La herencia de Orquídea Divina

Reseña del libro “La herencia de Oquídea Divina”, de Zoraida Cordova

La herencia de Orquídea Divina

No podemos escapar de nuestras raíces. El legado de los nuestros corre profundo y conforma una parte de lo que somos, incluso si no lo entendemos. La familia es algo que nos viene dado, no la elegimos, pero es el barro primordial a partir del cual construimos los cimientos de nuestra persona. Su legado no siempre es algo deseado, no siempre es agradable, pero es inevitable. Una familia está conformada por una maraña de vínculos que combinan seguridad e incertidumbre, amor y desencuentro. La familia de los Montoya no es la excepción. Es grande y caótica, producto de los numerosos matrimonios contraídos por su matriarca, la abuela Orquídea Montoya (alias Orquídea Divina). Su hacienda en Cuatro Ríos es un lugar de misterio y fábula, así como lo es la propia matriarca y su pasado. Los miembros de esta familia han ido abandonando de formas más o menos dramáticas este excéntrico hogar para forjar su propia vida, pero muchos misterios siguen rondando la figura de su abuela, misterios que ya han aceptado como una parte intrínseca de ella. La forma en que los Montoya aceptan la magia de Cuatro Ríos y los quehaceres de su abuela se narra en un tono de realismo mágico, casi íntimo, pues solo es asumido por los Montoya y no tanto por los foráneos. Cuatro Ríos es como una versión en pequeño del pueblo de Macondo en Cien años de soledad y su historia no es menos convulsa. Esta hacienda es el punto de retorno de la familia. Todos los descendientes de Orquídea Divina lo toman como referencia y, por eso mismo, es el lugar al que son llamados cuando la matriarca les comunica, por medios poco ortodoxos, que va a fallecer. Es hora de que reciban su herencia, La herencia de Orquídea Divina.

Esta herencia es particularmente especial en el caso de Marimar, Reymundo y la pequeña Rhiannon, tres de sus descendientes más jóvenes. Estos recibirán el poder de su bisabuela y deberán aprender a gestionarlo, a crecer con él. Un legado que les obligará a buscarse a sí mismos. Podría considerarse un don, pero como todo don, también tiene su lado oscuro pues alguien ansía ese poder. Una inquietante figura surge del pasado remoto de la abuela Orquídea y quiere recuperar lo robado. Irá cazando a los descendientes de Orquídea, acabando con sus vidas uno a uno, hasta llegar a los bendecidos. Debido a esto, Marimar, Rey, Rhiannon y sus padres tendrán que viajar hasta Guayaquil, en Ecuador, para saber más sobre la vida y los orígenes de la matriarca con la intención de sacar a la luz aquello sobre lo que su abuela nunca ha podido hablar.

Los lectores también ahondamos en el pasado de la abuela Montoya, ya que la historia alterna entre el peregrinaje de los herederos y las escenas del pasado de Orquídea Divina.

El mundo que se muestra en esta narración está salpicado de una magia cotidiana que impregna los lugares más familiares y los actos rutinarios haciendo que, en algunas escenas, la fantasía surja con normalidad. Recuerda mucho a la magia íntima y exótica de la cocina de Tita en la saga de Como agua para chocolate (obra de Laura Esquivel), donde lo cotidiano y lo esotérico se enhebran en un solo patrón. La obra también aporta a sus escenas modernas ese exotismo lírico de herencia latina que pueden verse, hoy en día, en apuestas televisivas como La casa de las flores, tanto en su enfoque como en su estética. Sin embargo, La herencia de Orquídea Divina tiene personalidad propia, resuena en nosotros y más allá de nosotros. Nos hace reflexionar sobre la magia oculta en nuestras propias raíces, sobre quién somos y de dónde venimos. Y, en sus reflexiones, nos ayuda estar en paz con aquello que no siempre entendemos sobre nuestras propias familias. Aquello que no es perfecto, pero que es, a fin de cuentas, nuestro.

Solo por eso, seguir la estela de Orquídea Divina y acompañar a sus herederos en sus muchas revelaciones merece la pena.

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