El Sunset Limited

El Sunset Limited, de Cormac McCarthy

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Una obra de una sobriedad extrema en la que dos personajes se enfrentan cara a cara poniendo en juego sus convicciones y creencias más profundas .

Un duelo. Dos hombres se enfrentan cara a cara dispuestos a cualquier cosa para conseguir su objetivo. Dos hombres firmemente convencidos de que tienen que hacer lo que tienen que hacer, solos, el uno frente al otro; dos hombres dispuestos a llegar hasta el final, a no retroceder ante nada.

A aquellos que estén familiarizados con la obra de Cormac McCarthy, que ya se ha convertido en un viejo conocido de esta casa, el planteamiento de esta obra no les sorprenderá en absoluto, ¿no es así?

McCarthy comenzó a labrarse su leyenda con tremendos dramas sureños como El guardián del vergel, La oscuridad exterior, Hijo de Dios o Suttree; oscuras novelas de tintes faulknerianos cargadas de emoción y violencia. A partir de ahí su estilo se fue destilando progresivamente hacia historias más épicas, con una ambientación cercana al western fronterizo (se diría que están escritas en technicolor y tienen música de Ennio Morricone), como Meridiano de sangre o la maravillosa Trilogía de la frontera. Cada vez más reconcentrado (y más aislado del resto del mundo), llegó el turno del psicópata de No es país para viejos y la apocalíptica huida de un padre y un hijo en La carretera.

En todas estas obras, a pesar de esa evolución hacia un estilo cada vez más sobrio y depurado, una de las constantes es el enfrentamiento de un hombre, o de un grupo de ellos, contra los demás, contra el mundo; contra la injusticia o contra la justicia, depende del caso, porque los protagonistas de McCarthy no siempre se cuentan entre los “buenos”. En todo caso siempre, en sus historias, hay algo de confrontación, de duelo.

Pero El Sunset Limited es diferente en muchos aspectos, tanto que algunos seguidores del autor podrían sentirse decepcionados. Para empezar es una obra de teatro, pero no es eso lo más importante. Es cierto que McCarthy ha ido destilando la épica y el drama de sus obras hasta reducirlos a la esencia más pura pero aquí, en esta obra (contemporánea de La carretera) la economía del argumento y de la puesta en escena no puede ser más austera.

Los dos protagonistas, un acomodado profesor blanco y un misterioso negro de clase baja están sentados en una habitación casi vacía y cerrada a cal y canto, separados por una mesa barata. Por no haber no hay ni nombres; a los dos hombres solo los conocemos por el color de su piel (nunca sintió McCarthy demasiada inclinación por la corrección política).

En este libro no encontraremos amplios horizontes ni bosques impenetrables, no hay niebla ni oscuridad, ni siquiera queda rastro de esa violencia tan presente en el resto de sus obras: el duelo que sostienen ambos personajes es dialéctico; un duelo de voluntades y de creencias que, eso sí, es a muerte. Faltaría más.

NEGRO: ¿En qué cree, profesor?

BLANCO: En muchas cosas.

NEGRO: Muy bien.

BLANCO: Muy bien, ¿qué?

NEGRO: Muy bien qué cosas.

BLANCO: Creo en cosas.

NEGRO: Se está repitiendo.

BLANCO: Probablemente no crea en muchas de las cosas en las que creía antes, pero eso no significa que no crea en nada.

NEGRO: Pues póngame un ejemplo.

BLANCO: Básicamente en el valor de las cosas.

NEGRO: ¿El valor?

BLANCO: Sí.

NEGRO: Está bien. Cuáles, a ver.

BLANCO: Muchas. Cosas relacionadas con la cultura, por ejemplo. Libros, música, arte. Cosas así.

NEGRO: Muy bien.

BLANCO: Ese tipo de cosas son las que tienen valor para mí. Son los cimientos de la civilización. O al menos tenían valor antes. Ahora ya no tanto.

NEGRO: ¿Y eso?

BLANCO: La gente dejó de valorarlas. Yo también, hasta cierto punto. No sabría decirle exactamente por qué. Ese mundo en gran parte ha desaparecido. Pronto habrá desaparecido del todo.

