Miracleman: La Edad de Oro, de Neil Gaiman y Mark Buckingham

Miracleman - La Edad de OroCierra los ojos. Imagina un mundo feliz. Donde no hubiera guerras, crímenes ni hambre. Donde no fuera necesario el dinero para vivir ni la policía para velar por tu seguridad. Un mundo donde reinara la inocencia, la magia y la verdad. ¿A que sería maravilloso? ¡Un milagro! ¡La Edad de Oro! O quizá no… Esa es la premisa que plantea Miracleman – La Edad de Oro, un cómic con guion de Neil Gaiman e ilustraciones de Mark Buckingham.

¿Cómo sería vivir en una utopía? Es más, ¿cómo se escribe sobre una? La base de las historias suele ser el conflicto y en un mundo ideal parece imposible que este se produzca. Así que, movida por esa curiosidad, me adentré en el paraíso creado por Miracleman.

A través de pequeñas historias sobre la gente que vive desde hace nueve años en esta época dorada, se presenta el mundo perfecto que Miracleman fundó tras el holocausto que acabó con la ciudad de Londres. Miracleman se autoproclamó Dios de este nuevo mundo que resurgió entre fuego y sangre y, desde entonces, trata de que lo mundano y lo milagroso se reconcilien y se beneficien mutuamente. Sin embargo, las vidas de esos humanos me transmitieron todo tipo de emociones menos felicidad. ¿Cómo ser feliz si en la tragedia de Londres perdiste a tu familia, si la enfermedad sigue matando a tu pueblo, si no confías en nadie, si tu pareja te abandona por otra? Miracleman puede evitar el mal universal, pero no la tragedia propia de cada uno. Por eso, aunque la Humanidad sabe que vive el mejor de los tiempos, no acaba de encontrar su sitio en él. Porque, quizá, lo más utópico de ese mundo sea creerse capaz de hacer felices a los imperfectos humanos.

«La perfección no te hará ganar muchos amigos, no es síntoma de belleza, no es nada», dice uno de los personajes de Miracleman – La Edad de Oro y, para mí, eso es lo que subyace en cada historia que se cuenta. Los crípticos diálogos escritos por Neil Gaiman y el marcado contraste que Mark Buckingham da a sus ilustraciones, al pintar con colores vivos las apariciones de los Dioses y los eventos sociales, mientras que la vida privada de los humanos, con sus tristezas e inseguridades, la representa con tonos apagados, da lugar a una historia desconcertante, donde todo parece una ilusión a punto de desmoronarse. El mismo sentimiento que impera en esos humanos que no olvidan el pasado y que aún no se creen su presente.

Miracleman – La Edad de Oro es la primera parte de una trilogía, que continuará con La Edad de Plata y La Edad Oscura, donde es obvio que ese mundo dejará de ser ideal (si es que en algún momento ha logrado serlo). Y yo, que acabo de conocer a Miracleman con este cómic, quedo a la espera de esas nuevas entregas. Porque, aunque el utópico mundo de los Dioses no sea posible, quiero saber si se logrará un mundo más feliz para la gente mundana. ¡Menuda quimera!, lo sé. Pero soy humana, no perfecta. Déjame soñar.

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