“En los escasos ratos que aún paso en clase, me comparo con mis compañeros, que volverán tranquilamente a casa a escuchar sus discos de Daho o Depeche Mode comiéndose un tazón de cereales, mientras que a esa misma hora yo seguiré satisfaciendo el deseo sexual de un hombre más mayor que mi padre, porque el miedo al abandono es más fuerte que la razón y me he empeñado en creer que esta anormalidad me convertía en una persona interesante.”
Qué difícil es empezar la reseña de un libro cuando te ha fascinado y, al mismo tiempo, te ha perturbado profundamente. Como punto de partida, en El consentimiento nos encontramos a una niña de 14 años que comienza una relación amorosa (puramente sexual) con un hombre de unos 50 años. Y resulta que esta historia es la de la propia autora, Vanessa Springora, y el famoso escritor francés Gabriel Matzneff. Personalmente no la conocía y, al ver la entrevista a Springora en uno de los mejores programas de Página Dos que he visto, supe que tenía que leerla.
Y no os voy a engañar: esta novela es tan dura e inquietante como parece. Pero, como os decía al principio, consiguió fascinarme por completo. El ejercicio de esta autora de volver a esos momentos tan crudos del comienzo de su adolescencia para retratar un episodio tan traumático de su vida es ejemplar. Es tremenda la valentía que muestra a lo largo de las páginas relatándonos con todo lugar de detalle lo que ocurrió y lo que significó para ella. Es repugnante leer todas las mentiras que este señor le contaba para retenerla a su lado y la manera en la que le trataba, como si ella fuera su juguete particular. Y cómo ella, inocente y lentamente, va cayendo en sus redes hasta enamorarse localmente de él.
Es muy interesante el punto de vista en esta novela y aquí es precisamente donde debemos pararnos a pensar: ¿qué tienen en común las jóvenes víctimas de estas atrocidades, de pederastas como este? La soledad, un padre o una madre ausentes, el deseo de gustar o ser admiradas. Esa posición de vulnerabilidad se acentúa, además, al ser Matzneff un escritor famoso y de gran talento que se fija en ella. Para Springora, esto lo significó todo, le devolvió la autoestima perdida e hizo que se gustara más a sí misma. Años más tarde se daría cuenta de la fantasía en la que vivía, que la alejó de su educación, sus amigos y seres queridos.
La narración de esta autora es sencilla, pero también directa y cruda: va directa al corazón del lector y consigue removerte hasta el punto de pensar que habrías hecho en su posición. Y busca concretamente hacernos reflexionar: ¿por qué todos aquellos que sabían sobre su relación nunca denunciaron? ¿Fue por miedo o porque lo consideraban algo normal? ¿Por qué la sociedad miraba hacia otro lado?
Y también nos cuenta en esta novela autobiográfica e intimista que hasta la policía que conocía las fechorías de este escritor, del que no solo ella fue víctima, sino muchos más niños y niñas, nunca hizo nada. Se quedaron de brazos cruzados. Y lo verdaderamente fascinante de este libro es que ella misma, con un coraje increíble y digno de toda admiración, consigue alzar la voz por la niña que fue y por todas aquellas que sufrieron como ella lo hizo.
El consentimiento es de esas historias que te dejan sin aliento, que te hacen volver a esos años del principio de la adolescencia, a todos los miedos e inseguridades que muchas de nosotras también experimentamos. Que te hacen preguntarte qué hubiera pasado si nos hubiéramos visto en su situación. Y en cómo nos sentiríamos si, a lo largo de los años, ese mismo hombre que tanto te ha hecho sufrir, siguiera siendo conocido por su talento y fuera aplaudido en ferias de libros y programas de televisión por libros en los que relata aventuras sexuales con niños y niñas 30 años menores que él. Gracias a Dios, este hombre ha visto cómo sus libros han dejado de editarse, ha sido repudiado en medios de comunicación y vive escondido en Italia. Pero creo que nunca llegará a sufrir lo que sufrió Springora. Nosotros tampoco, pero esta escritora y editora nos invita a empatizar y a convertir todo ese dolor en un aprendizaje. A castigar ese comportamiento como sociedad y a no mirar hacia otro lado cuando vemos un maltrato así a los derechos humanos. ¿Realmente queremos vivir en un mundo en el que sigan pasando cosas como estas?