El viaje y su sentido

Reseña del libro “El viaje y su sentido”, de Emily Thomas

Hace unas semanas cayó en mis manos misteriosamente este libro de la joven filósofa Emily Thomas. Como era de esperar no pude resistirme a leerlo y la verdad ha sido una grata sorpresa, tanto por su estilo como por la información que he encontrado. El viaje y su sentido está escrito como una autobiografía donde la autora te cuenta su primer “viaje a lo desconocido”, como ella lo denomina, intercalándolo con reflexiones e informaciones diversas sobre el concepto y la práctica del viaje. 

El viaje y su sentido presenta una estructura circular. El primero y el último de los capítulos, titulados respectivamente: “Viajar bien” y “Volver a casa”, incluyen fragmentos de libros de filosofía y de literatura con buenos consejos tanto para el billete de ida como para el de vuelta. Pero el grueso del libro trata el asunto nómada desde la filosofía del espacio hasta la Metafísica, pasando por la Ética. 

La autora comienza con la pregunta de base de todo problema filosófico, es decir, se pregunta y te convoca a que reflexiones sobre el significado de lo que es realmente viajar y en qué se diferencia del mero desplazarse. En una economía, la española, que se sustenta en el turismo de masas la siguiente reflexión es un must: ¿por qué viajar no es igual que hacer turismo?

Según su hipótesis, antes era más fácil viajar que hoy, a pesar del Boeing 747 y  las líneas regulares de grandes pasajeros. La globalización y la industria del turismo, con sus paquetes y ciudades de vacaciones, han conseguido que te sientas en cualquier lugar del mundo “como en tu casa”, pero en el mal sentido de la expresión: sin diferencias, con los mismos cafés aguados o hamburguesas en serie de tu ciudad natal, incluso a veces con tus vecinos, porque el mundo es un pañuelo (sobre todo, si te han organizado las vacaciones). Porque, si lo piensas, ¿cuándo y cómo aparece el concepto de turismo o “viaje de placer”? 

Como concepto puedes remontarte a una práctica del siglo XVII conocida como “Grand Tour”. Un viaje de 2 ó 3 años por lugares concretos de Europa, que emprendían hombres de entre 16 y 22 años, acompañados por sus tutores, cuyo objetivo era la educación, pero también de forma extraoficial, el sexo, la bebida y el juego. Sorprende -es irónico- que entre estos tutores se encuentran filósofos de renombre, como Hobbes, Locke, Berkeley o Adam Smith. 

Además hay otro tipo de turismo que se dedica a la caza de tormentas o al buceo de tiburones. Emily Thomas lo vincula a la estética de lo sublime del siglo XVIII, ese terror placentero que un millennial llamaría “acojonante”. Pero El viaje y su sentido no trata solo de nuestra práctica de viajar y su historia, sino también de sus elementos. Así, por ejemplo, destaca la bella reflexión sobre los mapas, en la que te invita a que dejes de verlos como fríos calcos de la realidad. ¿Te has fijado que en los mapas aparecen cosas, como castillos o iglesias, pero no aparecen otras, como granjas? Aquí hay una valoración implícita, a saber: unas cosas son importantes y otras no. Además, ¿te has fijado que cada mapa pone a su país en el centro, dándose así más importancia? Incluso mienten descaradamente, al menos respecto a las fronteras entre territorios en disputa, como entre Rusia y Ucrania, tristemente de actualidad. Si una persona se conecta a Google Maps desde algún lugar de Rusia verá la frontera ubicada en un sitio, pero si lo hace desde Ucrania, verá la misma frontera unos kilómetros más allá. ¿Magia? No. Política, algoritmo y manipulación.

En el último capítulo, dedicado a los viajes en el espacio, escribe: “Cuando reflexionamos sobre la inmensidad del universo, ¿deberíamos concluir que la humanidad y la Tierra son insignificantes?”. El viaje y su sentido no es un mero libro sobre viajes, es una lección de vida.

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