Sofoco

Reseña del libro “Sofoco”, de Laura Ortiz Gómez

Habitar un texto como el que transita un territorio. Esa ha sido mi experiencia de lectura con Sofoco. A pesar de ser la primera vez que leo a Laura Ortiz Gómez, la sensación es que podía ser una vecina y amiga. Sus relatos hablan de la realidad colombiana pero bien podría ser la tuya. ¿Te suena la memoria histórica, la revisión crítica de las acciones de los gobiernos, pasados y presentes, el desprecio a la madre tierra en favor de la explotación capitalista? Sí, ¿verdad? Lo genial de estas historias es que en ninguna se ven las costuras.

Sin embargo, cuando respiras entre cuentos el mensaje llega claro. Esas paternidades y maternidades dañinas y dolorosas, con hijas e hijos que crecen frustrados y heridos para siempre. Un juego de relatos que se articulan de manera equilibrada entre el dolor y la ternura. Una página estás riendo o sonriendo con amabilidad y a la otra estás llorando de rabia. Es brutal cómo en tan pocas líneas caben tantas emociones. Sofoco es un título perfecto para esta selección.

Cuenta la autora, Laura Ortiz Gómez, que fue recogiendo historias en su trabajo de promoción de la lectura por los pueblos de Colombia. A pesar de su formación académica, tenía miedo a escribir. Ese sí que es un cuento viejo, ese que nos dice a las mujeres que la escritura no es nuestro ámbito, al menos nunca para publicar y codearse en academias. Ya sabes, escribe diarios, cartas o poesía menor, decían los señoros. Pero Laura Ortiz Gómez, con su nombre y sus dos apellidos, ha encontrado una manera de hablar de su mundo, de su ecosistema, de su pasado y dialogar con la denuncia de los errores. “Artículo 7. El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana. (…) Le da rabia y vergüenza tu inocencia. Como si unos papeles con frases bonitas cambiaran el mundo” (p. 63).

Sofoco es otro acto performativo. Empiezo a pensar que toda la literatura lo es. Entre relatos de padres futboleros y farsantes, partos de vacas, Avon llama y cuidadoras de cementerios hay un dedo que señala. Con ese gesto, cambia el mundo y a quien lo lea. Nunca serás la misma persona si arriesgas tu experiencia en estas historias. Es purita magia. “A la hija del silencio la mataron por pobre, porque le ofrecieron un trabajo. Yo, que soy el odio vivo, tengo quinientos años” (p. 120).

La violencia y la guerra tienen un papel protagonista en la historia reciente de Colombia y en Sofoco. La distinción entre un cuento que no dice nada y otro que no diciendo, dice mucho es difícil de contar en una reseña. Pero estos relatos no caen en lo amarillo, en la crónica o en el morbo. Estas memorias que pone en juego Laura Ortiz Gómez son hilos profundos, canales de agua por donde pasan los ríos, metáforas en cajitas. “Corregirás el gran equívoco del tiempo que eres. El uno se entrega al cero” (p. 66).

Un estilo y una voz propia con una sonoridad poética que combina deliciosamente con el realismo mágico. En estos cuentos los tigres, los muertos y los toros son símbolos, sí, pero sobre todo, forman parte de nuestro mundo. No hay una pirámide idiota que sitúe al ser humano en lo alto de una naturaleza inventada. Todo está relacionado. La frontera entre la vida y la muerte, el habla y el silencio, los mamíferos y los reptiles, todas esas líneas son dibujos que confunden y que no te dejan ver el mapa. Sofoco es una brújula para explorar un territorio literario apasionante. “Tanta vida, tantos sonidos. La música que contiene al caos y el caos que contiene a la música. Sintió la luminosidad del anonimato” (p. 48).

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