Monstruos

Reseña del libro “Monstruos”, de Noel Pérez Brey

monstruos

Hasta ahora creía que tenía muy claro el significado de la palabra «monstruo». Algo grotesco, atemorizante, que podría atacar en cualquier momento y capaz de generar pesadillas hasta a las personas más serenas y confiadas. Algo de lo que huir, algo de lo que escapar sin mirar atrás. Algo que jamás querría volver a cruzarme. 

Y digo que creía que tenía muy claro el significado porque pensaba que no podía existir otro tipo de monstruo, sin embargo, después de leer este libro me he dado cuenta de lo equivocada que estaba. También hay monstruos simpáticos, agradables y divertidos. Peculiares y chistosos. Amigables y con los que no te importaría volver a encontrarte. Así es Topete, el protagonista de esta historia. Un monstruo, según el dueño de la barraca de feria que no dudará en hacerle un hueco en ella para exhibirle como parte del espectáculo. Al igual que todos los demás seres particulares que lo acompañan.

Topete es un hombre peculiar, y no por su tamaño inusualmente pequeño ni por su ambición. Es peculiar porque no duda ni un segundo en robarle a su madre el dinero que tenía para pagar el entierro del abuelo, que acaba de fallecer. Con ese dinero debajo del brazo es cómo aparece en el Madrid de un recién estrenado siglo XX, en busca de otra vida y quién sabe si del amor. Y quizás sea este amor el que lo lleve a cometer las locuras que vendrán a continuación, y quizás sea este amor el que haya provocado que ahora Topete esté sentado delante de un comisario de policía que trata de sonsacarle a la fuerza una confesión del asesinato que tiene revolucionada a toda la ciudad.

Como ya habrás visto, lector, Noel Pérez Brey nos trae una novela muy interesante y para nada común. Y ya no solo por los personajes tan particulares que van a desfilar ante nosotros, sino por esa ambientación tan especial que hará que te sumerjas en una época casi olvidada y que tiene tanto encanto como podredumbre. Y no digo esto tratando de sonar despectiva hacia la ambientación elegida por el autor, todo lo contrario. Lo digo como un halago, porque precisamente su capacidad de transmitir ese Madrid decadente y al que nada estamos acostumbrados es una de las cosas que más me ha atrapado de esta novela. Monstruos es, como su ambientación, muy especial. Sus personajes llegan hasta el lector sin que el autor tenga que esforzarse demasiado por ello. Llama la atención la forma de alternar los capítulos donde el protagonista cambia según el momento de la novela. Y no solo es que cambie como tal, sino que también es capaz de utilizar el mismo personaje en dos tiempos diferentes consiguiendo con ello que veamos claramente cómo el paso del tiempo ha afectado a su personalidad.

Este punto para mí es imprescindible, porque significa que el autor se ha preocupado por la evolución de sus personajes, por la credibilidad de sus acciones, y hacerlo a través de estos saltos en el tiempo —sencillos y que no harán que pierdas el hilo de la historia principal, no te preocupes— es todo un acierto.

Volviendo un poco al tema de la ambientación, tengo que decir que es lo que más me ha gustado de la novela. Estoy muy acostumbrada a leer novelas negras, pero todas ellas suelen tener en común una ambientación extranjera o, si es nacional, desarrollada en la época presente. Muy pocos autores de este género se atreven a dar un salto en el tiempo y no moverse en el espacio, no sé si por miedo o por comodidad. Tal vez sea porque se tiene la tendencia a creer que es mucho más glamuroso encontrarse un asesinato en una ciudad extranjera que en un sitio que tenemos tan cerca. Aunque, sinceramente, creo que el efecto es inmejorable. El lector puede recorrer los lugares por los que deambula el protagonista sin ningún problema, aun sin conocer de nada el Madrid de principios de siglo. El lector se imagina las calles, los puestos, las tiendas, y todo gracias a la narración exquisita de su autor. Este se toma todo el tiempo del mundo en ponernos en situación —y sin necesidad de aburrir ni avasallar con datos que no van a ninguna parte— y eso hace que el lector, casi sin darse cuenta, se vea a sí mismo vestido de época y dispuesto a coger un coche que lo lleve directo al circo. 

Lo cierto es que solo se me ocurren palabras de admiración para este autor. No solo por la capacidad de habernos regalado un relato intrigante, absorbente y original, sino porque tiene un dominio del lenguaje que queda patente en cada frase que escribe. Ya me lo demostró en su día con El tiempo está próximo, una novela que tuve el placer de leer hace un tiempo y que hace que todavía pueda recordar lo muchísimo que me gustó. 

Y ahora que he leído esta novedad, puedo decir bien alto que a veces el talento se magnifica con los años, crece y crece exponencialmente como si fuera una bola de nieve que baja por una montaña infinita. Eso he sentido con Monstruos: he sentido la necesidad de seguir leyendo, de dejarme llevar por esa ladera y pasar a formar parte de esa bola gigante, de esa intriga, de esos embrollos políticos que traspasan el papel. He querido descubrir por mí misma el significado de «monstruo» y he querido, casi al final, darme cuenta de que en esta historia nada es lo que parece y que los misterios pueden aguardar hasta la última página de nuestras vidas.

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