Mensajes desde el lago, de Mercedes Pinto Maldonado

Mensajes desde el lago¿Os acordáis de que hace poco os hablé de la novela Cartas a una extraña? Pues habemus segunda parte. Como os comenté, no suelo leer esta clase de géneros literarios. No es para nada mi estilo, la verdad. Pero, amigos, nunca digáis de esta agua no beberé ni este padre no es mi cura. Todo empezó como un experimento para mí y he de confesar, (¡atención!), que me he enganchado. Si Cartas a una extraña, la primera parte, me pareció algo así como una película de sobremesa de esas que sin tener nada especial te atrapan, la segunda parte no me ha defraudado. Mensajes desde el lago sigue la misma línea que su antecesora. Mercedes Pinto, la autora, sabe lo que sus lectores están esperando y les da lo que quieren leer.

Hay que reconocer el valor de esta escritora, que cuenta con varias novelas publicadas con bastante éxito. No es fácil escribir La metamorfosis pero tampoco es fácil crear una novela tipo best seller que atrape y consiga incluso captar otro tipo de lectores totalmente ajenos a este estilo. No sé, me parece que también tiene su mérito. Entiéndanme, no estoy comparando, sólo digo que no me parece fácil.

En fin, heme aquí confesando antes ustedes que sí, que me he enganchado a este culebrón literario, que no puedo negarlo. ¿Qué le voy a hacer? Soy una persona tremendamente sujeta a las pasiones.

Si no habéis leído la primera parte no tiene mucho sentido que leáis esta reseña. Me temo que la trama es tan enrevesada que necesitáis leer la primera parte para entender qué sucede en Mensajes desde el lago. Afortunadamente, tiene fácil solución. Podéis leer mi anterior reseña para ir abriendo boca. Si con mi reseña os he enganchado (eso significaría que puedo crear mi propio best seller) debéis leer Cartas a una extraña y uniros a esta nuevo vicio mío (será que tengo pocos ya…).

Os resumo muy brevemente la primera parte. Berta, una chica que vive en Londres, debe volver a Madrid tras el fallecimiento de su madre para hacerse cargo de temas legales. Doña Alberta, la madre que en paz descanse, era mala malísima. Yolanda, la hermana de Berta había heredado esa maldad. Así que Berta creció entre dos harpías con la única compañía de Teresa, la tata que cuidaba la casa y a la familia. Al llegar a Madrid, todo se complica y Berta, al descubrir unas cartas en el desván que el exiliado amante de su hermana le escribe durante doce años siente que debe hacer algo. Primero, tratar de probar la inocencia de Saúl, el chico que tuvo que irse del país acusado del asesinato del marido de Yolanda aun siendo inocente. Segundo, descubrir por qué un completo desconocido ha conseguido despertar en ella el amor. Con la ayuda de un detective privado, tratan de solucionar todos estos entresijos. En Cartas a una extraña, Berta consigue finalmente conocer al hombre que le ha robado el corazón, aunque sea brevemente, y consigue, casi por completo, poner punto y final a ese periodo trágico de su vida.

En Mensajes desde el lago, Berta vuelve a Londres a continuar con su rutina en el restaurante, pero ya no es la que era. Algo ha cambiado y no sabe cómo afrontar sus sentimientos. Una llamada, relacionada con temas legales, hace que tenga que volver a Madrid, esta vez en compañía de su amiga Mary. Alfonso, el detective de la primera parte, seguirá presente en esta novela. Hacerse con la custodia de Teresita, la hija olvidada por su hermana será uno de los objetivos principales de Berta. También seguirá leyendo las cartas que Saúl continuó escribiendo, cada vez menos enamorado, cada vez más personales. Y Berta no podrá evitar seguir enamorada de ese extraño al que sólo ha visto durante dos minutos en París.

¿Volverán a encontrarse Berta y Saúl?, ¿conseguirá la custodia de su sobrina Teresita?, ¿podrá poner fin a años de dolor? ¿qué pasará con Alfonso, el detective? Todas las respuestas a estas preguntas están en esta novela. No me digáis que la trama no engancha. He devorado la segunda parte en dos días y no me arrepiento, señor Juez. He caído en las garras de este tipo de novelas dignas de ser llamadas culebrones. ¿Será que me estoy haciendo mayor?

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