Luz de verano, y después la noche

Reseña del libro “Luz de verano, y después la noche”, de Jón Kalman Stefánsson

Luz de verano, y después la noche

Se dice siempre que el verano es la estación ideal para hacer turismo lector. Las largas horas del estío nos ofrecen la oportunidad perfecta, se supone, para zambullirnos tranquilos en historias que nos transportan lejos, que nos abren la puerta a lugares en los que nunca hemos estado y que quizá nunca lleguemos a pisar. Qué quieren que les diga, yo siempre he preferido que me saquen del país en lo más crudo del frío invierno, cuando se acortan los días y el final de las horas de sol siempre llega antes que el final de la jornada de trabajo.


En todo caso, en cualquiera de los dos escenarios, Luz de verano, y después la noche me parece uno de esos libros capaces de obrar el milagro del teletransporte, y Jón Kalman Stefánsson uno de esos autores. Porque lo que más resuena aquí es su voz, su lírica transparente, su capacidad para coser con hilo de oro las sencillas historias de un pueblo cualquiera de Islandia, en el que nos zambulle. Da la impresión de que nada excepcional se cuenta aquí: una infidelidad inesperada y dolorosa, la leyenda de un viejo fantasma que habita en el sótano de un almacén, la locura de un director de fábrica que de la noche a la mañana se convierte en Astrónomo, así, con mayúsculas, y comienza a recibir libros en latín por correspondencia. Cosas parecidas se encuentran a nuestro alrededor con cierta facilidad, a poco que miremos. Es el aliento de Stefánsson, con su prosa susurrante y evocadora y su capacidad para fijarse en las debilidades del alma, lo que consigue que la vida de un pequeño pueblo de apenas cuatrocientos habitantes y que no tiene ninguna peculiaridad, como dice en el primer párrafo, pueda mantener enganchado más de doscientas páginas.

Melancólica y graciosa a partes iguales, Luz de verano, y después la noche juguetea con lo mágico, con que a la vuelta de la esquina podamos tener una sorpresa. Todos sus personajes son imperfectos pero a la vez están dotados de alguna cualidad asombrosa, tienen una belleza que solo se puede apreciar cuando reciben la luz de una determinada manera y que una vez descubierta es imposible de ignorar. Además, el tiempo en ella transcurre de otra manera, algo que también viene dado por el hecho de que ya tiene casi un par de décadas y parece ambientada en una época anterior a su escritura.


En resumen, esta es una obra para todos los públicos, de esas que uno se atreve a regalar a quien apenas conoce porque sabe que cualquiera la leerá con gusto. Entre su principio y su final da la impresión de que media un suspiro, medio centímetro solamente, sus contornos se pierden en la fina frontera entre la novela propiamente dicha y un conjunto de relatos interconectados, y aunque no consigue cambiarnos la vida, sin duda resulta una de esas que se cierran con un suspiro hondo y una sonrisa en la boca.

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