Antes del huracán, de Kiko Amat

Antes del huracánTengamos la casa donde la tengamos, seamos de la manera que seamos, todos vivimos en algún momento en el extrarradio, todos somos alguna vez diferentes. Por eso, ese «Ser diferente y vivir en el extrarradio» que protagoniza en blanco sobre rojo la faja de esta novela es un grito a todo aquel que se crea lector, es decir, tú y yo, ¿no? Primer punto para Anagrama. Pero además, si la obra en cuestión está firmada por Kiko Amat, la luz que emerge de todo libro en el plagado mar de novedades y nos llama y nos incita a cogerlo dentro de una librería, a pesarlo con la manos, a darle la vuelta, a pasar la mano por encima para dejar al tacto la decisión de compra, a olerlo, es todavía más intensa. Dos puntos.

Antes del huracán, de Kiko Amat, puede ser dos cosas, diferentes pero indivisibles: por un lado, una fuerte sacudida a todo aquel que esté tranquilo en el lugar o estado en el que esté, y por otro, esa palmada al hombro que a veces te da la vida, sin excusas, sin porqués, dejándote un mensaje en el cuerpo de calma, o mejor dicho de comprensión, de confianza ante algo que sucede a todos pero que cuando ocurre el paciente cree que solo le pasa a él: la vida, sus miserias, el discurrir de un río que siempre viene en contra. En esta novela, Amat presenta a Curro, protagonista indiscutible de una narración con dos focos, el del Curro niño y el del Curro adulto. El Curro niño, de once años, vive en el extrarradio de una Barcelona preolímpica, con unos padres que siempre parecen estar a punto de llevarse el bote de la desesperación. Él, al estilo de un Holden Caulfield barcelonés, bordea el desastre de unas vidas cercanas que parecen acumularse siguiendo la verticalidad de los edificios de Sant Boi del Llobregat. Siempre ajeno, el Curro niño, precoz en todo (sentimientos, vida, pensamiento), buscará adivinar hasta dónde es capaz de llenarse de sufrimiento, ajeno y propio. El Curro adulto, desde la actualidad que da un 2017, se encuentra ingresado en un hospital psiquiátrico, muy cerca de la casa de su infancia. Allí, junto a su fiel y sanchificado compañero y sirviente Plácido, crea una realidad en la que será el lector (que se atreva y sepa; yo no sé) quien decida qué es verdad y qué no. Realidad totalmente palpable mezclada con fantasmas, con delirios, con ¿ficción? Estos dos flujos de tiempo, tocados en ocasiones por interludios de un Curro todavía más actual pero menos localizable que llena huecos de su pasado con palabras a un amigo de bar, se mezclan hasta conseguir crear la vida completa de Curro según Curro.

Una voz nos habla y es a quien debemos o deberíamos creer. Pero esa voz viene de alguien que ha acabado (¿o ha empezado?) en un centro psiquiátrico. La novela se inicia con un aviso: «Me he inventado todo esto». ¿Lo dice Kiko o lo dice Curro? Se busca lector interactivo para novela de Kiko Amat.

Antes del huracán, además de todo lo dicho, es la muestra de cómo lo risible puede ser trágico y de cómo lo trágico puede ser risible. Curro y Plácido, desde la atalaya externa de la cordura, provocan risa pero dejan poso de pena. Curro y Priu, amigos niños y cracks en el regate a la ruina,  provocan pena pero dejan poso de risa. Desde las citas célebres de Churchill en boca de Plácido hasta los tecnicismos nazis que domina Priu, pasando por la botella de Xibeca en ronda, las pastillas de una madre totalmente desconectada, el deporte del padre como excusa negra, la desaparición de las coordenadas de un mapa que es la vida. Todo ello se encuentra en este recorrido vital por el deambular perdido de alguien que ve convertir su vida, sin posibilidad de arreglo ni control, en un saco al que todo aquel que pasa golpea. Curro es algo así como un bidón de basura que, al llenarse de todo lo que tiran en él, en vez de rebosar, se vuelca.

Leyendo Antes del huracán, (prosa excepcional, por cierto) me preguntaba: ¿Y si Curro Abad fuera el anverso de Alonso Quijano? Uno se vuelve loco por el exceso de ficción, otro se vuelve loco por el exceso de realidad. A veces, muchas, lo más bonito se ve en el instante antes de la catástrofe. A veces, muchas, lo más bonito se ve en el instante antes de.

«Antes del huracán, cuando el mundo estaba aún encajado en su eje».

2 comentarios en «Antes del huracán, de Kiko Amat»

Deja un comentario