La cena

La cena, de Herman Koch

la-cenaLa lectura, en ocasiones, se convierte por arte de magia en un lugar de reflexión que ríanse todos de cualquier periódico o telediario. Sí, soy de aquellos que opinan que, en los tiempos que corren, los libros son un mejor refugio para crear pensamiento que todo aquello que se denomina medio de comunicación “serio”. Pero no echemos piedras sobre tejados que no vienen al caso. Lo que quiero dejar patente, y espero hacerlo en la reseña que sigue, es que en numerosas ocasiones me ha topado con algunos libros que, a priori, no parecían ser del tipo que me gustan y después, joder, resulta que me han dejado un poso mucho más allá de lo que mi mente estaría dispuesta a aceptar. La cena fue una de esas lecturas que, pese a los años que han pasado desde su lectura, recomiendo con verdadera fiebre de lector, por varias razones que destriparé cual Jack más adelante si se me permite la licencia de extenderme lo suficiente. Y es que, ¿no es agradable cuando uno se encuentra con lecturas de este tipo? ¿No es para enmarcar que haya novelas que, después de ser leídas, creen adicción de un autor y le pida más y más y más? Y, por último, ¿no se trata de eso, de reflexionar, lo que nos une a todos nosotros en los tiempos en los que vivimos?

Dos parejas se reúnen para cenar. Lo que en un principio parecía una cena de dos familias acomodadas, pronto se verá que es algo más. En ella, cuatro padres tendrán que decidir el futuro de sus hijos, envueltos en un caso de violencia grave. La pregunta es: ¿hasta donde está un padre dispuesto a llegar para proteger a sus hijos?

 

Que mi adoración por Herman Koch es evidente no lo voy a negar. Ya lo plasmé en la reseña de su segundo libro. Y me quedó la espinita de reseñar este primer libro, así que aquí estoy de vuelta con ustedes. Una de las características propias de la literatura, a parte de ser un arte con mayúsculas, es que propone al lector inmiscuirse en una historia que le era desconocida apenas unos minutos antes, y entregarle de lleno a los leones. ¿Qué haría uno ante situaciones límites donde nuestras decisiones influyen en los demás? Esta cuestión puede ser muy banal si la ponemos así, fuera de contexto, y si no tenemos la capacidad de mirar más allá de nuestras propias narices. La cena es uno de esos casos en los que el lector se encuentra encadenado y sabe que, cuando cierre el libro, su mente empezará a bullir, como el agua cuando está hirviendo, creando conexiones entre los personajes y lo que él hubiera hecho de encontrarse en esa misma situación. ¿Están los padres siempre dispuestos a defender a sus hijos? Suele ser una respuesta fácil de responder. Pero, si introdujéramos el matiz de ¿están los padres siempre dispuestos a defender a sus hijos, incluso cuando han cometido un delito grave?, ahí la cosa cambia sustancialmente y más cuando se trata de la muerte de alguien.

Sí, aunque la lectura de La cena sea rápida, sea dinámica, sea uno de esos libros que uno coge con gusto y lo acaba casi sin esfuerzo, lo realmente importante viene después, en el debate tanto interior como exterior que propone. ¿Es o no es eso literatura? Que Herman Koch es un escritor que pone el dedo en la llaga es indudable: todas sus novelas pone al límite al lector que se está viendo inmerso en una historia de la que quiere salir, pero de la que no puede evitar seguir leyendo. A los seres humanos no nos gusta que nos digan lo que hacemos mal, que nos pongan en evidencia sobre nuestros propios asuntos, y que nos den de lleno en la cara con esos errores que hemos cometido y que no nos gusta que nos recuerden. En un mundo ideal, todos responderíamos lo mismo a las preguntas que he propuesto antes: sí, nosotros defenderíamos a nuestros hijos por encima de todo. Pero, ¿cuando la actitud, las acciones de tus hijos, no tienen defensa y sólo queda la culpabilidad? Una de las críticas que se le ha hecho a La cena es su final, cosa que no entiendo muy bien, teniendo en cuenta que, a pesar de darle un giro a la historia que no nos esperábamos, resulta una explicación que, para una madre, para unos padres, es la mejor para no ver lo que está sucediendo realmente. Somos seres que se niegan a sí mismos, lectores, y eso es algo que todos hacemos. El poder de la negación ante un problema es inherente a todo aquel que nos crucemos por la calle. El problema viene cuando esa negación implica encubrir un delito que puede llevar a que la violencia no pueda repetirse. Pero quién soy yo para reprochar nada a nadie no. Al fin y al cabo, ¿un padre no da todo a su hijo para que este sea feliz? Piénsenlo con calma.

1 comentario en «La cena»

  1. Conocí a este autor gracias tu reseña sobre Casa de verano con piscina, y se ha convertido en unos de mis favoritos. Ahora siempre recomiendo la lectura de sus libros. La pena es que no tenga más publicados en español (o eso creo).
    Me gustan las dudas que plantea; son siempre muy peliagudas.Pero también me gusta su estilo y sus diálogos…
    En cuanto a la defensa de los hijos por encima de todo, no sé qué opinar porque no tengo hijos. Aun que, de entrada, diga que no debería ser así, supongo que es un sentimiento tan fuerte que te ciega ante cualquier otra cosa.
    Muchas gracias a ti y tus compañeros de blog, por hacernos más fácil la elección de nuestros libros. Me encanta leer vuestras publicaciones cada día.
    Un saludo.

    Responder

Deja un comentario