El tiempo entre suturas, de Enfermera Saturada

El tiempo entre suturasTengo que decir que, aunque soy joven todavía, he pasado más tiempo del que me gustaría en un hospital. Recuerdo cuando tenía unos trece años y me tuve que enfrentar a mi primera resonancia. Ya de por sí, los hospitales nunca me habían hecho gracia, pero pensar que iba a tener que introducirme dentro de una urna durante un largo rato, ya era el colmo. Pero tenía que hacerlo, sí o sí. Llegué al hospital —aunque con lo que me temblaban las piernas, aún no sé cómo— y una enfermera me dio un montón de papeles que tenía que firmar antes de meterme en aquel cacharro. Empecé a echarle un ojo a los papeles por encima y casi me da un patatús allí mismo. Dentro de esa cosa podía pasarme de todo. ¡Podía morir! Y esa señora con bata impecable pretendía que yo firmara para que, en caso de ocurrirme algo, la responsabilidad únicamente fuera mía. Mi madre, que ya había pasado por unas cuantas operaciones en su vida (incluyendo una muy seria cuando le dio un derrame cerebral con apenas dieciocho años), me dijo que era mejor que no siguiera leyendo. Había que hacerse esa prueba de todas todas, así que leer aquel tocho solo iba a servirme para martirizarme y ponerme más nerviosa. Le eché valor, firmé y me dirigí a aquella urna que más parecía un aparato salido de Expediente X. Y la enfermera que iba a supervisar que todo saliera correctamente (sin muertes de por medio), me dio un consejo: tú piensa en Chase, el médico buenorro que sale en House. Uno de los consejos más sabios que me han dado en la vida.

Y es que ser enfermera tiene que ser muy difícil. Yo me la imagino mirándome y pensando “será tonta, si es una prueba de nada. Anda que si le tocara pisar un quirófano…” Pero es que ellas tienen que entender que los pacientes no estamos hechos de la misma pasta que las enfermeras. Hablando por mí, yo soy una cagona. Me da miedo que me pinchen, que me exploren, que me hagan pruebas, que comprueben si algo me duele cuando ya les he dicho mil veces que me duele horrores. Y tener que lidiar con eso a todas horas, tiene que ser agotador. Por eso no me extraña que Satu, o Enfermera Saturada si queremos usar su nombre completo, se haya dedicado a compartir con el resto de humanos las peripecias por las que tiene que pasar una enfermera a diario.

Primero vio la luz La vida es suero, donde conocimos a Satu, una enfermera de pueblo que había decido mudarse a Madrid y que tendría que descubrir cómo sobrevivir lejos de la familia y cerca del metro y sus peligrosas puertas que se cierran sin más. La vida siguió y Satu sacó su segundo libro, El tiempo entre suturas y, por último, recientemente ha publicado una nueva historia, Las uvis de la ira. Podría haber empezado por el primero, siguiendo un orden lógico, pero a veces no soy mucho de seguir las reglas y me decanté por el segundo libro para conocer a Satu. Ahora, que ya me he adentrado en su mundo, creo que tendré que leer sus otras dos historias para terminar de conocerla.

El tiempo entre suturas es un libro divertido, no solo dirigido a las personas que comparten el gremio de la enfermería, sino que también lo puede leer cualquiera que haya sufrido en un hospital. Sí es cierto que usa un lenguaje bastante técnico con el que yo —que vengo de la rama jurídica— no estoy muy familiarizada; aunque he de decir que gracias a Anatomía de Grey sé lo que es un desfibrilador, aunque en toda las series de médicos lo usen siempre mal. Aun así, yo me he divertido muchísimo leyendo este libro, que está compuesto de pequeños capítulos que hacen que se lea en una tarde. Además, el prólogo de Luis Piedrahita ya nos adelanta lo que nos podemos esperar al leer las aventuras de Satu. Es un libro donde el humor negro se deja ver en cada frase. Si no eres amigo de la ironía y del sarcasmo, este no es tu libro. Pero en mi caso, que soy fan incondicional del humor negro, he disfrutado como una enana. Ahora, cuando vaya a un hospital no podré evitar clasificar a las enfermeras según el baremo que Satu nos ofrece en su libro. Y desearé con todas mis fuerzas que no me toque la pirolítica, esa que está quemadísima por los recortes o por el inútil del médico de guardia que le ha tocado. Aunque no sé, quizá siga el consejo que me dio aquella enfermera y, en vez de clasificarlas y amargarme pensando en que me van a pinchar y a dejarme como un colador, me dedique a soñar con Chase.

2 comentarios en «El tiempo entre suturas, de Enfermera Saturada»

  1. Me alegro que nuestros jóvenes talentos mezclen su enorme sentido del humor con su particular y atribulada visión.Siempre dije que si en algún momento ibamos a volver al Barroco…era éste.No hay duda que el contexto ayuda mucho aunque, como en tiempos de Quevedo, tambien muchos fueron los llamados y muy pocos los elegidos.Cosas de los dioses de la literatura

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