De repente llaman a la puerta

De repente llaman a la puerta, de Etgar Keret

Aturdido, taquicárdico, y sufriendo de alucinaciones, necesito urgentemente contrarrestar la sobredosis de imaginación que me ha producido este libro, así que, con vuestro permiso, me voy a inyectar 10g de topicazos: leer es ver el mundo a través de los ojos del autor.

Ahhhhhhh.

Ahora lo veo todo más claro. Veo que algunos escritores tienen una visión más o menos panorámica, otros cogen la lupa y estudian centímetro a centímetro el pequeño mundo que nos presentan, otros se ponen unas lentes que disorsionan la visión, mientras los de más allá hacen un poquito de todo eso. Pero Etgar Keret es un escritor un tanto más ecléctico en su visión, y para sus historias tan pronto utiliza la lupa como un telescopio solar, pasando por el microscopio, los rayos X o incluso el colonoscopio. Y lo hace tan bien que hay que advertir al lector: si lees este libro es probable que no vuelvas a ver la vida del mismo modo. La realidad se meterá enmedio.

La literatura israelí tiene en Amos Oz, Abraham Yehoshua y David Grossman a sus chicos de oro, y en Yoram Kaniuk a su enfant terrible. Todos ellos son grandísimos escritores, y no hay duda de que alguno ganará un día el Nobel. Pero dentro de sus diferencias, todos tienen un punto en común: la tragedia. Todas sus novelas están, en mayor o menor medida, marcadas por la tragedia, sea la Shoah, la Guerra de la Independencia de Israel, la de los Seis Días, o el interminable conflicto con Palestina.

En ese panorama, Etgar Keret destaca como un bicho raro. (Qué acertada, en ese sentido, la portada de Siruela para el libro que nos ocupa). Mientras los gigantes de la literatura de su país nos hablan de las eternas repercusiones que tienen sobre sus personajes los grandes desastres y tragedias de la historia, Keret nos habla de las miserias de nuestra vida, de nuestro cuerpo, de nuestra conciencia; nos mete la mano hasta el fondo, nos da la vuelta y muestra nuestras interioridades a todo aquél que se atreva a mirar. Algo parecido a lo que les sucede a uno de sus personajes:

 … una noche, aprovechando que se había quedado dormido con la boca abierta, metió en ella un dedo con mucho cuidado hasta debajo de la lengua y encontró lo que era. Una pequeña cremallera. Una cremallerita. Y al abrir Ela la cremallera, su querido Tsiki se abrió como una ostra…

 Podría pensarse, a tenor de lo dicho, que la lectura de De repente llaman a la puerta es una experiencia desagradable, cuando no dura y descarnada. Pero, en más de un sentido, no hay nada más lejos de la realidad. El libro, compuesto de treinta y tantos relatos cuya extensión va de breve a brevísimo, está escrito con mucho sentido del humor, una imaginación desbordante, y ni un ápice de solemnidad. A los que no conocíamos a Keret, nos da la sensación de encontrarnos ante un autor que sabe que ya no tiene que convencernos de su talento (ha escrito varias colecciones de relatos, una novela, y varios guiones de cine), y ahora puede dedicarse a jugar con él y estirarlo a ver hasta dónde puede llegar. Y llega muy lejos. Tanto como ese personaje suyo que viaja al mundo de las mentiras que ha contado en su vida.

Algunos de las historias son pequeñas muestras de cómo se escribe un relato, y sería difícil elegir una. Keret reconoce a Kafka, Vonnegut, Faulkner y los hermanos Coen como algunas de sus influencias. Es difícil, además, no percibir en su escritura el absurdo de Woody Allen o la sutileza de Chéjov. El resultado, relatos como”¿Qué llevamos en los bolsillos?”, un perfecto ejemplo de ridiculez dignificada, o su lado opuesto en “Tras el final”, la humillación de la maldad. La larga treintena de relatos sorprende por su variedad temática y técnica. En ningún momento nos da la sensación de que el autor nos está contando otra vez lo mismo. En ocasiones nos hace reír con la risa del absurdo, pero en la mayoría de los casos lo que nos queda es una incómoda mueca, ésa que, instintivamente, utilizamos como defensa ante una realidad que nos avergüenza porque nos reconocemos en ella.

Así que quedáis advertidos: De repente llaman a la puerta es un libro inteligente, original,  divertido, turbador, y lo peor de todo, enormemente adictivo.

2 comentarios en «De repente llaman a la puerta»

  1. …La literatura israelí tiene en Amos Oz, Abraham Yehoshua y David Grossman a sus chicos de oro, y en Yoram Kaniuk a su enfant terrible. Todos ellos son grandísimos escritores…

    Muy buenas y muchas gracias por tu blog y el trabajo que le pones!!
    Pero yo diria que entonces no haz leido nada de la literatura Israeli si no has vivido la delicia de leer un libro de Meir Shalev!!!!!! Ya se que todo es cuestion de gusto… pero yo no cambiaria ninguno de los cuatro (ojo, que los leo en hebreo!!) con Meir Shalev. Date el gusto y comprate uno libro de el – trata de empezar con ESAU pero todos son hermosos!!
    Yo ya estoy salivando (junto con sus muchos lectores) y esperando el proximo (despues de tres anios!!!) que esta anunciado para la feria del libro hebreo el proximo Mayo. Saludos literarios desde Israel.

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  2. Gracias por tu comentario.
    La verdad es que no conocía a Shalev (sí a Tsruya Shalev -aunque no la he leído-, que por lo visto es su prima). Meir no es muy conocido en España, y he encontrado muy pocos libros suyos en la biblioteca, pero le pondré un poco más de empeño, ya que viene tan bien recomendado.
    Un saludo.

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