Un día en la vida de un editor, de Jorge Herralde

Un día en la vida de un editor“La edición es un oficio de locos.” Así definió la (también) editora Inge Feltrinelli un trabajo que, para Jorge Herralde, es mucho más que eso. Es un modo de vida, uno de sus grandes amores. Una pasión capaz de traspasar cualquier frontera y de transformar miles o, mejor dicho, millones de vidas. Y es que, para muchos de nosotros, esto es la literatura: un inmenso océano de nuevas posibilidades para los soñadores, un espacio en el que encontrar respuestas (y también hacerse preguntas) y para encontrarnos a nosotros mismos, un universo de lo inesperado…

Pero no todos aquellos que aman la literatura son editores. O son capaces de crear un negocio desde cero, afrontar todas las dificultades de una época convulsa en la historia, y de adaptarse a las nuevas necesidades de un panorama (librero, lector, editorial…) que se está transformando por completo. Todo esto (y mucho más) lo ha hecho y lo sigue haciendo Jorge Herralde. Y así nos lo cuenta en este libro, una especie de biografía o memorias que pretenden ser una especie de “guía” para todos aquellos que comparten con él una pasión que va más allá de lo racional. Y con guía me refiero a un camino que comenzó con la creación de una editorial de tendencia izquierdista en un periodo de la Historia de España definido por la falta de libertad, la opresión y la censura.

Y de este último punto nos habla mucho Jorge Herralde en este libro. Y a mí me ha parecido uno de los temas más interesantes de todo lo que trata. No sorprenderá a nadie que el régimen franquista “sugería” aquello que se debía publicar y lo que no. O aquellos capítulos que había que eliminar por los temas de los que hablaba, ya que se consideraban “poco adecuados” para la sociedad. Pero oírlo de primera persona, es decir, leer las vivencias de alguien que ha vivido no uno, ni dos, sino varios secuestros de libros y que ha visto que el catálogo de libros que quería publicar se ve menguado debido a esto, es diferente…

Pero si Anagrama es conocida por algo es precisamente por esto: es diferente (al menos, para mí). Y después de leer parte de su historia, en palabras de su fundador, no me cabe la menor duda. Desde el principio, supieron apostar por literatura de calidad y han dado a conocer a autores que, actualmente, están consagrados en el panorama literario español. Siempre con su el sello que les caracteriza. Una personalidad que siempre les ha definido como editorial independiente. Y esto no es fácil, nos cuenta Herralde. Es el trabajo de muchos años de muchas personas implicadas, es la apuesta por literatura de calidad (que no siempre coincide con la más comercial), con todos los esfuerzos económicos que eso conlleva.

A través de diarios de viaje, relatos de fiestas de la editorial, artículos, entrevistas y discursos, he conocido un poco más a un hombre que se define como “cualquier otro”, he descubierto una nueva forma de ver la edición (que no me puede atraer más) y he aprendido que, para ofrecer a los lectores algo único lo más importante es ser fiel a un estilo que traspase fronteras y sea diferente. A veces no será un éxito. A veces, sí. ¿Acaso la literatura no es como la vida? Aunque evolucionemos, aunque cambiemos de hábitos, comportamientos, sentimientos, puntos de vista… ¿No nos mantenemos siempre fieles a nosotros mismos? Esto es lo que nos hace quienes somos…

¡Creo que me desvío del tema que nos ocupa! En general, esta visión de la edición a través de los ojos de alguien que ha trabajado toda su vida para y por la literatura, me ha inspirado muchísimo. Como dice él mismo, al principio de sus páginas, Un día en la vida de un editor es un libro que interesa a muy poca gente, y a quienes les interesa, les interesa mucho.

Y así ha sido… Un interesante viaje a través de la vida de este editor, un homenaje a decenas de autores que les han traído tantas alegrías, aprendizaje, reflexiones… Y, para mí, todo un descubrimiento de un oficio que no me puede parecer más interesante. Y también de autores y lecturas que no conocía y que he añadido en mi lista. Ahora solo falta tiempo. Porque ganas de leer siempre hay.

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