablar de Valeria al desnudo sin entregarme en cuerpo y alma. Y es que la vida, a veces, nos regala esas piezas que encajan tan a la perfección que es imposible no sentirnos atraídos por ellas. Esto ha sido un viaje, ese viaje que desde mi niñez imploré por llevar a cabo, caminando paso a paso, como si me dirigiera a un país de Oz en el que me esperaba el mago más famoso de todos los tiempos, aquel que me llevaría de regreso a la felicidad más absoluta: el amor. Tu amor Elísabet, ese que se escapa entre las líneas, ese que se cuela en las grietas de la piel y que inundan los pulmones, inundan el estómago, el cerebro, cada nimia parte de un cuerpo delgado como el mío, pero que se ensanchaba con cada página, con cada capítulo, con ese ir y venir de un amor que se escurre como la arena, pero que acaba llegando a su destino porque el viento lo dispone. El tiempo es un gran enemigo a veces y ese ha sido mi gran error. Tardar demasiado, alargar los días hasta llegar aquí, a tu final, a ese cierre que no lo es, porque Valeria y Víctor, porque ellos dos, porque tú, porque yo, continuamos andando pero un poco más huérfanos. Hoy es un gran día, hoy estoy feliz, porque por una vez en la vida he conseguido algo que creía imposible: enamorarme de las líneas que has trazado para todos nosotros.

Hay una caricia que se dibuja, que puede trazarse en mi cuerpo cada vez que una lectura ha hecho mella, ha llegado al fondo, ha conseguido desequilibrarme y hacer que remonte el vuelo. Tú, Elísabet Benavent, tú, me has dado esas alas, magulladas por los sinsabores del tiempo y los amores no correspondidos, para poder de alguna manera renacer de unas cenizas que creía ya olvidadas. Hay un antes, hay un después, pero en ese entremedio, en ese espacio que suele formarse cuando uno suspira tras un beso profundo, se encuentra Valeria al desnudo, como si en ese espacio, como si tras lo escarpado del camino consiguiera llegar a una llanura, a descansar, a poder sentir que un hogar se filtra a través de las rendijas de mis ventanas. Y aunque eso no se entienda, yo sé que tú lo harás. Porque navegamos Elísabet, navegamos todo el tiempo, muchas veces sin remo, intentando no chocarnos con aquello que nos ponen en medio las olas, y es que así es como me sentía, como un bote que navega sin rumbo fijo, a la deriva, a esa especie de infinito que es el horizonte. Pero ahí, en ese punto que todos buscamos para salvarnos la vida, aparecía como la luz de un faro tu libro, ese que cierra un ciclo, que supone un final, pero en el que está inscrito otro comienzo. Nadie debiera ser igual después de su lectura. Y así es como yo me voy acercando a esa luz, que pequeñita, intenta sobresalir entre tanta oscuridad. Tú le das luz, por escribir y por existir, esa es la verdad.

Sé que lo entiendes, sé por qué te hablo así, con franqueza, con este corazón latiendo a toda prisa. Y es que en el fondo nos enamoramos de algo, de alguien, y en este caso es de tus libros. Leer una página, sólo una más, esa expresión que nunca se cumplió porque siempre necesitaba más. Han sido cuatro meses de aventuras, cuatro meses de amor, cuatro meses con cuatro libros, y dos gin – tonics que se convirtieron en una agradable conversación. Tengo, mientras escribo, una imagen pegada a la mente: la de un chico que temblaba fumando un cigarro deseando conocer a la persona que le había hecho vivir tanto. Y al abrigo de una calle que no conocía, fui convirtiendo mi vida, mi ruta, mi brújula, en los libros que habías escrito, que habías parido con orgullo, como esas madres que quieren a sus hijos, con devoción, con el cariño más infinito. Tú, Elísabet Benavent, eres lo que los lectores llamamos un lujo, uno de esos tesoros que imploramos por conocer, que se entregan, que nos hacen entregarnos a la más gloriosa de las pasiones: la lectura. Tú, Elísabet, eres esa persona que se cuela en nuestras vidas y que lo revuelve todo. Tú, Elísabet, eres la que nos permite soñar sin temor a despertarnos.

Dije al principio que estas eran las palabras que salían de mi corazón. Y aunque el corazón no hable, aunque sólo lata, debes saber Elísabet que sin ti, después de todos estos meses, no me hubiera convertido en lo que soy ahora. Ese es mi regalo, que te entrego sin condiciones.

Gracias, por la existencia.

Un beso

Sergio

1 comentario en «Valeria al desnudo»

  1. Oh! Diosss!!! Sé quien es Elisabet, pero no sabía quién era Sergio, pero describe tan bien los que nos pasa a todos cuando leemos la saga..Nos horada el Corazón. Creo que Beta estará más que orgullosa de leer esto y yo ahora me haré seguidora de los comentarios de Sergio Sancor que me gustan tanto como Valeria.

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