El caballero Nacho y el dragón ruidoso, de Rafa Soler

El caballero Nacho y el dragón ruidosoNacho. Un nombre que cuando pienso en él me vienen a la mente varias imágenes: un compañero de clase del colegio, el personaje de Emilio Aragón en Médico de familia, o el papá de Frijolito en la telenovela Amarte así. No sé, pero a mí me transmite cercanía, familia, amistad y ternura. 

Por ese motivo, cuando descubrí El caballero Nacho y el dragón ruidoso, de Rafa Soler, me entraron unas ganas tremendas de saber más y de adentrarme en sus páginas. Además, me resultó muy gracioso el hecho de que el escritor le pusiera el nombre de «Nacho» al protagonista. Porque cuando pensamos en caballeros medievales —al menos a mí me pasa, y sobre todo ahora mismo que estoy metida de lleno en un retelling de El rey Arturo— nos vienen a la mente Percival, Theobald, Godwin, etc. Pero no. Aquí tenemos a Nacho, un niño caballero que no le teme a nada.

Perfecto para adentrar a los más pequeños en cuentos medievales de dragones y princesas, ¿no? Asimismo, después de informarme un poco sobre cómo llegó a crear esta historia Rafa Soler, ahora me cuadra todo. ¿Sabéis cómo fue? Resulta que una noche el hijo de Rafa le pidió que le contase un cuento de caballeros, y su papá, ni corto ni perezoso, se inventó esta historia tan hermosa, con una moraleja tan necesaria e importante en los tiempos que corren. Así que viajemos a la Edad Media y conozcamos a Nacho.

Todo comienza cuando al reino llega un dragón que molesta por la noche a todos los habitantes con sus rugidos. Nadie puede dormir. Entonces el rey pide al caballero Nacho, un niño muy valiente, que acabe con el dragón. Así, Nacho parte con su caballo en busca del monstruo y cada animal con el que se encuentra le advierte de algo malo, muy malo, sobre el dragón. No obstante, cuando Nacho llega a la cueva descubre algo que nunca había imaginado.

Generalmente, muchos de nosotros solemos dejarnos llevar por lo que dicen otros. Sobre todo si esos otros son personas a las que conocemos. Si nos dicen que alguien es tonto por esto o por aquello, nosotros pensamos que sí, que ese es tonto. Y ni siquiera hemos tenido la oportunidad de hablar con él para contrastarlo. A lo mejor un día le vemos por la calle y ya automáticamente pensamos que el tonto está ahí.

Otras veces ocurre que entramos dentro de una cadena donde uno le dice a otro que conoce a aquel que no es de fiar porque el primo de su vecino le dijo a su hermana que no, que ese no era trigo limpio. Y nosotros vamos y le creemos.

En fin, que eso más o menos le pasa al caballero Nacho. Todos los animales con los que se encuentra por el camino le hablan mal del temible dragón. Menos mal que Nacho no se echa para atrás y decide seguir adelante. Menos mal que prefiere enfrentarse al dragón y ver con sus propios ojos a la criatura. Menos mal que decide escucharle, prestarle atención y darle una oportunidad dejando atrás los prejuicios.

Porque de eso va esta historia. De no fiarnos de todo lo que nos dicen, que las cosas no siempre son como aparentan en un primer momento. Que los prejuicios no son buenos y debemos expulsarlos de nuestra vida.

Porque un niño es lo más fácil que hay para manejar y manipular. Por eso, si los más pequeños conocen a este niño tan intrépido y comprensivo y se empapan de su historia, el rompecabezas del mundo empezará a cobrar sentido dentro de sus cerebritos, para que olviden el odio, la maldad y a la gente boba que no da buenos consejos y que los quiere llevar por el mal camino de ideas absurdas repletas de ignorancia.

Y no quiero terminar sin hacer mención a las ilustraciones de Cristina Durán, cuyos preciosos dibujos cuidados y elaborados con mimo representan a la perfección esa época llamada Medievo. Y es que solo de verlos ya me transporto a una vidriera de esas que nos muestran escenas de aquella vida.

Una vida, la de El caballero Nacho y el dragón ruidoso, que estaréis deseando conocer para aprender que los dragones y los caballeros no siempre deben hacer lo que nos han hecho creer.

 

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