Quién sabe si mañana seguiremos aquí, de Kim Young-Ha

mañana

Este es otro de esos libros que he encontrado sin ir buscando nada en concreto. En uno de mis “paseos” por la librería, sacando libros de aquí y allá, leyendo las sinopsis atraído tan solo por los títulos de los lomos, me hice con varios ejemplares. Con un botín, en realidad. Es una buena manera de aprovechar algo de tiempo libre cuando vas de camino a algún sitio y sabes que te va a tocar esperar. Y también de dejar que el tiempo corra más deprisa de lo que debiera (nunca aprendo la lección de que las librerías son para mí trampas espacio-temporales).

El libro me llamó la atención, sobre todo, por el título, que encierra una verdad como un templo, pues es cierto que nadie sabe qué va a pasar mañana, o ni siquiera en unas horas, por mucho que tengamos planificados nuestros días, semanas y meses. La tapa blanda y la muy acertada portada, con ese hombre desvaneciéndose como si estuviera experimentando el efecto del chasquido de dedos de Thanos contribuyeron a aumentar el interés. Y, finalmente, la faja. Esta vez la faja sí que sirvió para algo: “Es un anciano con alzhéimer. Es un asesino jubilado. Su hija corre peligro. Solo la memoria puede ayudarlo” fueron las palabras que me decidieron a querer leer este libro sin ninguna duda.

Y ha sido todo un acierto. En una tarde me he zampado sus 158 hojas. Hay que decir que hay páginas en las que tan solo aparecen un par de líneas, y que el “capítulo” que más extensión tiene tan solo tiene hoja y media o dos hojas, pero es perfecta esa estructura porque nos explica visualmente el mundo de vacío y confusión en el que se adentra nuestro protagonista, un asesino en serie retirado, un hombre que hace veinticinco años que no mata a nadie. O veintiséis.

Sin embargo, en plena lucha interior con su terrible enfermedad, este hombre tiene que defender a su hija de unos crímenes que comienzan a sacudir su barrio al tiempo que esta le presenta a su prometido, un hombre que parece reunir las características de todo buen asesino. Las peores sospechas parecen confirmarse cuando la hija desaparece. Es tiempo de actuar como antaño, pero… ¿podrá? Su vida se ha convertido en una colección de recuerdos del futuro: lleva una grabadora para no olvidar conversaciones, y un cuaderno donde anota las pastillas que debe tomar, pero muchas veces no entiende ni lo que ha escrito… Para colmo, puede recordar con claridad recuerdos de la infancia, pero olvida caras, nombres que ha visto hace dos minutos y pierde el hilo de la conversación.

Kim Young- Ha consigue moldear un personaje que ha sido todo un cabronazo en su vida anterior de tal forma que logra que, narrando en primera persona, empaticemos con él y sintamos pena por la jodienda que está atravesando. Crea una trama creíble y que podría perfectamente ser noticia de telediario, si es que no lo ha sido ya. Y lo hace de forma sencilla, con un vocabulario normal, con un contar el día a día sin cosas raras ni chorradas estrafalarias, simplemente alternando (fiel reflejo de la mezcla que debe de tener en su cabeza un enfermo como este) los pensamientos más profundos y desgarradores de un anciano senil con los deseos de acabar con un “presunto” asesino para que no pueda hacer daño a su hija; la nostalgia recordada de sus días apacibles con el posible fin de sus días en presidio si ese es el precio a pagar para que su hija se salve.

Quién sabe si mañana seguiremos aquí es un libro sorprendente, pulcramente escrito, enganchante y con un final inesperado.

Un libro que me escandaliza y mucho que, ante la enorme cantidad de mierdas que se editan día sí y día también y que son promocionadas hasta la saciedad, pase desapercibido.

Hacéos un favor y leed esta pequeña joya. Una mezcla de… no sé, ¿noir coreano y costumbrista? Lo que sea. Leedlo.

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