Las flores del mal

Reseña del libro “Las flores del mal”, de Charles Baudelaire

Las flores del mal

Baudelaire es universalmente conocido como poeta, pero también participó de los inicios de la crítica artística, cuando, como explica Estrella de Diego en el artículo dedicado al bicentenario del poeta en Babelia el pasado 27 de marzo, se concebía como una actividad artística en sí misma, que aportaba valor a las obras comentadas. La crítica era, dice la autora, una actividad de poetas. Esa es sin duda una afirmación que compartimos quienes formamos parte de este blog, sin que nuestras reseñas se deban con considerar críticas, sí que tratamos de que aporten algo a la obra original, preferentemente algo personal. Y algo parecido deben pensar de la edición en Nórdica porque la aportación artística que suponen las ilustraciones de Louis Joos a la presente Las flores del mal es de primer orden. Probablemente sea uno de los libros más bonitos que he tenido entre manos, pero no se trata sólo de belleza, sino de la personalidad y en sentido que aportan y complementan a una obra que ha vivido ya tantas ediciones que se sorprende uno de sorprenderse.
Desde luego no soy un experto en Baudelaire, pero no me resulta extraño que su obra fuera polémica hace doscientos años, el poeta se ganó a pulso el adjetivo de maldito. Pero sí que me extraña que a día de hoy, siendo una figura literaria consagrada e imprescindible dentro de las letras francesas, continue manteniendo ese halo de polémica hasta el punto de que la celebración de su bicentenario esté siendo un homenaje más bien discreto porque no hay en torno a su figura el consenso que se necesita en esta época de corrección política para ser celebrado, parece ser que aun no tenemos claro que no es tanto la figura pública sino el talento lo que merece homenaje, y de eso no creo que haya la menor duda en torno a Las flores del mal.
Y una vez expresada mi incomprensión ante quienes son tan pacatos hoy como hace doscientos años, permítanme que no les haga el juego y celebre lo positivo, exprese mi admiración ante el talento de un poeta que en algunos aspectos nos inventó y destaque un estilo que a mi modo de ver es tan contundente, independiente e insobornable que merece que haga mías las palabras que sobre él dijo Verlaine: «Si bien hay entre nosotros poetas más grandes que Baudelaire, no los hay, en cambio, más importantes».
La materia con la que construye Baudelaire su poesía no se recolecta en torres de marfil, sino en callejones, sus musas rara vez se pasean por el Olimpo y su catálogo de virtudes no adoraban poemas hasta que él les abrió ese mundo que hasta entonces tenían prohibido. Encontrarán aquí poemas «a una mendiga pelirroja» o «a una que pasa», verán tinieblas y demonios, declaraciones de odio al océano y gatos, muchos gatos. Y las disfrutarán, porque la belleza a la que el poeta canta no la inventa, sino que la ve, porque está ahí


porque tengo, para fascinar a esos dóciles amantes,
puros espejos que hacen todas las cosas más hermosas:
mis ojos, ¡mis grandes ojos de eternas claridades! 


Las flores del mal es un texto sobradamente conocido, ni siquiera es la primera vez que se asoman a este blog, verdaderamente creo que poco puedo decir que les descubra algo que no sepan pero sí que creo que puedo atreverme a decir que disfrutarán releyendo estas flores, precisamente estas que Nórdica ha convertido en uno de esos libros que uno se alegra de tener porque mejoran cualquier biblioteca. Olvidé decirles que se trata de una edición bilingüe y, además de destacar las ilustraciones de Louis Joos, no puedo dejar de citar la traducción de Carmen Morales y Claude Dubois.  Aunque no sea lo habitual en una reseña, la edición es tan notable que me permito aumentar la lista habitual de créditos con Ignacio Caballero (maquetación) y Victoria Parra y Ana Patrón (corrección ortotipográfica) y todo aquel con cuyo trabajo y cuya pasión de orfebre haya participado en que  el resultado final sea el que ha sido en este libro. Créanme, tienen que verlo para hacerse a la idea.


Para finalizar, porque creo que es obligado cuando se habla de un poeta, una breve muestra de su voz, una estrofa de un poema llamado El juego que podría se un buen ejemplo de su poesía, uno de los muchos posibles:


Y se espantó mi corazón de envidiar a tanta pobre gente
corriendo con fervor hacia el enorme abismo,
y que, ebria de su sangre, al final preferiría
¡el dolor a la muerte y el infierno a la nada!





Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es

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