NEGRO: No sé si le capto, profesor.

BLANCO: No hay nada que captar. Olvídelo. Las cosas que me gustaban eran muy frágiles. Yo eso no lo sabía. Pensaba que eran indestructibles. Y no.

NEGRO: Ah. Y eso fue lo que le hizo saltar del andén. No era personal.

BLANCO: Es personal. La cultura y la educación hacen que el mundo sea personal.

Los dos hombres se acaban de conocer de una forma absolutamente casual —o tal vez no— y sin embargo sus destinos parecen ahora unidos por lazos tan inexplicables como fuertes. El hombre blanco es culto y disfruta de un cómodo nivel de vida, pero está sumido en la decepción y el hastío; el negro arrastra un oscuro pasado de violencia y marginación, pero vive por y para la fe. A pesar de estar encerrados en un minúsculo cuartucho no pueden estar más lejos el uno del otro.

Su enfrentamiento no es gratuito; no es esta una tertulia de intelectuales aburridos. Ambos hombres se juegan mucho en esta discusión y emplearán sus armas ―Dios, la cultura― hasta donde les sea posible, sin piedad ninguna, para vencer.

BLANCO: Para usted todo es blanco o negro.

NEGRO: Porque es blanco o negro.

BLANCO: Me imagino que así es más fácil entender la vida.

NEGRO: Le sorprendería el poco tiempo que paso tratando de entender la vida.

BLANCO: Pero a Dios sí trata de entenderlo.

NEGRO: No. Solo trato de entender lo que quiere de mí.

Pero un combate de estas características, en el que se pone en tela de juicio el significado más profundo de la vida, la felicidad, la esperanza y la muerte, no puede tener vencedores y vencidos. Para McCarthy en la vida nada es blanco o negro —al contrario, se maneja extraordinariamente bien en los grises—, por eso no juzga a ninguno de los dos, ni permite que se cuele ningún vector moral en su obra, como tampoco lo ha hecho en ninguno de sus otros títulos a pesar de que sus personajes, al igual que estos, siempre se enfrentan a complejos dilemas. De hecho, el autor ni siquiera parece querer, o poder, tomar partido por alguno de los dos contendientes y, sea como sea, renuncia a llegar a ninguna moraleja.

Ni moralejas ni respuestas, sólo preguntas. Los protagonistas permanecen firmes en sus posiciones, no dudan, aunque se hacen muchas preguntas. “Yo creo que el que se hace preguntas quiere saber la verdad. El que duda quiere que le digan que eso no existe.” Ni siquiera se podría decir hasta que punto cada uno de los dos está convencido de la postura que defiende —¿se trata de un par de fanáticos, o quizá son unos cínicos?—, o puede que simplemente repitan mecánicamente los mismos argumentos que vienen enfrentando a los seres humanos por siglos. Es posible que, para que uno de ellos tuviese razón y se alzase finalmente con el triunfo en este duelo, tenga que existir algo parecido a la Verdad con mayúsculas. Pero, ¿existe alguna verdad absoluta, que sirva para todos nosotros sin excepción? Esta pregunta, claro está, tampoco tiene respuesta. Quizá nada la tenga.

Javier BR
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2 comentarios en «El Sunset Limited»

  1. No conozco mucho a McCarthy, sólo he leído de él “La carretera”, que me deslumbró al principio pero no me acabó de llenar al final. Pero esta obra me intriga. Si tengo la oportunidad, la leeré, aunque sólo sea por saber cuáles son esas preguntas.

    Enhorabuena por tu reseña y por la interpretación de una lectura que parece todo menos fácil.

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  2. McCarthy es uno de mis escritores favoritos… no soy nada imparcial al recomendarlo. la carretera es un libro muy especial y hay mucha gente a la que el final no le convenció, pero te animo a seguir con su obra. Este libro es “raro”, aunque no difícil (en McCarthy lo difícil suelen ser los dilemas que plantea, pero sus libros se leen sin problemas). En otro registro, a mí me gustaron mucho Meridiano de sangre (aunque es muy violenta) y Todos los hermosos caballos. Gracias por tu comentario.

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