Arrecife

Reseña del libro “Arrecife”, de Alekséi Poliárinov

En la era de las fake news y la posverdad, una historia sobre las sectas como es Arrecife pone en juego las polémicas sobre la percepción tan actuales. “Para destruir un culto, la verdad no es suficiente” (p. 191). La fenomenología de las distintas sensibilidades de los personajes alcanzan la cumbre con el sentido del olor de Lee. Si eres de la generación traumatizada por la lectura de El perfume entenderás las escenas de los “olores-faro” y lo inquietante del gurú o profesor Garin, que era un “ser humano sin olor” (p. 56)

A pesar de lo trágico de los acontecimientos, violentos y maltratadores en algunos pasajes, el tono de Arrecife es humorístico. Alekséi Poliárinov escribe desde el cinismo y la “broma valiente” dibujando personajes tan grotescos como la madre científica de Lee, que cae en el pensamiento sectario pero que ya daba señales de sus incoherencias por su afición a las noveluchas romanticonas.

La profunda investigación que se vislumbra tras el tejido narrativo de Arrecife lanza un mensaje claro: cualquiera puede ser seducido o captado por una secta. Nadie está a salvo según sea su formación o su carácter. Incluso la madre de Tania cae cuya “filosofía de vida recordaba a una extravagante mezcla de socialismo duro y crueldad bíblica” (p.75).

Porque la pregunta por el sentido de la libertad, es decir, en qué medida eres dueño de tu vida y de lo que en ella ocurre, atraviesa toda este thriller. En Arrecife la orografía determina el comportamiento de los habitantes, como la cultura en la que crecen o, por supuesto, la familia: “No escogemos casi nada. No escogemos nuestro cuerpo. No escogemos el carácter. (…) No escogemos dónde nacer. Y lo más importante, no escogemos a nuestros padres” (p. 86).

En Arrecife la relación entre madres e hijas, la propia genealogía femenina es uno de los hilos principales. Precisamente, la oportunidad de no ser anulado está en la devolución de los cuidados o en el cambio de roles de la madurez. Distintas madres son presentadas con diversos estilos de crianza pero todas perdidas en un momento vital donde la mano que las puede sacar está en la orilla de su cotidianidad y es la de sus hijas. “Postumidad era como llamaban a la fase cuando una persona aún estaba viva pero se sentía irresistiblemente atraída por sus ancestros, oía sus voces de debajo de la tierra” (p. 133).

El papel de los tambores así como el de la repetición, valga en los discursos sectarios o en el borrado de partes de la historia que no interesan, despierta la curiosidad de personajes heroicos cuya función es dotar de dignidad a los olvidados en distintos contextos. Sin embargo, redimirse del pasado es también el anzuelo con el que los gurús pescan a los nuevos adeptos a la secta: “a la víctima le cuentan que el pasado en realidad no fue afianzado para siempre jamás, que se puede reescribir” (p.187). 

Arrecife es también la diosa de los cantos y de los ritos, cuya uña del dedo gordo de la mano izquierda es mágica y puede rasgar cualquier tejido, incluso el del esquema espacio-temporal. Con la mano derecha puede agarrar incluso pensamientos y emociones. La experiencia vital de todas las mujeres de esta novela coral, Tania, Lee, Kira, se construye y destruye entre decisiones y terapias para forjar una identidad atacada. Sus proyectos vitales parecen ser objeto de la diosa Arrecife pues es un esfuerzo constante por su parte alcanzar la coherencia interna para dotar de sentido a sus vidas. “Estaba convencida de que para poder pasar página, primero había que leerla” (p.290).

Arrecife es una extraña joya literaria, en definitiva, que combina referencias rusas tradicionales como el arte de Malévich con la descripción de sus personajes y sus relaciones al estilo norteamericano, como pudiera ser Foster Wallace. El acontecimiento disparador, la investigación del asesinato de manifestantes el 2.6.62 y la fecha y la lista de los muertos tatuada en la espalda de un preso, articula la historia de la URSS revolucionaria con la práctica disciplinadora de los centros penitenciarios y hace que te fijes en la intersección entre ambos mundos, anclados en la censura, la corrupción y el relato histórico redactado por los “vencedores”.

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