Trol, de Luis Pérez Ochando

TrolLo más habitual es que un libro se ensalce por sus tramas o por sus personajes. Lo que no es tan habitual, y a mí me gusta especialmente, es que lo que más destaque sea la ambientación. Trol, de Luis Pérez Ochando, es una de esas novelas. Ya se deja entrever en la preciosa ilustración de su portada, obra de Diego A. Bartolomé, y se confirma desde la primera página. El autor nos sumerge en una realidad enrarecida, y la sensación no solo no nos abandona, sino que va en aumento hasta el final. Óscar Brox, en «Lo raro y lo fantástico», el magnífico prólogo que abre Trol, lo define como un cuento infantil que se funde con el terror adulto.

En los párrafos iniciales de Trol, Luis Pérez Ochando nos presenta una historia de lo más cotidiana: una niña llamada Irene espera en su casa la llegada de su nuevo hermanito, Andrés. Pero el desconcierto sobreviene enseguida. No es un bebé normal y corriente, no, ¡es un trol! Nadie más parece darse cuenta de que Andrés tiene el pelo crespo, la boca llena de colmillos como agujas, la lengua roja y puntiaguda, las zarpas como garfios. Al menos, así lo ve Irene, y nosotros, los lectores, así lo asumimos, porque todo lo que sucede lo conocemos a través de los ojos de esa niña. Y es precisamente esa mirada infantil, con sus dudas, miedos y reflexiones, lo que convierte unos hechos aparentemente normales es una ambigüedad constante que nos mantiene en vilo.

No es la primera vez que leo una novela que gira en torno a la creencia de que un bebé ha sido sustituido por un ente maligno. En Los Buenos, de Hannah Kent, se ficcionaba un hecho real basado en esta superstición, y en Lengua de pájaros, Víctor Sellés también jugaba con esta premisa. Pero Luis Pérez Ochando le da un toque muy personal.

De la mano de cada lector está buscar sentido a la percepción de Irene, ese sentido adulto que es un sinsentido para los niños. O también puede dejarse llevar por lo fantástico y asumir que solo esa niña ve las cosas tal como son mientras los adultos de su alrededor permanecen ciegos. Otra forma de interpretar Trol es como una simbólica despedida del mundo infantil, con las inseguridades y reticencias que ello supone. En el fondo, da igual una interpretación u otra, todas ellas son igual de desasosegantes.

Los niños y su supuesta candidez siguen siendo personajes recurrentes en las historias de terror, tanto si se erigen con inesperado elemento maligno como si son el último reducto de bondad. Luis Pérez Ochando nos pasea por esos derroteros de sobra conocidos, pero lo hace con solvencia y hasta aporta giros originales. Porque, como decía al comienzo, el desconcierto no nos abandona en ningún momento. Cuando parece que las piezas comienzan a encajar, que lo fantástico se asienta en la anodina realidad, las historia vuelve a oscurecerse, y acaba en un desfile de posibilidades inesperadas.

En definitiva, Trol, la primera novela de Luis Pérez Ochando, es una lectura envolvente y, sobre todo, perturbadora. Una historia entrañablemente terrorífica, como sus protagonistas.

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