El expediente de mi madre, de András Forgách

El punto de partida de esta novela, si es que se le puede llamar novela, es inmejorable: un escritor descubre que su madre fue colaboradora de la policía secreta (creo honestamente que llamarla espía sería excesivo) durante la dictadura comunista húngara y al hilo del expediente, de la hoja de servicios de su madre, va reconstruyendo su pasado. Uno puede preguntarse cómo llega su madre a convertirse en delatora y Forgách puede llegar a contestarse: lo hace para continuar la labor de su marido (padre del autor), colaborador a su vez que tuvo que dejar de serlo por los problemas mentales que le aquejaron. Y si el terremoto vital que debe afrontar el autor no es suficientemente intenso, descubre que entre los muchos temas objeto de sus informes formaron parte él mismo y sus hermanos.

El expediente de mi madre no es solo un documento ilustrativo de la paranoia de las dictaduras del telón de acero, resulta sorprendente, por no decir grotesco, que el estado pudiera encontrar relevantes las informaciones a las que esta mujer pudiera tener acceso (básicamente por sus raíces judías y por los ambientes intelectuales en los que se movían sus hijos), sino que gracias a la variedad de estilos y de tonos que utiliza el autor, es una obra de gran valor literario. Hay muchas cosas sorprendentes, pero probablemente lo que más impacta en el lector es la alternancia entre la narración y la literalidad de los expedientes, con esa prosa plomiza e hiperburocratizada que se caricaturiza a sí misma. Es una forma de mostrar las dos realidades que coexistían, la del estado y la de la población, y de poner de manifiesto hasta qué punto estaban distantes.

Pero probablemente he faltado a la realidad, hay algo más impactante: cuando a la narración y al propio expediente se suman los comentarios del autor contestando a los funcionarios que en su día redactaron aquellos documentos. No sólo tienen gran fuerza porque la tienen, diría que es tan evidente como suena, sino porque el autor se manifiesta no como el ciudadano espiado, no como el hijo traicionado, sino como el hijo, simplemente. Y puestos a tomar partido, sin ocultar la verdad, se pone del lado de su madre. Más allá de la calidad y la potencia literaria del texto, hay un lado humano que al final se impone que verdaderamente es luminoso.

El expediente de mi madre es un libro lleno de contradicciones, la ya expuesta del propio autor que debe confrontar sus sentimientos con los datos que se le revelan, pero también el de la propia madre (su nombre de guerra era Seños Pápai, pero su nombre de verdad, precioso, es Bruria, nombre que desconocía y que no me resisto a citar) con sus orígenes, ya que es judía y furibunda antisionista, pero también el del estado contra sus ciudadanos o, ya que nos ponemos, el de la época contra el sentido común. Y no creo que sea necesario incidir en cómo de eficiente es la contradicción como motor narrativo.

Por lo demás quisiera finalizar diciendo que siendo como es un libro con una carga emocional importante, es un libro tan moralmente impecable como desgarrador, tan valiente y sincero como necesario. Lean El expediente de mi madre, tiene mucho de imperativo cívico conocer lo que cuenta, más que nada porque no es ficción, más que nada porque no cuenta nada que no haya desaparecido del horizonte.

Andrés Barrero
contacto@andresbarrero.es
@abarreror

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