El ruido y la furia

El ruido y la furia, de William Faulkner

el-ruido-y-la-furiaRecién hablábamos de Matar a un ruiseñor como ejemplo perfecto de clásico de escritura sencilla y directa, a la par que cuidada y bella. Pues bien, el libro que hoy comentamos bien podría considerarse la antítesis estilística de aquél; en verdad, no es fácil encontrar una obra literaria del siglo pasado en la que sea tan complicado entrar y en la que se deba leer tantas páginas antes de empezar a vislumbrar las conexiones, la historia que se está contando y adónde quiere dirigirnos el autor, como El ruido y la furia.

Si El ruido y la furia merece una apreciación especial es, sobre todo, por el esfuerzo que con total deliberación quiso hacer William Faulkner para construir un armazón narrativo y formal que encajara con la historia que quería contar y que, al mismo tiempo, sirviera a sus propósitos de mostrar algunas cosas, esconder otras y camuflar las más. El ruido y la furia se divide en varias historias, según sea uno u otro el narrador y protagonista principal de cada una. La novela trata sobre una familia del sur profundo de Estados Unidos; más concretamente, trata sobre esa familia y sobre el sur profundo, y la rápida desestructuración de la una refleja la del otro, y viceversa. En este sentido, se puede considerar El ruido y la furia como novela naturalista, con personajes que resultan inimaginables en otro entorno y en otra época.

Las diferentes secciones corresponden a tres hermanos de la familia Compson: Benjy, Quentin y Jason, muy diferentes entre sí, con historias que parecen también totalmente diferentes pero no son sino complementarias, distintos puntos de vista y retazos coincidentes o no sobre el mismo tema y las mismas vivencias. La cuarta sección corresponde a Dilsey, la criada negra de los Compson.

A medida que avanzamos en la lectura, vamos no sólo recibiendo más información, sino también, lo más importante, completando el rompecabezas y viendo más claramente la imagen de conjunto que se va formando. Hay que destacar también la aparente ausencia de un protagonista que descuelle sobre los demás, aunque no se puede obviar la estatura del personaje de Caddy, hermana de Benjy, Quentin y Jason y alrededor de la cual pivota gran parte de la historia, hasta el punto de que algunos críticos defienden que es ella la auténtica protagonista de la historia.

El ruido y la furia es una lectura desafiante, exigente, y no es fácil dilucidar si el esfuerzo merece siempre la pena. Al arbitrio de cada lector queda responder de una forma o de otra a la pregunta de si la historia y las variadas conclusiones que podemos sacar de ella son significativas, tienen un carácter verdaderamente universal o se reducen a un tiempo, a un espacio, a un contexto y a una cultura muy determinados. Otra cuestión polémica es la de si las técnicas aquí utilizadas -y que gozaron de gran popularidad en décadas pasadas-, como la del flujo de conciencia, por ejemplo, sirven para conectar con el lector y contar una historia (con sus consiguientes mensajes morales y simbólicos, o lo que el autor está intentando transmitir; la verdad detrás de la mentira que es el cuento o relato) o bien para hacer prevalecer el cuento -la mentira- y su preciosismo formal sobre el mensaje.

Estas consideraciones al margen, lo que está claro es que El ruido y la furia es una de las novelas del siglo XX más complejas y de mayor grado de elaboración, por lo cual su lectura va recomendada especialmente a lectores preparados para una experiencia que requerirá de toda su atención.

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