Reseña de “Rayo rojo”, de Bucci y Atzeni
Si te gusta David Bowie tienes que leer Rayo rojo. Y si no conoces al artista, lo cual parece impensable, o no eres superfan, también debes leerlo. Una obra así sorprende tanto por las acuarelas de Riccardo Atzeni como por la estimulante distopía que ha creado Marco “Nomen Omen” Bucci. La odisea de Samuel sirve de metáfora de la transición de la infancia a la edad adulta o del descubrimiento de la propia sexualidad.
A pesar de no esperarme para nada el contenido del cómic, pues me imaginaba una biografía del genio, Rayo rojo es una obra de arte. Combina la narración en viñetas con información a doble página de ese supuesto mundo futuro dominado por la tecnología y el control. Como todos los personajes con talento, David Bowie fue un visionario, tanto en cuanto al género fluido o queer como por reconocer el valor mágico de la imaginación. En su cosmovisión y en la de este cómic, la búsqueda de la belleza, el reconocimiento del poder de lo simbólico y el viaje del héroe son los pilares de la vida.
Rayo rojo también podría se la historia de un duelo. Cuando recibes una noticia inesperada y trágica, como la muerte de tu ídolo, el tiempo se detiene. O mejor dicho la percepción del continuo espacio temporal se quiebra. Y en ese lapsus puede ocurrir cualquier cosa. Cuando recuperas el aliento y el latido puede que te reconozcas en un lugar donde no habías estado antes. Los cuadros de cada viñeta son un guiño a la producción de David Bowie, pero también la composición de esas pausas. Esos momentos en los que te paras y eres consciente de tu existencia. Sabes que estás en un laberinto y que no hay salida fácil. Tienes que recorrerlo con sus alegrías y sus sufrimientos.
Y de allí saldrás transformado. Porque el viaje de vuelta a Ítaca nunca es un retorno ni una repetición. Es el acto sublime de creación y transformación que da sentido a tu vida. Incluso si es con el objetivo político de una lucha antisistema o en tanto que “apagado” como el protagonista de Rayo rojo. Estoy convencida de que este cómic es leído con naturalidad por las generaciones más jóvenes, vinculadas a los dispositivos y acostumbradas a permanecer en un estado constante de vigilancia y control. Hay mucha información más o menos explícita sobre la gobernanza en entornos virtuales o sobre la soberanía digital que merecen una relectura pausada. “Guía a la realidad. Lección 43. La NEUROnetwork. Muchas comunidades de Apagados, cuando tienen que tomar decisiones que afectan a toda la comunidad, deciden a mano alzada, sumando qué opción tiene la mayoría de votos. Como en las antiguas democracias” (p. 109).
Este conocimiento hipervinculado y transmediático ya es el presente. La transformación digital acelerada por la pandemia ha hecho que el futuro llegue de manera inminente. Cuestionarse la identidad y el propósito existencial en todo este tsunami vertiginoso no es fácil. Lecturas como Rayo rojo permiten reflexionar sobre quiénes somos, de dónde venimos y, sobre todo, el famoso ¿a dónde vamos?