Antología, de Osamu Tezuka

AntologíaEn la excelente exposición sobre Disney. El arte de contar historias que se puede ver estos días en el Caixaforum de Barcelona, he tenido ocasión de volver a ver algunos de esos cortos que tanto me maravillaban de niño, historias que podían ir desde El sastrecillo valiente a Los tres cerditos, y en las que, en un alarde de inagotable creatividad, los gags se sucedían sin dar tregua a los embobados ojos del niño, en este caso yo.

Luego uno crece, y además de la voz grave y el vello en las axilas, nuestras desbocadas hormonas producen un niñato resabido y con afán de envejecer que le hace despreciar lo que hasta ese  momento adoraba. Pues bien, la exposición sobre Disney me hizo volver a apreciar como se merece (se pongan como se pongan nuestros cansinos antiamericanos habituales) la grandeza artística de la factoría Disney, uno de los mayores iconos culturales de nuestro tiempo.

Alguien que se acerque con ínfulas intelectualoides a esta Antología de Osamu Tezuka podría caer en la misma falta que ese adolescente resabido que renegaba de la magia. Abrir al azar este contundente tomo y echar un somero vistazo a las casi mil páginas de vellón que lo componen puede hacer pensar a quien así obre que está ante una larga función de circo con acrobacias, coscorrones y persecuciones alrededor de un árbol, cuando en realidad, como aquellos cortos con un Mickey Mouse todavía sádico, se encuentra ante unas obras que fueron absolutamente revolucionarias en su día, que marcaron el curso que iba a seguir la novela gráfica, y que, a pesar de ello, no  son de interés meramente museístico para el lector actual.

Mirad, sin ir más lejos, las primeras páginas del libro y decidme si conocéis a un autor que sepa imprimir a sus viñetas ese ritmo, esa velocidad, ese dinamismo y ese inconfundible carácter cinematográfico que les daba el maestro Tezuka. En ese sentido, es posible que, estéticamente, La nueva isla del tesoro, sea más avanzada que las siguientes historias, en las que la influencia del cine pesa más que la exploración de un nuevo lenguaje para el cómic. Nos encontramos en esta historia a un Tezuka de, ojo al dato, 19 años que experimenta con el movimiento, el ritmo y las perspectivas, y que, fuertemente influido por la cultura occidental, adapta algunos de nuestros clásicos al manga, un manga al que él solito va a darle la forma con la que hoy conocemos este género.

Tras La nueva isla…, completan esta Antología Lost world (El mundo perdido), Metrópolis y Next world, todas escritas en apenas cinco años, los que van desde 1947 hasta 1952. Estamos, como veis, en plena posguerra, y no deja de pasmarnos ver la vitalidad con la que, en un Japón devastado, Tezuka creaba sin descanso unas obras rebosantes de fantasía, acción y sentido del humor. No faltan, por descontado, las referencias a la terrible tragedia que acaba de asolar el mundo, pero dichas referencias ocupan un segundo plano y están desprovistas por completo de moralina.

Lejos de la sofisticación de sus obras posteriores, dicho sea en el buen sentido de la palabra, en estas obras tempranas del maestro japonés tenemos un mundo poblado por buenos y malos, científicos chalados, agudos detectives, millonarios sin escrúpulos, niños sin miedo, animales parlantes, vida extraterrestre y todo lo que pueda plasmar en un dibujo una imaginación sin freno que ha mamado a chorros de la cultura americana. Y aquí es donde viene a cuento Disney, porque la influencia de la marca del ratón, así como de otras grandes productoras de animación, sobre nuestro idolatrado autor es evidente. Por estas páginas se pasean Mickey Mouse, Betty Boop, Popeye, además de Charlie Chaplin, los Hermanos Marx, Tarzán, los héroes del cine negro y muchísimos más. El propio Tezuka, que se permite de vez en cuando toques postmodernos, como esas referencias que hace un personaje a otro sobre la viñeta que flota sobre ellos, aparece en un cameo final, como si no pudiera estar ausente de ese sentido llamamiento a la paz mundial.

Disfrazada de mero entretenimiento, esta Antología de Osamu Tezuka es mucho más. Quizá el primer capítulo en la historia del manga moderno.

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