El último Dickens

El último Dickens, Matthew Pearl

El último DickensAntes que nada hay que decir en su favor que esta novela tiene un objetivo claro y lo cumple con creces: entretener. Es un thriller absorbente, de los que no dan respiro, con el atractivo añadido del concurso de personajes reales, especialmente Charles Dickens, y de una trama que gira en torno a la búsqueda del manuscrito de la última e inconclusa obra del genial autor, aunque no sólo.

La obra es esclava de su género, esto es, sacrifica la profundidad psicológica de los personajes y la complejidad estilística en pro de la fluidez, el ritmo y la trama, y el resultado es un libro muy fácil de leer, de ritmo trepidante y con una sabia administración de los sucesos para mantener la atención sin altibajos desde el principio hasta el final. También es cierto que esa esclavitud conlleva, al depender prácticamente en exclusiva la tensión narrativa de la trama y ser esta compleja, que sea el escritor quien se vea obligado a plantearla toda ella para no dejar cabos sueltos, con lo que no queda mucho espacio para el trabajo del lector, quien no tiene más trabajo que esperar a que se resuelvan los misterios por sí solos, pero, repito, eso es una herramienta encaminada a la consecución de un fin, y ese fin, la evasión, el entretenimiento,  se logra sobradamente.

La obra, sin embargo lo expuesto, no es sólo eso, hay que destacar otras características en su haber, como por ejemplo la valentía del autor al convertir a Dickens, alguien tan querido y admirado, en personaje, pero, sobre todo, el compromiso, tan dickensiano por otra parte, con las minorías que sufren algún tipo de discriminación, en este caso las mujeres divorciadas (delirante la legislación que obligaba a Rebecca Sand, la asistente del editor protagonista, a no mantener ningún tipo de relación amorosa en los dos años posteriores a un divorcio que se concedía a título provisional y que, en caso de no cumplirse esa condición, se vería revocado de inmediato). También es cierto que no son comparables la denuncia de una situación actual y la de una del pasado, pero en cualquier caso la voluntad del autor por poner de manifiesto las dificultades de la mujer por obtener un lugar en la sociedad más allá del papel de ama de casa y madre del que gozaban hasta entonces, es loable.

Otro aspecto positivo destacable es la descripción del ambiente editorial en Estados Unidos a finales del siglo XIX, y lo es no sólo porque es ciertamente curioso, sino porque está de sorprendente actualidad con las leyes antipiratería. Más allá de lo extremadamente llamativo de la situación descrita y del hallazgo narrativo de los personajes denominados bucaneros (bookaners, juego de palabras intraducible entre book y buccaneer) lo cierto es que se pone de manifiesto que la piratería y la discusión sobre los derechos de autor no son temas que hayamos inventado en el siglo XXI. Existe otra trama paralela, también muy interesante, centrada en la producción y exportación de opio por los ingleses desde la India hasta China.

Destacar finalmente el gran trabajo de documentación y de ambientación llevado a cabo por el autor. No soy un gran lector de thrillers, el libro plantea situaciones y aporta personajes que personalmente me habría gustado ver más desarrolladas, aunque con ello el ritmo o la intriga se hubiesen resentido, pero no es por mis preferencias personales por lo que debo juzgar al libro, sino dentro de sus propias reglas del juego, lo contrario no sería justo, y de esa manera hay que reconocer que nos encontramos ante un libro trepidante, de los que uno siente la necesidad de saber qué va a ocurrir, que logra mantener la intriga hasta el final, sorprender a menudo y, sobre todo, entretener. Un libro que da lo que promete.

Andrés Barrero
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