Érase una vez la taberna Swan, de Diane Setterfield

Érase una vez la taberna Swan Generalmente tendemos a leer el mismo tipo de libros. Nos agarramos a uno o dos géneros que suelen gustarnos y nos mantenemos fieles a esa línea para ir a tiro dado y no arrepentirnos después. A veces, muy pocas veces, nos dejamos llevar por la recomendación de un blog que solemos ojear o de un amigo tan amante de los libros como nosotros, y es posible que ambos, el blog y el amigo, acierten y ese libro al que nunca nos habríamos acercado por nosotros mismos, nos guste. Pero después de esa incursión en aguas desconocidas, atracamos de nuevo en tierra firme y conocida, volviendo a nuestros libros de siempre porque ha salido bien una vez, pero ¿quién nos asegura que volvamos a vernos atrapados por una historia distinta y ajena a lo que nos suele gustar? En mi caso particular, me encuentro en una época en la que sí, devoro libros encuadrados en los géneros que más me gustan, pero también trato de probar cosas nuevas y de abrirme a libros que tienen algo que me llama la atención pero no son lo que estoy habituada a leer. Esto me ha llevado a descubrir pequeñas joyas que de no ser por esta “apertura” de mente, jamás hubiese descubierto y es lo que ha hecho que me atreva con Érase una vez la taberna Swan de Diane Setterfield.

Diane Setterfield es la autora de El cuento número trece, libro publicado en 2006, que gozó de una gran éxito y que ha hecho que muchos nos acerquemos a esta nueva novela. Érase una vez la taberna Swan nos narra la historia de los habitantes de un pequeño pueblo inglés, situado a orillas del Támesis, Radcot. En este pueblo se encuentra la taberna Swan, un lugar conocido por reunir a los mejores narradores de cuentos populares. La historia comienza con la aparición sorpresa de un hombre ensangrentado que lleva en brazos a una niña inconsciente. A partir de este hecho, la maquinaria de los rumores hará el resto y los presentes irán contando y extendiendo la historia a lo largo y ancho de toda la comunidad. Alrededor de este suceso, que actúa como motor del libro, se encuentran una gran variedad de personajes entre los que destacan, además de la niña y el hombre que la lleva, a los que creen que esta podría ser un familiar suyo como el matrimonio Vaughan, que busca de manera incansable a su hija secuestrada hace un par de años; Robert Armstrong, un granjero mulato que trata de dar con el paradero de su nieta Alice, hija de su crápula hijo mayor; y Lily White, una solitaria mujer que se encarga de la limpieza de la casa parroquial y que piensa que la niña podría ser su hermana Ann. Sea como sea, todos los personajes del libro tienen su protagonismo y una historia complicada a la que hacen frente del mejor modo, sin caer en el exceso de dramatismo. Así, a lo largo de las casi 600 páginas que posee la novela, aborda la superación del duelo, las relaciones entre padres e hijos y la importancia de la familia, la fe y la religión, la bondad y la maldad, el miedo y cómo enfrentarse a él, el rencor, la venganza y la culpa… Temas, todos ellos, que forman parte de la vida y que en esta historia se distinguen por la manera cautivadora y envolvente con que la autora los desarrolla.

Para ser sincera, he de decir que es un libro en el que cuesta entrar. Está maravillosamente escrito y los personajes son muy potentes, con sus luces y sombras, pero tras el suceso inicial que revoluciona a todo el pueblo, nos encontramos con un libro que de modo pausado y profundamente descriptivo, nos cuenta cómo se suceden las vidas de los diferentes habitantes, lo que ralentiza la historia. Por eso, es un libro que hay que leer con tiempo y paciencia, pues no se trata de la típica novela llena de adrenalina que devoramos en horas para desentrañar el misterio que esconde. Cuenta además con tal variedad de personajes que hasta que no llevas un buen número de páginas leídas no acabas de ubicarlos a todos. Es como si nos tirásemos al Támesis y tuviésemos que nadar durante horas para llegar a tierra firme, pero una vez que has llegado y recuperado la respiración, te sientas en la arena, miras a tu alrededor y te ves inmerso en un paisaje tan precioso que sabes que todo el esfuerzo ha merecido la pena. Con esto no trato de desalentaros, sino todo lo contrario, creo que es una historia en la que sólo los lectores experimentados que saben que a veces un libro requiere de cierto tiempo para atraparnos, serán capaces de adentrarse lo suficiente para llegar al final de la aventura y recoger sus frutos.

El premio es una obra que como si se tratara de un cuento largo conjuga perfectamente el realismo del día a día de sus personajes; sus preocupaciones, sus recuerdos y sus anhelos; con pasajes más místicos y del imaginario popular, propios de sociedades antiguas o de pueblos estancados en ese pasado donde todo era posible y la vida se explicaba por medio de leyenda increíbles. Es, por tanto, una historia que desborda tanto magia como realidad, gracias a una atmósfera original y sugerente con el Támesis como principal protagonista y la taberna Swan como punto de encuentro y nexo de unión de todos los personajes y sus tramas. Así que sí, Érase una vez en la taberna Swan es un libro diferente, que de primeras descoloca haciendo un poco más complicado entrar en él, pero una vez te haces con el estilo de la autora y con sus personajes, no podrás ni querrás dejar este cuento especial, lleno de vida y de magia.

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