La idiota, de Elif Batuman

La idiotaDe repente, nuestra vida se convirtió en una historia que contar en pasado. Y no hablo de un nostálgico cuento de infancia, sino de un novelón de medio millar de páginas sobre cómo éramos y qué hacíamos al terminar la adolescencia, que en manos de Elif Batuman deja de sonar a lo que te narra cualquier amigo sobre su noche anterior al estilo de Bret Easton Ellis y pasa a parecer una novela clásica rusa trasladada a 1995. ¿En serio hace ya más de veinte años?
La idiota cuenta, con bastante humor, el primer año de la protagonista, Selin, en Harvard. Una joven de ascendencia turca, que aterriza en la universidad como si aterrizase en un planeta extraño, que diría Heinlein. Después de escoger casi por azar sus asignaturas, serán precisamente sus compañeros de clase quienes se conviertan en sus mejores amigos y quienes marquen esa temporada. Svetlana, una carismática serbia sin pelos en la lengua, Ralph, el típico chico tímido que todo el mundo cree que es gay, e Ivan, el húngaro con el que Selin comienza una peculiar correspondencia por ese medio tan moderno entonces como era el correo electrónico.
Sentimental sin resultar ñoña, mucho más histórica que nostálgica, mordaz pero no cínica, La idiota se extiende en situaciones cotidianas que nos resultan bastante familiares. Hay conflictos con compañeras de piso, tediosos viajes a casa por vacaciones, fiestas, resacas y muchas horas de sueño en vez de horas de clase. Empapando todo ello, el trayecto deslavazado que va convirtiendo a Selin en una escritora, y en una adulta, casi sin que se dé cuenta de ninguna de las dos cosas.
Más allá de su argumento, esta finalista del Pulitzer en 2018 es, en esencia, una novela de aprendizaje que concentra el recorrido de la heroína en doce meses, una exposición precisa sobre las pocas certezas que se tienen al traspasar el umbral de la vida adulta y sobre las muchas dudas, algunas de ellas más típicas de esa generación que de las actuales: qué esperar del amor, cuándo llegará la “primera vez”, cómo estar a la altura de las expectativas familiares y de qué manera elegir un camino en la vida. Un reflejo acertado del profundo abismo que separa la generación X y la Y, pero a la vez un recordatorio de lo inseguros e imperfectos que hemos sido todos con veinte años.
Hay que reconocer la maestría que tiene Elif Batuman para incorporar referencias literarias sin resultar nada pedante, su humor a prueba de bombas y una capacidad apreciable para sacarse de la manga una escena tras otra, algunas de ellas memorables. Sin embargo, estos mismos argumentos se vuelven en su contra a ratos y convierten muchos pasajes en meras anécdotas insustanciales.
En resumidas cuentas, La idiota es una de esas obras en las que, perseverando en la lectura, se establece un vínculo fuerte con los personajes principales y da pena terminar. No obstante, y aunque además me parezca fantástica para aficionados a la lingüística y a la literatura del Este (de Europa), no me atrevería a recomendarla para todos los públicos. Por momentos da la impresión apabullante de no estar ocurriendo nada, un poco al estilo de las novelas de Karl Ove Knausgard, y durante las primeras cien o ciento cincuenta páginas la tentación de abandonarla por aburrimiento es grande y comprensible. Luego entra en escena el amor, aumentan las carcajadas e incluso la protagonista se airea con un verano en Europa, pero teniendo en cuenta el ritmo acelerado al que suceden las cosas dos décadas después, me atrevería a decir que todo eso llega demasiado tarde para muchos de los lectores.

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