Formentera Lady

Reseña del libro “Formentera Lady”, de Jordi Cussà

Formentera Lady

“El tiempo gris no me atrapará mientras el sol se oculte.
Desátame y libérame mientras las luces brillen.
Formentera, baila tu danza para mi.
Oscura amante, Formentera”.

Estos versos finales de la canción homónima de King Crimson, resumen muy bien esa atmósfera de psicodelia, hippismo peninsular, heroína y esperanzas y sueños rotos en la que se vieron atrapados miles de jóvenes españoles entre los años 80 y 90. Pero todo eso ya está escrito.

Todo eso ya nos lo contó Cussà en Caballos salvajes y ahora tocaba la calmada reflexión de los (ya menos salvajes) supervivientes. Tocaba echar la vista atrás para tratar de entender el ahora y poder mirar con serenidad al futuro. Tocaba reconstruir, unir las piezas, no ya de lo que pasó, sino más bien de lo que se recuerda que pasó, y de cómo se recuerda.

Formentera Lady, publicada por los amigos de Sajalín este año pero que salió originariamente en catalán en 2015, nos traslada de nuevo al agujero negro que la droga dejó en la España mediterránea de la Transición y los años noventa, pero esta vez lo hace desde una mirada retrospectiva mucho más optimista y madura, mucho más objetiva y, sin duda, mucho más romántica (y reparadora), aunque no por ello menos dura y trágica.
 
Niel, Ona, Asia, Renata, Angelica, Josep Selosca, Nicolau… Todos estos nombres (inventados, por supuesto), representan a los caballos salvajes que sobrevivieron a la fiesta del jaco. Un grupo de amigos, conocidos y compañeros de batallas que cruzaron sus vidas, muchas veces de forma trágica, entre canutos y papel de aluminio, pastillas, jeringuillas, trapicheos, sexo, prostitución, barras de bar y lisérgicas puestas de sol y que, ahora, llenos de desgarros, de cicatrices, y con unos cuantos años más, colaboran juntos en una última quedada (libre de heroína, por supuesto) para que Niel, el escritor del grupo y trasunto del autor, consiga finalizar su gran obra, la recopilación de los “mejores momentos” o, si usted lo prefiere, el “making of” de aquella rave que tantos cadáveres jóvenes dejó a su paso. Una especie de autobiografía novelada para dar por cerrada también la fase de las terapias.

La novela, con sus continuos saltos espacio-temporales es una genial descripción de cómo funciona nuestra memoria, de cómo recordamos ciertas cosas y olvidamos automáticamente otras. De cómo nos quedamos con aquello que nos interesa quedarnos y manipulamos irracionalmente los sucesos que nos marcaron trágicamente. De cómo los demás, los que también estuvieron allí junto a nosotros, nos ayudan a configurar nuestra propia historia y a cerrar ciertas heridas. Formentera Lady es una novela en la que el tiempo (y no la coca o el LSD) es el que lo aclara todo.

Formentera Lady es, además, un ejemplo de meta ficción literaria de manual, donde podemos ver claramente, pero mezclados con gran maestría, diferentes planos de una misma ficción que, en ocasiones, llega a confundirse con la propia realidad y nos provoca la sensación de estar delante de un texto tremendamente autobiográfico. Que también. Todo esto, unido al estilo objetivo, directo, asertivo y honesto de Cussà (alejado del victimismo facilón al que puede llevarte el tema de la adicción a las drogas, o de la exaltación infantil y cutre de aquellos tiempos tan destructivos), convierten esta obra en una madura y bella reflexión sobre la adicción a las drogas y el duro camino que se sigue para salir de ellas.

El día 11 de julio, justo cuando terminé de leer Formentera Lady, Jordi Cussà se murió. No lo conocía ni era mi amigo ni un tío lejano ni nada por el estilo, lógicamente, pero por alguna extraña razón, me quedé bastante jodido. Tanto es así, que me puse a escuchar a King Crimson como un tontorrón lacrimoso durante varios días y a recordar mi breve estancia vacacional en la isla de Formentera, rodeado de cientos de italianos fornidos y tatuados, guapos y lascivos.

Hasta entonces, solo había leído esa maravilla de Caballos salvajes que los amigos de Sajalín (¡vaya editorial que tenéis, gente!) nos habían traducido y regalado hace unos pocos años y la cosa había quedado ahí, que no es poco. Ahora, tras leer esta otra conmovedora novela, ya sí me ha quedado muy claro que, tal y como a él le gustará ser recordado, Jordi Cussà Balaguer era (y ya lo será para siempre) un grandísimo escritor que una vez fue un yonqui.

Y si, como me pasa a mí, usted se niega a rezar por nadie, puede que leer este libro sea la mejor de las plegarias.

D.E.P. Jordi Cussà (1961-2021)

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