El Mesmerismo fue inventado, creado o descubierto por Frank Mesmer, un médico de origen alemán, que en 1774 y después de usar imanes para aliviar a uno de sus pacientes, creyó haber encontrado la técnica definitiva para curar todos los males.
El Magnetismo animal como lo bautizó Mesmer, o Mesmerismo como luego fue llamado por todos los que quedaron seducidos por esta doctrina, no era más que la regulación de la energía eléctrica del cuerpo. Para ello Mesmer utilizaba diferentes técnicas; la imposición de sus manos, algunos objetos con una supuesta carga energética como piedras, madera o metales, o incluso algo más teatral, como dibujar figuras en el aire con las manos sobre el paciente.
Aunque Mesmer, sus técnicas y su Magnetismo animal fueron puestos en duda una y otra vez, e incluso Luis XVI creó una comisión para investigar dicho fenómeno, llegando a la conclusión de que no era más que charlatanería sin ningún fundamento científico, el Mesmerismo siguió creciendo y ganando adeptos por toda Europa. Incluso se asoció al ocultismo y la brujería.
Es ese halo de misterio en el que nada el Mesmerismo del que se ha valido Juan Vico para crear una historia llena de enigmas, magia, secretos, crímenes y por supuesto Magnetismo animal. Una historia un tanto folletinesca y misteriosa que nos lleva a un pequeño pueblo de la Francia de 1870 donde un bosque -al parecer con un gran poder curativo- es el eje de una trama sumida en cierto oscurantismo y que bebe de todo el auge que en Francia, en aquella época, vivían el espiritismo y el ocultismo.
Victor Bloom, periodista del Le Siècle y especializado en desenmascarar farsantes, llega al pequeño Saint-Boffon, un pueblecito rural como cualquier otro salvo por el bosque de Samiel, un bosque limítrofe con el pueblo y del que los lugareños juran y perjuran que tiene propiedades curativas. Alrededor de ese bosque se han tejido toda clase de habladurías y rumores; que sus aires vigorizan el cuerpo, que la incursión en su interior cura cualquier enfermedad, que está magnetizado…
Cada año por esas fechas cientos de personas acuden a tratarse sus dolencias, pero esta vez el momento coincide además con un eclipse lunar, lo que al parecer, hará aumentar el poder curativo del lugar. Por si todo eso fuera poco, un misterioso personaje llamado Locusto, mesmerista acérrimo y abanderado del movimiento, ha informado que ara acto de presencia en el bosque de Samiel. Bloom ha llegado a Saint-Boffon dispuesto a desenmascarar al misterioso y reservado Locusto, al que nadie ha visto jamás y del que no se sabe nada de su persona.
El Mesmerismo de por sí, ya es inmensamente atractivo, y si lo rodeamos de una historia suficientemente interesante y bien estructurada, aumentamos en mucho su poder de seducción. Y el de la novela. Y el del escritor.
Además Vico atiborra la novela no ya de fervientes creyentes en el Mesmerismo, sino de todo lo contrario; delatores, acusadores, insatisfechos, médicos de intachable moral, periodistas desconfiados, habitantes recelosos y de cualquier sujeto con hábito de desacreditar esta práctica. La novela fluctúa entre enumerar las virtudes de esta pseudociencia y enmarcarla como un remedio absoluto, o denunciarla sin piedad y sin compasión. Se sucede de esas dos cosas un equilibrio, que le da al lector, un espacio para poder creer que el Mesmerismo fue -o es- una simple majadería, o una práctica de demostrada eficiencia pero turbia fama.
En cualquiera de las dos cuestiones, Los bosques imantados es una pequeña novela que nos despertará, seguro, curiosidad por ese movimiento del que se sucedieron otras prácticas como el hipnotismo moderno o el ilusionismo. Es además una novela amable, sencilla, bien intencionada y bien escrita, con una ambientación que le da fuerza y carácter y unos personajes que, sin ser lo mejor de la historia, tienen la profundidad suficiente para darle a la trama la solidez que necesita.
Vico nos ofrece pues, pasar un rato rodeados de los mitos de una práctica que en aquella época era vista casi como la brujería, nos ofrece un debate enfrentado entre la ciencia y lo inexplicable, entre lo tangible y lo imposible, nos da un marco incomparable lleno de turistas, lugareños, una librería atestada, una niña extraña con un padre huraño, un grupo de periodistas bien variopinto, un bosque misterioso, un mesmerista esquivo, un muerto…y un tipo vegetariano.
Qué demonios, ¿no les pica la curiosidad?