El lector y sus circunstancias

El lector y sus circunstancias

Existen tantos tipos de lectores como lectores hay en el mundo. Lo dijo Borges en una ocasión, y no andaba desencaminado, como no podía ser de otra forma tratándose, posiblemente, de uno de los miembros más acérrimos que ha dado esa especie (¿en extinción?) conocida como lector. Una especie que desarrolla su actividad bajo múltiples circunstancias y en torno a una amplia serie de prejuicios. Algunos de estos aspectos pertenecen al campo de la sociología literaria, materia en la que me confieso un ignorante, pero no se trata de obtener respuestas sino de compartir preguntas: ¿Por qué escogemos un libro y no otro? ¿Qué nos hace decidirnos? ¿Cuándo, cómo y dónde leemos? ¿Cómo influyen estas variables en la lectura y valoración de una obra? ¿Influyen realmente?

hopperEn sus Diarios, Gombrovicz habla, entre otras cosas, de la relación entre lector y escritor, lo que ha sido engendrado a fuerza de sufrimiento total y absoluto se recibe muy parcialmente, entre una llamada telefónica y una chuleta de cerdo. Y llama la atención sobre los diversos factores, ajenos a la estética y a la teoría literarias, que afectan a la lectura. Más allá de sufrimientos total y absolutamente exagerados, el escritor polaco llama a una puerta que pocas veces se abre, seguramente debido a su aparente vulgaridad. Pero tras la apariencia se esconde en ocasiones la sencilla verdad que no alcanzan a explicar sesudos análisis literarios o mercantiles, dependiendo de si uno es escritor o editor. El escritor se preocupa más de los personajes, de la estructura, del comienzo, del final. Al editor le importa más el argumento, las localizaciones, las (obscenas) fajas que informan de los ejemplares vendidos en otros países o de tal o cual frase escrita por autores con tirón mediático. Pero qué le preocupa al lector a la hora de escoger: ¿La estructura? ¿La portada? ¿El texto de la contraportada? ¿La recomendación de un amigo? ¿Una reseña? ¿El género? ¿El autor? Y cómo, cuándo y dónde va a leer ese libro: ¿Por la noche, en la cama, antes de dormir? ¿En el autobús, por la mañana? ¿En la biblioteca? ¿En un sillón orejero? ¿En la playa? ¿En un banco del parque? ¿Bajo el sol o a la luz de un flexo? ¿En papel o en una pantalla? Y dejamos a un lado las circunstancias que giran en torno al estado de ánimo que tiene el lector en el momento de la lectura, que cambian dentro de un mismo libro.

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En cuanto a los prejuicios, a duras penas podemos evitarlos. No me refiero sólo a lo que pensemos de tal o cual escritor o a lo que nos haya comentado algún amigo o haya dicho un crítico, sino a toda la información de la que disponemos (y de la que no es fácil escapar) antes de empezar a leer un libro (pasa lo mismo, en mayor medida aún, con las películas, las series). El eterno dilema de las expectativas creadas y su influencia en el juicio propio. Cuántas veces nos ha decepcionado un libro cuyas virtudes todo el mundo ponderaba… Pero es difícil, diría que imposible, abordar una lectura con la mente en blanco, sin demasiadas ideas preconcebidas, sin una especie de eco que a cada página nos susurra si debe o no debe gustarnos por una u otra causa eso que estamos leyendo.

En definitiva, son varias y variables las circunstancias que influyen nuestras lecturas, tanto en el momento de escoger como a la hora de abordarlas y valorarlas. A menudo no se tienen en cuenta estas variables un tanto prosaicas pero seguramente tengan más importancia que la que muchos quisieran darle. Un ejemplo de esto es que un libro puede habernos gustado mucho a los veinte años y disgustarnos cuando lo releemos diez años después, o al contrario. ¿Es el libro el que ha cambiado o son nuestras circunstancias las que han sufrido variación? En cualquier caso, esa es la ventaja que tiene leer frente a otra serie de actividades: nunca sabes qué te espera a la vuelta de la página, qué mundo te hará imaginar, y si en ese mundo existen también las llamadas telefónicas y las chuletas de cerdo.

Leo Mares

5 comentarios en «El lector y sus circunstancias»

  1. Bueno yo leo en todas partes, menos en la cama, jamas he leido un libro en la cama, la eleccion es ya es otro cantar, como soy de los que no me gusta leer la contraportada la eleccion la hago de acuerdo con mis conocimiento del autor y por las informaciones que por muchos medios me pueden llegar, ah¡ una cosa en general odio los bet sellers, en el 90% de las ocuasiones me decepcionan, aunque termino leyendolos porque siempre hay alguien que me los regala, jamas los compro.
    Un saludo

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  2. Interesante reflexión sobre la (a veces) olvidada figura del lector. Recuerdo haber leído un ensayo sobre el tema (creo que la autora era Zadie Smith) que apuntaba una idea que siempre he encontrado sugestiva: comparaba al escritor con un compositor y al lector con el intérprete. Me gusta pensar que cada lector aporta una parte de sí mismo a la obra, y al igual que una misma pieza de música suena distinta según la pericia del violinista que la ejecuta, cada libro también es diferente en función de la experiencia y las circunstancias de aquel que lo lee. Un saludo!

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  3. Estoy muy de acuerdo en que el estado de ánimo del lector influyen en el disfrute de la lectura. En mi caso puede llegar a influirme sustancialmente de forma que un mismo libro puede aburrirme si lo leo un mal día y si al día siguiente tengo un buen dia puede gustarme más que el día anterior a pesar de que la narración no cambie sustancialmente. Este es un ejemplo de tantas situaciones que pueden influirnos en la impresión que nos da un libro o incluso impedir o facilitar el disfrute de la lectura. Saludos.

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  4. Yo también estoy de acuerdo que el estado de ánimo influye en lector, y no sólo eso, creo que en el lector influye todo, y lo que hoy se me caen de las manos puede ser que un año más tarde me parezca estupendo. Yo tengo una gran capacidad para abstraerme de todo mientras leo, pero también para leer y escuchar la radio, o tomarle la lección ami hija o hacer cualquier otra cosa para la que no precise la vista claro jejej

    Un buen artículo!

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