La inevitable ceguera de Billie Scott

Reseña del cómic «La inevitable ceguera de Billie Scott»

la inevitable ceguera de billie scott

Tiene que ser muy jodido, mucho, que acabes perdiendo aquello con lo que te ganas la vida o aquello con lo que disfrutas, o ya ni eso: algo tan básico y vital para el día a día como es la vista. Pienso en Beethoven y su sordera o en Borges y su paulatina pérdida de visión hasta su ceguera definitiva, ya anunciada desde su nacimiento. Y en Goya y su sordera también, aunque no tenga nada que ver, pero pienso en él y eso no me lo quita nadie.

Esto es lo que le ocurre a nuestra protagonista, Billie Scott, una pintora en busca de su oportunidad. Refugiada y superconcentrada en sus lienzos en un piso compartido del que no sale, motivo por el que ni siquiera conoce a sus compañeros, pues cree que algún día alcanzará la cima y podría mostrar su arte al mundo. Sin amigos ni familia ni pareja ni un perro o un pez ni nada de nada. Solo tiene su pisito.

Billie está desanimada. Envía sus propuestas pictóricas a galerías pero o no le contestan o tardan la de Dios en hacerlo y la espera la está matando. Se plantea incluso si sigue gustándole el arte y su mundo y es justo entonces cuando recibe una respuesta, LA respuesta que estaba ansiando por parte de una galería. Les ha gustado, les ha impresionado, va a exponer con ellos y ellos necesitan que les envíe diez obras completamente originales.

Billie ya no está desanimada. Billie quiere pintar esos diez cuadros y se pone manos a la obra nada más recibir la carta, pero la presión le impide crear y decide salir a dar una vuelta, a inspirarse, a oxigenarse porque no da pie con bola… Si no lo hubiera hecho, si se hubiera quedado en casa, no hubiera tenido lugar el acontecimiento que la iría dejando ciega en una cuenta atrás sin remedio.

Billie empieza a ver raro. Ve unas manchas negras y decide ir al oculista. Demasiado tarde. Sin paños calientes ahí le sueltan la cruda realidad. Se está quedando ciega. En quince días perderá la visión por completo. Puta vida de mierda…

Se le pasa por la chola la idea del suicidio y coquetea con ella como todos hemos hecho alguna vez. Y algo después se abre a los compañeros de piso con los que no ha cruzado más que un par de palabras para llorarles su triste vida. Gracias a eso, Billie cargará las pilas, recibirá apoyo y ánimos y decide que irá a por todas, que durante las dos semanas de visión chunga que le quedan va a pintar sus diez mejores retratos.

«Cada uno tiene un mapa complejo e incompleto de quiénes fuimos, somos y seremos. Y somos compañeros en este ridículo viaje, así que pongámonoslo fácil. ¿Vale?»

La inevitable ceguera de Billie Scott va de eso, sin metáforas ni dobles sentidos. De intentar dar sentido a la vida, de adaptarse a los cambios, de confiar en la gente, pero también de poder derrumbarse y volver a levantarse, de la autoestima. De lamerse las heridas, de tomarse cada uno el tiempo que necesite para poder aceptar como le vienen dadas y de reaccionar siempre que acabe reaccionando y no se apoltrone en el sofá… Y de hacer cosas, de no estar parado, de pintar, de ir al cine, de leer, de escribir, de esculpir, de estar con la familia y amigos, de vivir la vida y exprimirla cada uno al máximo y a su manera. Porque esta vida es la única que tenemos y lo del más allá no son más que chorradas.

¿Aceptará Billie su ceguera? Ese es el viaje que tiene que hacer el lector junto a ella. Un viaje en el que va a empatizar con Billie y en el que va a conocer a gente con sueños por realizar y a gente con sueños ya hundidos y de los que reniega. De todos ellos aprenderá algo y todos dejarán una huella en ella. Y lo más importante, tendrá amigos.

«Si oyes esto, quiero que cojas un lápiz y dibujes. O que escribas. O lo que quiera que sea que te emociona. Ponte a crear y nunca pares. ¡Sigue creando cosas! Da igual si tu audiencia es de uno o de un millón. Sin excusas. Nunca sabes cuándo dejarás de tener esa posibilidad.»

La inevitable ceguera de Bilie Scott es el primer cómic de Zoe Thorogood, y ha sido galardonada, con justicia, con el Premio Russ Manning a la autora más prometedora en los Eisner de 2023. Si esta es su jodida primera y descomunal obra, habrá que estar atentos a las que vengan después.

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