La frontera invisible

La frontera invisible, de Kilian Jornet

la frontera invisibleSe dice que aquel que no se encuentra a sí mismo es muy difícil que encuentre a los demás. Que, a pesar de vivir una vida plena, siempre habrá algo que le falte, como un pequeño vacío que se siente y al que no se puede poner un nombre específico. Y que, además, intentar encontrar ese algo es tan infructuoso como querer vivir en un mundo de fantasía como en el de los libros de otros mundos. Por eso creo que, en mi caso, incluye en ese buscar y no encontrar, que soy un urbanita, que disfruto de la ciudad y de los altas rascacielos y no me produce placer aquella naturaleza que rodea el mundo que conozco. La frontera invisible puede ser un libro sobre alpinismo, pero aquel que piense que todo lo que aquí se cuenta es un simple ascender y descender por montañas superlativas, estará equivocado de medio a medio. Este es un viaje por esa naturaleza, esa cruel naturaleza que no tiene en cuenta los humanos, pero también es un viaje hacia el interior de nosotros, del autor en concreto, que se convierte en un discurso sobre la verdad, sobre la lucha de una persona por encontrarse en cada roca, en cada amanecer, en el frío que es capaz de helas los huesos y la sangre, pero sobre todo es un alegato sobre la valentía de vivir, de sentirse libres, de batallar contra aquella montaña que se convierte en nuestra mochila más difícil de escalar. Porque, como bien dice Kilian Jornet, si no soñamos, estamos muertos.

No soy muy dado a leer libros de experiencias personales. Es un prejuicio como otro cualquiera, pero aquellas veces que lo he intentado he visto cómo la frustración de no verme dentro de lo que se me contaba llenaba un gran espacio y, al final, acababa dejando su lectura. Con La frontera invisible me arriesgué por varios motivos: porque la figura de Kilian Jornet siempre me ha fascinado, más allá de la simple curiosidad, llevándome a deslizar mis ojos por aquellas entrevistas o artículos que hablaban de su persona; porque su anterior libro fue uno de los más vendidos y por el que siempre me preguntaban gente de todo tipo; porque ya estaba bien de creerme mis propios prejuicios y, además, porque era un momento perfecto en mi vida para que este libro cayera en mis manos. Por todo ello, no es sorprendente que haya acabado disfrutando de su lectura como lo hacemos los que, de normal, leemos novelas. Sepan, de antemano, que el autor nos avisa desde el principio que lo que aquí se relata es fruto de su imaginación. No seré yo quien no esté de acuerdo con este planteamiento ya que, si esto es así, bienvenida será la imaginación de un deportista hecho a sí mismo y que se convierte en un pequeño héroe para todos nosotros. Pero es un tanto lógico que nuestra mente cree imágenes nítidas y podamos ver al autor en todo aquello que se nos narra. Incluso en aquellos pasajes en los que sus sentimientos salen y nos transportan a una tienda de campaña en mitad del hielo.

Porque sí, lo he dicho antes, este puede parecer un libro sobre alpinismo, pero en sus páginas encierra un mundo mucho más rico de lo que pensamos. La frontera invisible es el duro viaje de un hombre que ha perdido su centro, que ha perdido su lugar y que intenta encontrarlo mientras se juega su vida entre las rocas y los descensos de una montaña. Es una batalla entre un David y Goliat imaginarios que compiten por un final digno para cada uno de ellos. Es, por utilizar la frase que encabeza este título, a saber, “si no soñamos, estamos muertos”, el sueño de un hombre que creía haberse perdido a sí mismo y que se encuentra en esa gran batalla que supone enfrentarse al riesgo, a la vida en definitiva, mientras se da cuenta que lo que ha dejado atrás puede ser lo suficientemente importante como para aprovechar cada segundo de su existencia. Kilian Jornet no busca discursos descafeinados, no busca poner palabras bonitas ante lo que supone los desafíos que nos tiene preparados la vida. Lo que el autor es capaz de hacer con unas pocas palabras es crear un universo diferente, nos traslada a un mundo desconocido para algunos, para que entendamos que lo que nos depara esta realidad es la lucha, la lucha por saber quiénes somos, la lucha por deshacernos de esa mochila con la que a veces nos cargamos por equivocación, y la lucha, al fin y al cabo, por encontrar la felicidad en las pequeñas cosas. Dije antes que el autor era un pequeño héroe, pero mientras escribo esto me doy cuenta de lo equivocado que estaba: Kilian es un gran héroe, una persona que nos enseña, no sólo en la montaña, que tenemos que soñar, que tenemos que creer en esos sueños, para que la vida pase de una forma más liviana, no fácil, pero al menos sí más sincera.

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