Las sombras de Longbourn

Las sombras de Longbourn, de Jo Baker

las sombras de LongbournLa verdad tiene tres puntos de vista diferentes: el tuyo que me lees, el mío que es desde el que escribo y, después, lo que sucede realmente en el libro. Así pues, no es de extrañar que yo hable de una parte de lo que sucede en Las sombras de Longbourn y que vosotros hagáis la otra parte, puesto que sois el público interactivo que lee la reseña. Pero empezaremos diciendo entonces que aquellos que no tuvieron voz nunca por fin la tienen, y que tras las puertas cerradas de una cocina pueden surgir numerosas vidas, tan dispares entre ellas, que sería imperdonable no acercarse a su existencia. Así que aquí me tenéis, una vez más, encuadrando mis pensamientos y hablando de una de esas sorpresas que no te esperas, que son las mejores, y que compite en maestría y buen hacer con ciertos autores clásicos que, hoy en día, todos conocemos. Porque en los pequeños detalles, en esos que se descubren con la lectura de este libro, es donde reside la importancia de esta novela que bebe de los vientos dejados por Jane Austen y que aporta ese punto de vista que faltaba, rellena esos espacios en blanco que un buen día nos descubrió una novela como pocas y que permanece en el imaginario colectivo de todos aquellos que crecimos con la lectura y con los autores que nos acercaron historias donde darlo todo y dejar el resto para otros menesteres que producen el mismo placer, pero no la misma intensidad.

En Longbourn, la familia Bennet vive a diario y busca que sus hijas se comprometan y sean unas mujeres con futuro. Pero en esa casa hay voces que no se escuchan y que nunca debieron permanecer en silencio. Descubriremos así cómo es la vida en Longbourn a través de los criados, que viven su existencia a las órdenes de los demás. Asistiremos, por tanto, a la libertad de ciertas personas que siempre se olvidan y merecen su importancia.

 

Parece mentira que, hoy en día, todavía haya alguien que sorprenda con sus novelas. ¿No os ha sucedido, en algún momento, que os paráis a pensar y os dais cuenta que habéis leído novelas y más novelas y al final parece que todas han contado un poco lo mismo? Las sombras de Longbourn es uno de esos pequeños dulces que, una vez empezados se degustan con placer, con la suavidad que produce el tiempo que pasa y ese olor a hoja, a página que se pasa y que va contando una historia que absorbe y que parece de otra época, de otro siglo. Será cuando nos sumerjamos en esa casa y en sus pasillos cuando descubramos que los personajes que no hablaban, que no se presentaban como es debido en Orgullo y Prejuicio se nos retratan aquí como los protagonistas de las historias que todos vivimos, en las que podemos reconocernos, a pesar de ser otra época, otro mundo, otro universo. Y a eso me refería cuando hablaba al principio de las sorpresas: ¿cómo es posible que una autora como Jo Baker haya sabido cogerle el punto tan exacto a la prosa de una autora clásica y haya trasladado al lector a esa época como si estuviéramos viviendo los entresijos de una casa que ya nos es conocida haciendo que parezca otra bien distinta? Eso sólo puede hacerlo alguien que sabe lo que hace, que conoce tanto a los personajes que los ha hecho suyos, que los ha trabajado, que casi podríamos decir ha viajado al mundo que se nos describe y los ha conocido personalmente.

Pero se trata de eso, de poder vivir las historias como si fueran la nuestra propia. Por un momento, si se me permite la osadía, olvídense de que los personajes ya se conocen, que ha habido antes una historia que conmovió al gran público, pensemos que estamos ante una historia que brilla con luz propia, que es única y que no hay nada detrás que nos pueda llevar a otras obras. Si uno lo pensara así, descubriría que Las sombras de Longbourn es distinta, es esa novela que llega y que se queda para siempre, que sabotea todo intento de distracción porque nos mete en la vida de unos personajes que sueñan, que quieren ser libres, pero que no lo consiguen porque las ataduras, su mundo, su día a día es demasiado fuerte, demasiado anclado en unas costumbres que nadie discute, salvo una pequeña voz que se eleva a través de las otras voces y que se convierte en el hilo conductor de una historia que se pegará en los talones mientras descubrimos que la libertad no es sólo un sueño, sino que puede conseguirse, a pesar de las amarras con las que el propio azar quiera encadenarnos.

Mención especial a la hermosa traducción de Rubén Martín Giráldez sin el cual esta obra no habría llegar a mis manos en todo su esplendor.

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