Todos los nombres

Todos los nombres, de José Saramago

todos los nombres

Un hombre humilde y sencillo se pone a prueba en la búsqueda de una mujer de la que no sabe nada enfrentándose a todo aquello en lo que hasta ahora había creído.

A estas alturas es ya difícil decir algo nuevo sobre José Saramago, uno de los autores más respetados y de mayor éxito de las últimas décadas.  Escritos con un estilo fácilmente reconocible –la audacia formal, el tono entre retórico y coloquial, la profunda ironía–, sus libros, al menos los más conocidos, abordan temas de gran calado, como la religión, los límites de la democracia o los valores de la sociedad de consumo, utilizando como trasfondo acontecimientos históricos (El evangelio según Jesucristo, El viaje del elefante) o cataclismos de corte fantástico (La balsa de piedra, Ensayo sobre la ceguera, Las intermitencias de la muerte) que sirven como catalizador de una reflexión sobre las flaquezas del ser humano.

Sin embargo, Todos los nombres es un título que, al menos aparentemente, se aparta del discurso trascendente y un tanto grandilocuente que domina la obra de Saramago.  En la que probablemente sea su novela más íntima y sencilla, el autor portugués se contenta con narrar la humilde peripecia de un hombre prácticamente anónimo que se pone a prueba por amor.

¿Por amor?  Eso me pareció en mi primera lectura, pero ahora que pasado el tiempo (y que conozco mucho mejor al autor y sus libros), ya no tengo tan claro que Todos los nombres sea una sencilla y hermosa historia de amor.  Es más, me atrevo a decir que se trata de algo completamente diferente: un llamamiento a la rebeldía, a la desobediencia, a la rebelión.

Don José, el protagonista de Todos los nombres, es un hombre insignificante y solitario, de esos que suelen pasar completamente desapercibidos y que uno apenas recuerda de una vez para otra.  Trabaja enla Conservaduría General del Registro Civil, un archivo caótico y anacrónico donde se guardan los datos de todos los ciudadanos:  nombres, parentescos y fechas anotados a mano con caligrafía decimonónica en fichas de papel:  millones de fichas –las de todos cuantos viven o vivieron alguna vez– que acumulan polvo de siglos en los lóbregos e interminables pasillos dela Conservaduría; un tenebroso laberinto en continuo crecimiento.

Don José es escribiente, el puesto más bajo del rígido escalafón de la Conservaduría, sometida a severas normas que regulan hasta el estado de ánimo de los funcionarios.  En un ambiente denso y asfixiante que nos remite a las pesadillas de Kafka, al Bartleby de Melville y a algún que otro heterónimo de Pessoa, ocupa su jornada anotando con parsimonia sus asientos, como si se tratase de una arcana contabilidad de vidas y muertes.

Vive pobremente en un cuarto anexo ala Conservaduría, donde se dedica a  su única afición, que resulta ser una triste prolongación de su jornada laboral: colecciona recortes de prensa con los datos biográficos de personajes famosos.

Un anodino pasatiempo que resulta inofensivo hasta el día en que cae en la cuenta de que, trabajando enla Conservaduríay viviendo prácticamente dentro de ella, le sería fácil completar su colección con los datos que allí se archivan.  Es una tarea que, aunque a Don José le parece de una osadía inusitada, no tiene complicación ni peligro, pero el destino le guarda una sorpresa: junto con las fichas de los famosos que se ha traído a su cuarto para copiar se ha colado la de una mujer desconocida.

A partir de ese instante, Don José se siente impelido a averiguar todo lo que pueda sobre esa mujer.  Mientras más sabe, más se obsesiona con ella, lo que le obligará a emprender una aventura que hasta ese momento le habría parecido impensable.

Es increíble la cantidad de pruebas que un hombre sencillo, de naturaleza pusilánime y acomodaticia, es capaz de afrontar por amor, pero, como decía al principio del comentario ¿lo hace en realidad por amor?  Don José no sabe nada de esa mujer desconocida, excepto su nombre y algunas fechas.  ¿Es posible que se enamore de ella hasta el punto de poner en jaque su tranquila existencia?  ¿O quizá la inesperada aparición de la ficha de la desconocida, la introducción de un elemento de azar en el implacable orden al que está sometido, ha sido el catalizador de una reacción incontrolable contra la burocracia, la ignorancia, el conformismo?

