Animales vivos por poco tiempo

Reseña del libro “Animales vivos por poco tiempo”, de Fernando Nuño

Animales vivos por poco tiempo

La infancia es ese lugar seguro. No importa la edad que tengamos, no importa dónde estemos y por qué estemos pasando. Basta con cerrar los ojos y decir “casa”, como cuando jugábamos al escondite para volver a aquella época y revivir todas esas sensaciones. Sí, la infancia es ese lugar seguro y sagrado, pero hay infancias más crueles que otras, mucho más desoladoras. Un tipo de infancia donde pronunciar la palabra “casa” solo sirve para hacer tambalear todos nuestros cimientos.

De esto que os hablo sabe mucho Fernando Nuño. Él es el autor de uno de los libros más brutales y desgarradores que he leído sobre la infancia: Animales vivos por poco tiempo. Un libro que es homenaje y duelo, que sirve para el recuerdo, pero también para meter el dedo en la llaga y llevarnos al límite, a ese lugar no tan seguro.

El autor nos traslada a los años setenta para presentarnos a una pandilla de muchachos a los que acompañamos desde su infancia hasta la madurez, desde la inocencia a la más brutal realidad. El relato está narrado en primera persona a través de un narrador que no voy a desvelar quién es, porque poco importa o quizás, porque importa demasiado. En cualquier caso, de la mano de esa voz conocemos a los niños que conforman la pandilla y que retratan ya no solo una época, sino una forma de ser, una pertenencia, sin que esto suene clasista, a un estatus social que poco sabe de privilegios y menos aún a esa edad.

En Animales vivos por poco tiempo, Fernando Nuño nos presenta a Juan Carlos Martínez, Roque el Retrasado y su hermano Coque, Jesusito Solanas, El Lobo y su hermano Lobezno, Lolo el Hijoputa, J.C y El Sapo. Unos niños tan dispares entre sí que, a pesar de las diferencias, conforman un retrato perfecto de cualquier pandilla de muchachos no solo de entonces, sino de hoy en día.

El lobo, que les saca a todos cuatro años, que ha repetido tantas veces que ya ni se sabe en qué curso debería estar, pero que sigue anclado en esa infancia, que es el líder al que todos temen. Roque el Retrasado, a quien le da exactamente igual todo lo que digan de su capacidad intelectual: no le teme a nada ni nadie. Lolo el Hijoputa, probablemente el mejor chaval.  J.C siempre a la sombra de Juan Carlos y el Sapo, siempre a la sombra de J.C.

Los días de colegio, los profesores y sus particulares métodos, los interminables veranos, los días corriendo de aquí para allá entre juegos y risas transcurren a lo largo de las páginas de la novela. Pero también hay lugar para las travesuras que rozan los límites, que los superan y van mucho más allá. Cuando os decía que este es uno de los libros más brutales y desgarradores que he leído sobre la infancia no exageraba en absoluto. Sí, Animales vivos por poco tiempo es una radiografía de la infancia y la adolescencia, pero aquello que se ve al trasluz, lo que Fernando Nuño nos muestra es la parte más dañina: la metástasis.

No quiero entrar en muchos más detalles. Esta historia merece ser leída en la voz del narrador, en esa voz de Fernando Nuño que no tiene tapujos a la hora de mostrarnos la crueldad, el espejo en el que se refleja la realidad.

Animales vivos por poco tiempo es un grito, un alarido que comienza en la infancia y llega hasta el presente. Un reproche, un puñetazo en el estómago. Un encuentro, cara a cara, con ese pasado que siempre nos persigue.

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