Planetario

Reseña del libro “Planetario”, de Julián López

planetario

Alguna vez leí que el olfato es el sentido más emocional, el que evoca más recuerdos. Olemos con el cerebro, no con la nariz. Yo creo que con la música pasa exactamente igual. Es poderosa, hace sentir y recordar emociones que difícilmente podrían sentirse mediante el gusto, la vista, el tacto… Cada vez que escucho, por ejemplo, la estupenda versión musical de La guerra de los mundos, de Jeff Wayne (en ese pedazo de disco doble con los enormes dibujazos del libreto interior), o Azul y Negro, o el Concierto de Aranjuez o la Novena de Beethoven no puedo evitar recordar los domingos de mi infancia, cuando mi padre lo ponía mientras pasaba el aspirador por toda la casa, mi madre hacía la comida y yo jugaba con mi hermano.

Parece que se ha puesto de moda que los genios del humor chanante y muchachadanuiescos se pongan a esto del escribir (aunque Mamotreto y los otros de Raúl Cimas no sé si meterlos en este saco). Areces tiene en el mercado un libro de fotos de muertos (sí, como el que aparecía en Los otros, ¿no?, esos en los que la gente hacía fotos a la gente que había muerto en sus casas); hace poco leí el Subidón de Joaquín Reyes y ayer terminé este Planetario de Vicentín Julián López. (¡Sevilla, Chiapella, os toca, venga, ya!).

Tengo que decir que me ha sorprendido mucho que esta sea una primera novela. Seguramente alguien más experto o algún profesional de la corrección editorial vería fallos aquí o allá, pero yo no. Me ha parecido una novela muy disfrutable y con la que además me he identificado mucho pues, al igual que el protagonista de esta ficción autobiográfica, la música no llegó a introducirse del todo en mí hasta que escuché a Queen con Freddie ya fallecido.

Y no solo eso. En esta novela en la que el autor mira con nostalgia su infancia y primera adolescencia cualquiera que haya nacido a finales de los setenta reconocerá situaciones que a la chavalada de hoy le sonará a chino por ser muy del rollo Yo fui a EGB.

Lo típico de grabar canciones en una cinta de casete directamente de la radio rezando para que el locutor no la pisara, pasarnos cintas o discos originales entre amigos para grabárnoslas; averiguar quién cantaba una canción en un anuncio o una película eran cosas que llevaban su tiempo y su trabajo en una época en la que no había internet y descubrías cosas por azar, por bocaoreja o porque siempre había un amigo que sabía de todo y una canción te llevaba a una película y esta a un libro y este a otra canción. Y descubrías grupos nuevos (o viejos pero nuevos para ti) buenos de verdad (y no los de ahora –y parezco un abuelo cebolleta–). Y es que así era la vida. Tal cual la pinta López (Julián, no Antonio).

Julián López es, entre otras cosas, músico (estudio Magisterio en Educación Musical), y se nota. En las páginas de este libro, con el acertado subtitulo de “una novela musical”, se observa un dominio absoluto a la hora describir cualquier canción, sinfonía, obertura o apocalipsis y no le hace ascos a nada pues tiene la mente abierta a rock, pop, jazz, flamenco y, sobre todo, clásica.

Planetario se estructura en capítulos titulados como canciones de Queen y más o menos relacionados con dicho título, y nos narra casi como si de una especie de diario se tratara (aunque con saltos adelante y atrás en el tiempo) las vivencias de un chaval de pueblo de interior. Un chaval listo, aunque a veces no muy espabilado, algo tímido y algo raro visto desde fuera ya que, por poner un ejemplo, cuando sus amigos se iban a la cama por sueño u obligados por sus padres, él lo hacía con gusto pues se acostaba con su walkman para disfrutar de conciertos de música clásica. Un chaval que creció rodeado por música y en la que su padre, madre y abuelo cantaban en el coro del pueblo y que un buen día decidió tocar la trompa. Un chaval que también estaba obsesionado con las buenas bandas sonoras (algo con lo que también me he identificado –¡Wojciech Kilar!–), y que recortaba las fotos del Teleindiscreta (aún tengo por ahí una carpeta que regalaba la revista y cuyas tapas eran esos pedazos de camiones del Paris Dakar). Un romántico que siempre tenía miedo de cagarla al dar un paso más y por eso perdía a sus infinitas Elisabetas.

En definitiva un enamorado de la música que reducía el mundo a eso, a música, y en donde se movía como pez en el agua, pero que cuando era sacado de ese elemento musical andaba más bien torpón.

Planetario es una novela de aprendizaje, de crecimiento y maduración muy bien forjada, con expresiones “mu” de andar por casa en ocasiones, que gustará sobre todo a los que ahora rondamos la cuarentena, pero que puede leer cualquiera. Una autobiografía en la que se mezcla realidad y ficción. Eso sí, si bien tiene algún momento humorístico no es ese el tono general, así que si algún fan de los chanantes busca el descojono padre más vale que no vaya con esas expectativas.

Buena literatura y excelente gusto musical el que tiene Julián López. ¡Regomeyo power!

Deja un comentario