Cinta negra, de Eduardo Rabasa

Cinta negraRedactar un currículum es, ahora, casi tan complicado y creativo como escribir la mejor de las novelas. El actual mercado laboral, basado en una competencia sin igual entre los distintos aspirantes al puesto de trabajo, confirman lo que parece la verdadera finalidad del historial de empleo de un trabajador: convertirse en un superventas. Escribir que tienes conocimientos de informática, dominas la lengua inglesa —nivel alto escrito, leído y oral— y haber trabajado en cuatro empresas de las más potentes del mercado ha quedado ya en los noventa, como las carpetas forradas con fotos de Leonardo Dicaprio y escuchar a Bryan Adams. Ahora lo que se lleva es expresar todas tus aptitudes profesionales con voces inglesas, porque según quien contrata, queda más molón, y ser muy imaginativo. El más fantástico. El fuckin’ master de la creatividad. Pues eso, así me va…

En Cinta negra, genial segunda novela de Eduardo Rabasa, nos presentan cómo sería el día a día en una de esas empresas que se ha fijado en tu rebosante currículum. Su protagonista, Fernando Retencio, trabaja para una compañía encargada de crear soluciones imaginativas a sus clientes. Todo tipo de clientes con todas sus manías y excentricidades que esperan obtener una solución, a la cual más novedosa, para llegar a buen puerto. La exigencia diaria es máxima en el puesto de trabajo de Retencio, que se ve obligado a luchar frenéticamente contra sus compañeros de trabajo, los llamados Pérez, e imaginar soluciones disparatadas para contentar a sus clientes. Cada día, un gran panel indica la clasificación de los logros obtenidos por cada uno de los trabajadores con el fin de motivarles y superar sus labores y así acercarse al máximo reconocimiento en la empresa: la cinta negra, lo que en kárate sería el cinturón negro. Toda una secta en potencia.

Retencio no trabajará solo, le acompañará su buen amigo y conserje de la empresa Dromundo. Esta peculiar pareja, al punto, casi una suerte de don Quijote y Sancho Panza, se verá inmersa en diferentes situaciones a la cual más cómica que la anterior. Entre sus clientes están un entrenador de boxeo que teme perder a su gran luchador por culpa de una mujer de la que se ha enamorado y que le intenta arrastrar fuera del ring; el chivatazo de una monja que solicita su ayuda para ayudar a una niñita que mantienen enclaustrada en un convento, con divertidísimas consecuencias entre los protagonistas; o el caso que reclama la total atención de Retencio sobre el más excéntrico de los escritores, un plumilla de altos humos y palabra fina cuyo discurso resulta de una musicalidad rimbombante muy entretenida en su lectura.

Tanta seguridad e imaginación demuestra Retencio en su trabajo como inseguridad en su pareja, que será quien le lleve por la calle de la amargura. Los celos que le causa la cercana relación de su mujer con otro hombre le harán volverse posesivo, paranoico, sexualmente pasional y alterado, lo que conllevará a que se sienta en muchas ocasiones frustrado. Es este un punto importante para conocer la personalidad de Retencio. Un personaje que he odiado y adorado a partes iguales durante toda la novela. Algo genial para meterte más en la historia.

Esa culpa la tiene su autor, Eduardo Rabasa. Dijeron de su primera novela que guardaba el estilo de George Orwell, a quien ha estudiado en profundidad. En verdad, a mí me ha parecido un escritor con una buena historia que contar y de una manera que desde luego no pasa desapercibida; se queda en la mente del lector por su encanto y por contar una verdad patente en nuestro tiempo actual. Su satírico estilo, la introducción de expresiones mejicanas que ofrecen a la lectura mayor diversidad sonora y los contrastes en cada uno de sus personajes muy bien construidos, hacen de Cinta negra un trabajo excelente para mostrar, con cierta sorna, el alto nivel de exigencia al que estamos sometidos en este rápido y mutable ritmo vital y laboral; un estilo de vida fatigoso en el que el miedo a estancarnos, el miedo a no conseguir llegar a esa ficticia cinta negra, hace que la sintamos enredarse alrededor de nuestro cuello amenazando con dejarnos con las piernas colgando.

 

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