Quizá me equivoque, pero estoy convencido de que Todos los nombres es, en realidad, una llamada a la rebeldía.  No estoy hablando de una llamada a la una revolución política o social, sino de una apelación íntima y personal para que cada uno de nosotros realice esa reflexión sobre nuestra sociedad que, por conformismo o por comodidad, nunca hacemos (o que sí hacemos, pero siempre se queda en palabras).  Es una llamada a la regeneración individual: antes de clamar contra el sistema o de pedir responsabilidades a los poderosos, comencemos por recuperar nuestros valores, nuestra identidad y, lo que es más importante, nuestra dignidad.  Sin ella, difícilmente podemos indignarnos por lo que hacen otros.

En el Ensayo sobre la ceguera José Saramago privó de nombre a todos los personajes para dejar patente la progresiva deshumanización de una sociedad, la nuestra, que continuamente trata de reducirnos a números y estadísticas.  De un modo similar, en Todos los nombres los personajes carecen de nombre; todos menos uno: Don José (un nombre corriente, fácil de olvidar, y sin el apoyo de unos apellidos, pero un nombre al menos).  Y es gracias a que ha conservado su nombre, es decir, su propia identidad, por lo que ha podido encontrar la dignidad y la rebeldía necesarias para iniciar su pequeña revolución personal.

Pero el propio Saramago no debía tener mucha fe en el éxito de su mensaje; en 1997, cuando publicó Todos los nombres, afirmó que “no es de recibo ser optimista en un mundo como este”.  Hoy, casi 15 años después, el mensaje de sus libros es más actual que nunca y tenemos menos razones aún para el optimismo.

Y seguiremos sin tenerlas a menos que el Don José que todos llevamos dentro encuentre esa ficha que no debería estar ahí, esa causa íntima y personal que le empuje a iniciar su propia revuelta silenciosa para reconquistar su identidad.  Sólo entonces, cuando hayamos recuperado nuestra pequeña parcela, si no de libertad, al menos de dignidad, dejaremos de ser fichas que amarillean con el tiempo a la espera de que otros anoten quiénes somos y qué debemos hacer y pensar.

Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es

 

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6 comentarios en «Todos los nombres»

  1. Javier, Javier, qué bien escribes! ¿Publicaste algún libro? (La pregunta va de verdad!)

    Mira, leí dos veces ese libro, y sin lugar a dudas tienes razón; como cada novela de Saramago, el mensaje siempre es más profundo que la simple historia que podemos leer y disfrutar; sin lugar a dudas es un mensaje a la rebeldía, a salir de la estructura agobiante y desgastante de este mundo burocrático; no puedo agregar mucho más porque dijiste todo en su fantástica y clara reseña.

    Saludos!

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  2. Javier, ¡me obligas a seguir ampliando la lista de libros pendientes de lectura! Hace poco leí “La balsa de piedra”, hasta ahora todo lo que he leído de Saramago hace reflexionar, siempre con un punto de melancolía poética, no sé si por el escepticismo que comentas…pero sin llegar al fatalismno, abriendo puertas a la esperanza. Un abrazo, un placer leerte, Susana.

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  3. Esta vez no amplio mi lista de pendientes, pero porque éste ya estaba en la lista. Pero desde luego, tras leer tu gran reseña, sube en la lista muchos puestos. Me están entrando ganas de volver a leer algo de Saramago y tras leerte, este libro tiene muchos puntos.
    Besotes!!!

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  4. Es cierto, Roberto, en las novelas de Saramago siempre hay un mensaje. Quizá en esta esta un poquito más velado, al menos hasta la última parte del libro. También es verdad que ya conocemos muy bien al autor y es más fácil desvelar sus mensajes. Saludos.

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  5. Gracias por tu comentario, Susana. “La balsa de piedra” es un gran libro también, con un mensaje más explícito quizá. Me gusta “Todos los nombres” porque en relación a otros títulos del autor, es más íntimo, pero si te apetece leer a Saramago, esta semana encontrarás aquí muchas recomendaciones. Un saludo.

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  6. Bueno, me alegro de no ser culpable de hacer crecer la lista de títulos pendientes… al final uno no gana para libros. Espero que te guste y que pronto podamos leer tu comentario. Muchas gracias, Margarita.

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