Pandora en el Congo

“Pandora en el Congo”, de Albert Sánchez Piñol

pandoracongo16De no ser porque una amiga me lo regaló, ni de coña hubiera leído nunca este libro. Un libro de aventuras en África, con porteadores negros cargados hasta límites sobrehumanos y tratados como esclavos a las órdenes de dos blanquitos en busca de fortuna en plena caída del colonialismo. Pfff… Simplemente imaginarlo me aburría. Muy visto, muy clásico, muy… de todo. Sólo me producía una cosa: pereza. Bueno, no; dos cosas: pereza y rechazo. Ya había demasiados libros y películas en toda la historia de la humanidad que se habían ocupado de lo mismo. Pasaba. A por otro, pensaba entonces.

Además, por la época en la que salió Pandora en el Congo, el 2005, tenía fresco el recuerdo del anterior libro del autor, La piel fría. (Algo curioso, porque mira si tengo mala memoria que cuando leo un libro suelo olvidarme de él en un plazo (asquerosamente) breve de tiempo, pero con La piel fría todavía hoy retengo algún que otro retazo y no puedo sino catalogar ese libro como bizarro). Recuerdo unos bichos, como lagartos y el protagonista enrollándose con una de las hembras… ¿Zoofilia? Posiblemente. Sí. Casi seguro que sí.

En fin, que mi memoria es, parafraseando el libro que nos ocupa, como una mujer eternamente preñada: siempre tiene caprichos.

Con todo este preámbulo que (hábilmente) estoy deslizando en la reseña como quien no quiere la cosa, no quiero decir que La piel fría no me gustara tanto como para no leer Pandora en el Congo, sino que el tema de Pandora unido al desagradable recuerdo de algún punto de La piel fría no propiciaba precisamente que el primero figurara en mi lista de libros a leer en… esta vida.

Así que, medio obligado por el compromiso, comencé la lectura y me abrí paso en ella a machetazos, casi sin darme cuenta, y, para mi sorpresa, no encontré nada de lo que a priori parecía esperar de ella.

La historia del negro del negro del negro de un autor de éxito al que un buen día le llega la oportunidad de dotar de estructura literaria una historia real mediante las entrevistas que mantendrá con un preso en espera de juicio y cuya más que previsible condena será la muerte, me mantuvo absorbido totalmente.

Y es que Pandora en el Congo tiene todo lo que es típico en un típico libro de aventuras en África,…pero no…o al revés. El “héroe”, y entrecomillo porque DEBO hacerlo, no es un Indiana Jones sino un gitano bajito, feo y medio cojo. La chica no es la exuberante y guapa nativa; los malos no son unos salvajes antropófagos y ni siquiera aparecen bestias feroces…

Piñol tiene la habilidad de desplegar varios niveles en la trama, —incluyendo el muy conseguido y efectivo del libro dentro del libro— de una forma envolvente y amena.

Además, la forma de hacernos llegar la historia a través del libro escrito hace años por el que fuera el negro del negro… y sus interrupciones para ponernos al corriente de su día a día de aquella época me ha parecido un recurso muy práctico y cómodo para evitar que el relato se haga pesado (cosa que, por desgracia, no se consigue del todo ya que hacia la mitad del libro se nota un leve bajón, aunque consiga remontar el vuelo).

De todas formas, pese a ese bajón, el libro es muy entretenido Tiene notas de humor, sobre todo en lo referente a los inquilinos que habitan la pensión de nuestro narrador —y en particular a una tortuga de nombre María Antonieta—, aventura clásica, crítica social, ironía… y un final que no es uno, sino bastantes, porque, cuando crees conocer la historia aparece un elemento nuevo que aporta otro enfoque y luz a los acontecimientos que se nos han narrado. Y luego otro, y otro más… Venga vueltas y vueltas de tuerca. Eso tiene mucho mérito. Acabar un libro así, como acaba este, es arriesgado y peligroso. A muchos lectores no les ha gustado, según he comprobado posteriormente. A mi sí. Porque, además de inesperado es también lógico y posible, y el autor nos demuestra hasta que punto llegamos a tomar partido a menudo demasiado pronto oyendo solo una versión de la historia.

Para acabar me gustaría remarcar el hecho de la constante (aunque tampoco creo que pueda definir como constante un hecho que se repite en una bibliografía de la que sólo he leído dos libros) aparición de monstruos en los libros de Piñol, ya sean venidos del agua o de la tierra. No obstante, y según he podido leer navegando por la red de redes, en una entrevista el autor indicaba, —¡oh, sorpresa!—: “En la primera novela, los monstruos provenían del fondo del mar. En la segunda, de las profundidades de la tierra. En la tercera, provendrán del cielo”. (Parece que, ¿ahora sí?, puedo decir que se aprecia una constante en su obra).

Da igual. Sea como sea, el libro entretiene, que es lo que interesa. Se lee con mucho gusto y facilidad. No se para en exceso en describir y eso aligera mucho el ritmo; las metáforas y comparaciones que reparte en sus páginas, y son muchas, son muy ocurrentes y aclaradoras; las tramas están fantásticamente interconectadas y el argumento engancha.

Así que ahora debo decir que, por culpa de mis prejuicios lectores, he tardado demasiado en disfrutar de una buena lectura.

Por todo esto y mucho más, recomiendo vivamente Pandora en el Congo.

3 comentarios en «Pandora en el Congo»

  1. Son dos libros muy chulos, Susana. Yo empezaría por “La piel fría” que es más corto y más intenso. Pandora en el Congo es más elaborado, con una trama mucho más compleja (que el prota sea el negro de un negro de un escritor famoso, y que este sea el libro sobre cómo se escribió un libro indica por donde van los tiros). Técnicamente, Pandora en el Congo es mejor libro, y es muy divertido con sus guiños hacia la primera novela: Hay que tener en cuenta que La piel fría fue un best seller en Catalunya, (amén de llegar a muchos otros sitios) por lo que el autor sabía que muchos de sus lectores compararían este segundo libro con el primero.

    Son dos grandes libros, y para mí, La piel fría está entre mis 5 libros preferidos de todos los tiempos, y Pandora en el Congo, solo unos pocos escalones por debajo.

    ¡Gracias por la reseña, Diego!

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