¡La exclusiva!

¡La exclusiva!, de Annalena McAfee

¡La exclusiva!

Como persona atenta a los medios, y con más razón aún desde que me hiciera periodista, me lamento a menudo de la falta de contenido verdaderamente informativo y de análisis de la mayoría de los noticiarios televisivos y, cada vez más, también de los artículos de información en prensa escrita e Internet. Me refiero, no a datos –que, en muchas ocasiones, también–, sino a elementos que ayuden a dar profundidad y contexto al hecho noticioso que se cuenta; que lo sitúen en su época y lo conviertan, a ojos del espectador o del lector, en una pieza más de la historia que se está contando; que proporcionen al espectador y al lector elementos para que él mismo saque sus propias conclusiones y comprenda mejor lo que se le cuenta. Y no estoy pidiendo imposibles: esto es algo que yo misma recuerdo de otros años mejores para el periodismo, pero que ha caído en desuso.

No sé qué provocó esa pérdida de valor de la información y del periodista como transmisor insustituible de noticias –porque una noticia no es algo que se cuenta en 140 caracteres en Twitter, ni una foto que alguien hace circular por redes sociales o teléfonos móviles; o, en todo caso, no es sólo eso–, pero estoy segura de que la irrupción y paulatina expansión de Internet como medio de masas ha tenido mucho que ver. De repente, los periodistas se encuentran con toda la información que quieran, aquí mismo, sin tener que moverse de su mesa. A eso hay que sumarle la cada vez mayor empresarización de los contenidos noticiosos y de los mismos medios de comunicación, que pasan de ser noticias o vehículos de noticias a convertirse en productos, en empresas que se pelean por cada consumidor y por cada céntimo de ingresos publicitarios.Me permito considerar esa reflexión, o al menos el contexto de ella, como la verdadera historia de fondo que nos cuenta Annalena McAfee –periodista, por cierto, con 30 años de experiencia– en ¡La exclusiva! No en vano la autora ha elegido el año 1997, en el que Internet y la cultura de la inmediatez y la globalidad (los primeros teléfonos móviles aparecen en ¡La exclusiva! a modo de chiste de alcance cronológico) empezaban a expandirse. ¡La exclusiva! funciona, pues, en ese sentido, a modo de guiño cómplice al lector de ahora, que sabe muchas cosas que los personajes del libro no pueden saber.

En ese contexto en el que apunta el gran cambio que va a tener lugar en el periodismo y en la comunicación humana en general, Annalena McAfee nos presenta a los dos personajes principales de ¡La exclusiva!, quienes, precisamente, representan el modo de hacer de un periodismo que está a punto de morir y, por otro lado, el periodismo tal como lo conocemos ahora. Se trata de Honor Tait, apodada “gran dama del periodismo británico”, una cuasi octogenaria que vive prácticamente retirada del mundo pero que conserva su aura de leyenda gracias a un reporterismo de capa y espada: ha recorrido medio mundo relatando guerras y siendo testigo de momentos decisivos de la historia; ha entrevistado a Franco y fue la única periodista que estuvo allí cuando abrieron las puertas de Buchenwald; y se ha convertido en un icono tan perdurable como Marilyn Monroe o Elizabeth Taylor (a las cuales también conoció). Su estilo y sus visiones sobre el periodismo, evidentemente, no tienen nada que ver con los de Tamara Sim, de 27 años, que malvende su habilidad y su pluma rápida y ácida –si bien no especialmente culta ni intelectual– en revistas de cotilleos y que ambiciona llegar lejos. Las dos mujeres se conocen cuando a Tamara se le presenta la oportunidad de oro de entrevistar a Honor, aunque no tenga ni idea de su trayectoria y lo único que le interese sean sus escarceos con estrellas de Hollywood y su lista de jóvenes acompañantes masculinos actual. De ese encuentro, más bien encontronazo, saltan chispas, y llegan bien lejos…

Como mejor funciona ¡La exclusiva! es, a mi juicio, como pequeño espejo burlesco que refleja ese choque entre el periodismo de ayer y el que se ha consolidado hoy, y que en la novela ya empieza a mostrar o apuntar sus modos en la forma de trabajar de Tamara Sim: periodistas con escasa preparación y aún menos culturilla (ya no hablamos de conocimientos enciclopédicos, sino de un obligatorio barniz para saber de qué estamos hablando u oyendo; lo que vulgarmente se diría como que al periodista “le suene” de qué va la historia), que tiran de Internet como fuente de información para casi todo y que no ejercen su sentido crítico, que acaban escribiendo artículos como quien saca churros.

Ahora bien, la autora tampoco idealiza el periodismo de la vieja escuela, encarnado en la altiva, pedante y algo ridícula Honor Tait, cuya carrera parece tener más de mito que de realidad, a poco que rasquemos la superficie. Un mito que ella misma ha sustentado pero con el cual, a sus lúcidos 79 años, no puede engañarse a sí misma.

Esa farsa es la mejor parte de ¡La exclusiva! y es el estilo en el que más cómoda parece sentirse Annalena McAfee, una autora que adivinamos de gran bagaje cultural y que se muestra mucho más segura en esos pasajes que en aquellos más jocosos, que no están muy conseguidos –escribir de forma graciosa no es el fuerte de esta autora, aunque lo intenta– y tampoco tan ágiles como sería de desear.

Se trata de una meritoria primera novela de una autora que seguramente puede contar y fabular mucho sobre el mundo del periodismo, en una época, la nuestra, en la que está muy necesitado de esa reflexión.

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