La música invisible. En busca de la armonía de las esferas

Reseña del libro “La música invisible. En busca de la armonía de las esferas”, de Stefano Russomanno

La música invisible. Stefano Russomanno

La música invisible. En busca de la armonía de las esferas, de Stefano Russomanno, es un ensayo, a veces musical a veces místico, pero siempre interesante. Lo edita Fórcola Ediciones en un formato sumamente ágil. Trece años tenía el autor el día que conoció la noticia del experimento realizado a partir de unas imágenes en alta resolución que las ondas Voyager habían enviado a la Tierra a su paso por Saturno: con esas fotos, alguien reprodujo los anillos de Saturno en un disco para ver si sus sinuosas curvas pudieran resultar ser música y parece, que uno de los oyentes creyó escuchar, durante un momento, parte de la pieza compuesta por Bach llamada “Ofrenda musical”.

La música se volvió algo más interesante para el autor en ese momento y comenzó su periplo de investigaciones y escuchas, buscando esa música invisible que se esconde en todo lo que habita y se sitúa en nuestro plano vital.

Por eso, La música invisible. En busca de la armonía de las esferas, es una búsqueda de respuestas a un infinito número de preguntas que ese niño de 13 años lleva haciéndose desde hace más de una década, estudiando diferentes teorías e investigando leyendas en torno a la música. Aquí va a mostrarnos esos sonidos invisibles a oídos humanos.

A lo largo de sus diferentes capítulos, unos más entretenidos que otros, Russomanno nos narra episodios de la historia donde la música ha sido protagonista y en muchos de ellos, lo místico la acompaña. En el capítulo titulado “El rey los planetas” nos cuenta como el monarca Federico II de Prusia, gran fan de Bach, lo invitó a su palacio para que tocara para él una pieza que le había compuesto (el rey también era músico), invitándolo a tocarla a 6 voces, algo que años más tarde muchos musicólogos cuestionan, dándole un toque misterioso y numerológico al advertir que lo normal era componer a 3 voces, y se preguntan si ese 6 tuviera algo que ver con el hecho de que en aquella época solo se conocieran 6 planetas en el universo. De esta pequeña pieza que compuso el rey de Prusia saldría después “Ofrenda musical”, con hasta 8 partes. Stephan nos habla también de la leyenda que rodea la obra acerca de lo que oculta, incluyendo la teoría pitagórica de que tiene connotaciones numéricas en su ritmo y en sus silencios.

Tiene capítulos curiosamente divertidos como “Música para la eternidad”, donde nos narra la anécdota acerca de oír “Ofrenda musical” de modo infinito y qué le sucedería a nuestros cerebros hacerlo así. Lo compara con el eterno sonido que emiten los planetas y las estrellas en el universo y completa la reflexión con un estudio acerca de la obra “Vexations” compuesta por Erik Satie, que comienza con una propuesta por parte del compositor de tocarla 840 veces seguidas para disfrutarla en su plenitud. Tocada a ritmo normal su duración es de 1 hora así que, echando cuentas, tendríamos que estar más de 1 día oyéndola de forma seguida y lo que es peor, alguien tendría que estar ese tiempo tocando el piano sin parar. Ha sido divertido leer como lo han intentado en diferentes momentos en el tiempo: con actuaciones en vivo, creando un CD de una hora de duración para que quien quiera pueda intentarlo en su casa. Hay quien dice que Satie era un cachondo y que después de muchos años aún sigue riéndose del mundo, otros se lo toman en serio y siguen su propuesta.

También, en La música invisible. En busca de la armonía de las esferas, conoceremos el Monasterio de Santa María en Ripoll donde se dice que las piedras cantan, y aprenderemos sobre el sonido que emiten los cetáceos en época de celo y cómo todos los años cambian sus “canciones” o las amplían. Lo más curioso acerca de esto último, a ojos de esta reseñadora, ha sido descubrir que, si un año las ballenas paran de cantar en una estrofa concreta, al año siguiente continúan donde lo dejaron. ¡Pero si las ballenas no tienen cuerdas vocales! ¿cómo cantan?, nos preguntamos. Esa es una de las dudas que se nos aclaran en este curioso ensayo.

La música está ahí, en todo lo que nos rodea, yo misma, mientras tecleo esta reseña, estoy fabricando sonidos. Una pena no saber componer y poder así crear una pieza donde las notas escondan mensajes ocultos solo disponibles para las mentes más despiertas.

Me estoy acordando de esa leyenda sobre una canción de The Beatles, que afirma que si la oyes al revés dice “Paul is dead” …., como esa que nos cuenta Russomanno acerca de los aborígenes australianos que saben andar por sus tierras sin GPS ni mapas, sólo recordando canciones ancestrales que están dedicadas a sus montañas, ríos y llanos, y que si las cantas te muestran el camino a seguir.

Leer La música invisible. En busca de la armonía de las esferas ha sido una buena experiencia que me ha hecho buscar muchas obras de Mozart o Bach y tener una visión más romántica de lo clásico.

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